El mundo despertó en alerta este miércoles 30 de julio, luego de que el océano Pacífico comenzara a retirarse de forma peligrosa en las costas de al menos una docena de países. La señal activó protocolos de emergencia y órdenes de evacuación que ya han obligado a millones de personas a abandonar sus hogares, por ejemplo, en Japón. La causa: un terremoto de magnitud 8,8 registrado al este de Petropávlovsk-Kamchatka, en Rusia, que ha puesto en máxima vigilancia a toda la región del Pacífico ante la posibilidad de un tsunami.
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Este sismo, que ya se perfila como el más poderoso desde el devastador terremoto de 2011 en Japón —de magnitud 9,1, que provocó el tsunami de Fukushima y el desastre nuclear—, podría convertirse en uno de los más fuertes jamás registrados, si los científicos no revisan a la baja su magnitud preliminar. Según los primeros análisis del Servicio Geológico de Estados Unidos, el movimiento telúrico se originó por una falla inversa superficial, un tipo de ruptura geológica que suele generar desplazamientos verticales capaces de desencadenar tsunamis.
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En el lugar donde ocurrió el terremoto, dos enormes bloques de la corteza terrestre —la placa del Pacífico y la placa Norteamericana— están en constante colisión. La placa del Pacífico se mueve hacia el oeste-noroeste, desplazándose aproximadamente 80 milímetros por año (unos 8 centímetros) con respecto a la placa Norteamericana. Aunque su nombre puede dar a entender que solo cubre el continente, la placa Norteamericana en realidad se extiende también por debajo del océano, más allá de la costa. El terremoto, dice el Servicio Geológico de EE. UU. (USGS), se produjo en la zona donde estas dos placas se encuentran: un área de subducción conocida como el arco de Kuriles-Kamchatka. En este tipo de zona, una de las placas (en este caso, la del Pacífico) se desliza por debajo de la otra, generando tensiones enormes.
“Aunque comúnmente se representan como puntos en los mapas, los terremotos de esta magnitud se describen más apropiadamente como deslizamientos sobre una zona de falla mayor. Los eventos de falla inversa de la magnitud del terremoto del 29 de julio de 2025 suelen tener un tamaño aproximado de 390 km por 140 km (largo x ancho)”, dice la entidad científica estadounidense. En otras palabras, aunque en los mapas de divulgación a la población de los países un sismo de esta magnitud se marca con un simple punto, en realidad su impacto se extiende a lo largo de una vasta área subterránea.
El terremoto de este 29 de julio de 2025 no fue una sacudida puntual, sino el resultado del deslizamiento masivo de un bloque de la corteza terrestre del tamaño de una ciudad entera multiplicada por cientos de kilómetros. Esta ruptura liberó una enorme cantidad de energía, comparable a la explosión simultánea de miles de bombas atómicas, lo que explica tanto la violencia del movimiento como el potencial de generar tsunamis en el Pacífico.
Este evento no ocurrió de forma aislada. En los diez días previos, ya se habían registrado señales de una actividad sísmica en la zona: al menos 50 temblores de magnitud 5 o más, incluyendo uno de magnitud 7,4 el 20 de julio y tres de magnitud 6,6. Tras el gran sismo del 29 de julio, la tierra no ha dejado de moverse, dice el Servicio Geológico estadounidense: hasta las 4:00 a. m. UTC del 30 de julio, se habían contabilizado al menos 24 réplicas de magnitud superior a 5, entre ellas dos de magnitud 6,9 y 6,3, lo que indica que la región continúa en un estado sísmicamente activo.
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¿Qué tiene de especial la zona del sismo?
Todo esto ocurrió en una de las zonas de subducción más activas y rápidas del planeta: la fosa de Kuril-Kamchatka. Allí, la placa tectónica del Pacífico se desliza por debajo de la placa Norteamericana a una velocidad de unos 80 milímetros por año. Esta fricción constante entre placas ha provocado numerosos terremotos a lo largo del tiempo. Desde 1990, sin contar el reciente evento y sus réplicas, se han registrado cerca de 700 temblores de magnitud 5 o más.
Históricamente, esta región ha sido escenario de terremotos extremadamente fuertes. En 1923 se produjo un sismo de magnitud 8,4, y en 1952 ocurrió uno aún mayor, de magnitud 9,0, cuyo epicentro estaba a solo 30 kilómetros del del terremoto de 2025.
A lo largo de esas décadas, el movimiento constante de las placas ha acumulado alrededor de seis metros de tensión tectónica, que finalmente se liberó con el sismo de julio de 2025. Según los científicos, este nuevo terremoto parece haber cerrado el espacio que quedaba sin ruptura entre los eventos de 1923 y 1952, completando así un ciclo sísmico que llevaba décadas gestándose.
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A medida que los investigadores analicen más datos, se espera conocer mejor cómo se produjo esta ruptura y qué implicaciones puede tener para el comportamiento futuro de la zona.
La imagen del USGS muestra que el terremoto de magnitud 8,8 ocurrido el 29 de julio de 2025 frente a Kamchatka no fue un hecho aislado, sino parte de una zona sísmicamente activa donde la placa del Pacífico se desliza bajo la placa Norteamericana. El epicentro, marcado con una estrella roja, se encuentra en un sector que ya ha registrado terremotos históricos de gran magnitud, como el de 1952 (M9,0) y el de 1923 (M8,4).
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