Personajes del año: El perseguidor de Humboldt

Alberto Gómez Gutiérrez, lideró la obra más completa que se ha publicado en Colombia sobre Alexander von Humboldt, uno de los acontecimientos académicos de 2018.

- Redacción Ciencia
02 de diciembre de 2018 - 02:00 a. m.
Alberto Gómez Gutiérrez es el autor del libro “Humboldtiana neogranadina”.
 / Gustavo Torrijos - El Espectador
Alberto Gómez Gutiérrez es el autor del libro “Humboldtiana neogranadina”. / Gustavo Torrijos - El Espectador

Hay un recuerdo que no se borra de la memoria de Alberto Gómez Gutiérrez. En el laboratorio clínico que fundó su abuelo, el doctor Carlos Gómez Plata, y regentaban con una alta disciplina científica su papá Carlos Gómez Vesga y su tío Hernando, tenían sapos en urnas de vidrio. (Lea: Ocho años persiguiendo a Humboldt)

Los sapos estaban ahí a la espera de alguna mujer acosada por la urgencia de saber si estaba o no embarazada. Cuando eso ocurría, su tío o su papá le pedían una muestra de orina a la clienta, tomaban uno de los sapos, le inyectaban una pequeña dosis de esa orina y luego revisaban si el animal eyaculaba. La extraña prueba había sido creada por un médico argentino y se conocía como el método Galli Mainini.

Casi nadie notó que Alberto Gómez desde esa época ya estaba aprendiendo a observar con cuidado la naturaleza, a descubrir, como él mismo los describe, “mundos no aparentes” que solo se pueden revelar mediante instrumentos científicos como esos microscopios ante los que permanecían inclinados durante horas su padre y su tío, o con telescopios como los que conoció en el Observatorio Astronómico Nacional, que dirigía Jorge Arias de Greiff, padre de Eduardo Arias, uno de sus mejores amigos del colegio.

“En esa época no parecía que Alberto se convertiría en el gran científico que es hoy. Tampoco imaginé que sería escritor”, cuenta Arias. El motor de sus vidas adolescentes era la música. “Mi amistad musical con Alberto comenzó con los Beatles. Tratábamos de tocar sus canciones y luego él descubrió a Bob Dylan y Leonard Cohen, a ese tipo de músicos que le dan mucha importancia a la letra. No sé si eso tiene que ver con su posterior interés en las palabras bien escritas. Supongo que sí”.

Al final del bachillerato en el Colegio Helvetia, en Bogotá, todo indicaba que Alberto seguiría los pasos de su papá y heredaría tarde o temprano el negocio familiar. Por eso se matriculó en bacteriología en la U. de los Andes. Pero el camino empezó a torcerse lentamente. Abandonó la bacteriología y se pasó a biología y microbiología. Más que interactuar con pacientes le interesaban las ciencias básicas. Se graduó de esas dos carreras y viajó al legendario Instituto Pasteur, en Francia, para estudiar inmunología. Según su hermano Fernando, aquellos años le dieron una nueva perspectiva de la ciencia, de su carrera y del rigor para trabajar.

Al regresar a Colombia el destino volvió a girar un poco más. Se vinculó al grupo de genética de la Universidad Javeriana que comandaba Jaime Bernal y se embarcó en la Expedición Humana, un proyecto que pretendía documentar la diversidad genética de los colombianos. El genetista Ignacio Zarante, colega en la Javeriana, cree que esos viajes que los llevaron desde La Guajira hasta el Chocó cimentaron su relación con la ciencia. “Era muy meticuloso y cuantitativo. Lo que encontró con Jaime Bernal fue que no se trataba solo de ser exactos sino también humanistas. Ahí empezó a vislumbrar que era importante revisar lo que habían hecho otros científicos en expediciones del pasado”. (Puede leer: En busca de los orígenes de la identidad nacional)

En 1998 publicó Al cabo de las velas. Expediciones científicas en Colombia. Siglos XVIII, XIX y XX, donde hizo un recuento de la expedición de Mutis, la de Codazzi y de la Expedición Humana. A partir de ahí Alberto comenzó a tener una doble vida... o triple. Durante media jornada era asesor científico del laboratorio paterno; otra media jornada estaba dedicada a investigación y docencia en la Javeriana, y pasaba las noches y los fines de semana escarbando en viejos libros y documentos. “Soy historiador de fin de semana”, suele decir.

Con una disciplina “monacal” como la describe su amigo Eduardo Arias, en los últimos veinte años escribió y coeditó varios libros: Hereditas, diversitas et variatio, Interpretación clínica del laboratorio, Del macroscopio al microscopio, A impulsos de una rara resolución, Los hermanos Alexander y Wilhelm von Humboldt en Colombia, La expedición helvética, Scientia Xaveriana, Al cabo de las velas, El Dorado, Academia mutisiana, Filosofía natural mutisiana y Medicina científica mutisiana. También se destacó en el campo científico. En 2011, junto a Jaime Bernal e Ignacio Briceño ganó el Premio Alejandro Ángel Escobar por el trabajo Patrones de identidad genética en poblaciones contemporáneas y precolombinas.

Este año, y es la razón por la que El Espectador lo eligió como uno de sus personajes destacados, Alberto puso punto final a un esfuerzo monumental que le tomó ocho años de trabajo. En octubre presentó la obra más completa que se ha publicado en Colombia sobre Alexander von Humboldt: Humboldtiana neogranadina. Como él mismo lo ha dicho en varias ocasiones, “no es una obra sobre Humboldt sino sobre los encuentros de Humboldt en la Nueva Granada. Resulté describiendo una era olvidada de la ciencia en Colombia que se desarrolló entre la muerte de Mutis y la Comisión Corográfica”.

Tobias Kraft, miembro de la Academia de Ciencias de Berlín-Brandemburgo, le escribió una carta personal destacando “el increíble trabajo y el impresionante éxito que significa la publicación en cuatro tomos de la Humboldtiana neogranadina. ¡Qué hermoso trabajo! Es muestra del vivo interés que hoy en día se tiene por la obra de Humboldt en América Latina y abre las puertas para muchas nuevas investigaciones”.

Esta obra minuciosa, precisa, bellamente editada, completa, será de ahora en adelante la guia infaltable para cualquier lector o investigador que decida repasar los pasos de Humboldt en la Nueva Granada y quiera entender uno de los pilares de la historia científica del país. (Lea también: Colombiana ganó uno de los mayores premios científicos de Alemania, el Sofja Kovalevskaja)

Por - Redacción Ciencia

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