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Científicos, ingenieros y funcionarios del programa espacial estadounidense observaron con creciente preocupación cómo una disputa política escaló rápidamente hasta poner en riesgo una parte crítica de las operaciones de la NASA. De manera específica, lo que comenzó como un intercambio de críticas entre Elon Musk y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha derivado en una tensión sin precedentes entre el gobierno federal y uno de sus principales contratistas aeroespaciales: SpaceX, la compañía de Musk.
¿Qué implicaría la tensión entre Musk y Trump?
La confrontación, que estalló el jueves tras los cuestionamientos públicos de Musk a la legislación impulsada por Trump en torno a impuestos y gasto público, dejó en el aire el futuro de aproximadamente $22.000 USD en contratos adjudicados a SpaceX, según informó Reuters.
Entre ellos se incluye el uso de la cápsula Dragon, actualmente la única nave fabricada en EE. UU. que transporta astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés).
También, en medio del cruce de declaraciones, Trump respondió con amenazas de cancelar los contratos gubernamentales de Musk. Poco después, el empresario escribió en su cuenta de X que iniciaría el “desmantelamiento” de Dragon. La posibilidad de que esa decisión se llevara a cabo generó alarma inmediata, ya que afectaría directamente los vuelos tripulados de la NASA y pondría en entredicho la cooperación con agencias espaciales de otras naciones.
Por ahora, Musk dio un paso atrás. “Buen consejo. Vale, no desmantelaremos Dragon”, escribió en respuesta a un usuario que lo instó a calmar los ánimos. Sin embargo, la tensión dejó al descubierto la fragilidad de la relación entre la administración federal y SpaceX, una empresa que ha sido clave no solo en la renovación de los vuelos tripulados estadounidenses, sino en proyectos estratégicos como el programa lunar Artemis.
Durante su mandato, Trump había favorecido en varias ocasiones a SpaceX, incluyendo propuestas para redirigir el programa lunar hacia Marte y respaldar la construcción de un sistema espacial de defensa con misiles.
Bethany Stevens, vocera de la NASA, declinó pronunciarse sobre la disputa con SpaceX, pero aseguró que la agencia “seguirá trabajando con sus socios industriales para cumplir con los objetivos presidenciales en materia espacial”.
Por ahora, retirar la cápsula Dragon supondría interrumpir el transporte regular hacia la ISS, una misión que Estados Unidos comparte con otras naciones bajo acuerdos internacionales desde hace más de 20 años. La NASA aún cuenta con la nave rusa Soyuz como alternativa, pero su capacidad es limitada. El incidente reabre el debate sobre la dependencia estratégica de una sola empresa en programas espaciales clave.
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