Científicos de la Universidad de Osaka, en Japón, demostraron por primera vez que un factor ambiental puede influir en la determinación del sexo de un mamífero. El hallazgo, publicado en la revista Nature, desafía una de las premisas más arraigadas en biología: que el sexo en mamíferos está determinado únicamente por los genes.
Ahora, de manera específica, el equipo liderado por el biólogo Makoto Tachibana encontró que reducir drásticamente la concentración de hierro durante el embarazo puede revertir el desarrollo sexual masculino en embriones de ratón, lo que da lugar a crías genéticamente masculinas que nacen con ovarios.
La investigación se basa en un experimento en el que las ratonas preñadas fueron sometidas a una dieta con un 60 % menos de hierro. También se utilizó un medicamento que “capturó” ese metal en el organismo.
Como resultado, en dos tandas distintas de crías, nacieron once ratones XY (masculinos) con órganos sexuales femeninos o intersexuales. Aunque la cifra puede parecer reducida, los científicos insisten en que se trata de un fenómeno biológico “innegable”.
El proceso se da a través de la epigenética, es decir, cambios químicos sensibles al ambiente que modifican el funcionamiento del genoma. En este caso, la falta de hierro altera una enzima clave —KDM3A— que activa el gen Sry, encargado de iniciar el desarrollo de los testículos. Si ese gen no se enciende a tiempo, el organismo desarrolla ovarios por defecto.
Además, según explicó Tachibana a El País, “la implicación más importante de este hallazgo es que las condiciones ambientales y metabólicas influyen en decisiones fundamentales del desarrollo que hasta ahora se pensaban estrictamente determinadas por la genética”.
Por ahora, los ratones revertidos vivieron aparentemente sanos hasta las ocho semanas, pero no se ha determinado si pueden reproducirse. En humanos, la reversión sexual suele asociarse con infertilidad.
Hace casi 40 años, el descubrimiento del gen Sry revolucionó la comprensión del sexo biológico en mamíferos. Desde entonces, se asumía que el proceso se daba dentro del útero protegido de cualquier interferencia externa. Este nuevo hallazgo rompe con esa noción y plantea preguntas sobre el efecto de otros factores ambientales, como la alimentación materna.
“Descubrir que algo tan mundano como la concentración de hierro pueda hacer que un embrión se desarrolle como hembra es espectacular”, comentó a El País el genetista español Francisco Javier Barrionuevo, que no participó en el estudio. Su equipo investiga otras posibles interferencias en el desarrollo sexual, pero destaca que en este caso se trata de un agente externo, no de una mutación genética.
Aunque los autores del estudio advierten que sería difícil observar este fenómeno en humanos (porque se necesitarían niveles de hierro extremadamente bajos), reconocen que es una pregunta importante que merece investigarse.
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