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Una guerra de chimpancés que duró una década terminó en más nacimientos para los vencedores

Tras una década de ataques letales a grupos vecinos, los chimpancés Ngogo expandieron su territorio y vieron duplicarse los nacimientos y desplomarse la mortalidad infantil. La agresión intergrupal no solo cambió sus fronteras: también mejoró su reproducción y supervivencia.

Redacción Ciencia

24 de noviembre de 2025 - 11:54 a. m.
Ma Rainey, una hembra de la comunidad de chimpancés Ngogo, en el Parque Nacional de Kibale, Uganda, y su hijo adulto Wes.
Foto: Agencia Sinc- Kevin Langergraber / State University of Arizona
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Entre 1998 y 2008, miembros del grupo de chimpancés Ngogo, en el Parque Nacional Kibale (Uganda), mataron a 21 individuos de comunidades vecinas, incluidas 13 víctimas que vivían al noreste de su territorio. Tras debilitar la coalición de sus rivales, los Ngogo expandieron en 2009 su territorio hacia la zona previamente habitada por las víctimas: añadieron 6,4 km², un aumento del 22%. Estos datos sugieren que la agresión letal les permitió acceder a nuevas áreas y a sus recursos asociados. Sin embargo, quedaban algunas preguntas clave: por ejemplo, se desconocía si esa expansión se tradujo en beneficios medibles para la supervivencia y la reproducción del grupo.

Para abordar esta pregunta, un grupo de científicos comparó la fertilidad femenina y la supervivencia infantil antes y después de la expansión territorial de la comunidad Ngogo. Sus hallazgos fueron publicados el pasado 17 de noviembre de 2025 en PNAS.

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Tras la expansión territorial, las hembras empezaron a tener muchos más hijos. Antes de la expansión nacieron 15 crías en tres años; después, 37 en ese mismo lapso, más del doble.

Pero como el simple número de nacimientos puede ser engañoso, porque depende de cuántas hembras haya y de sus edades, los científicos calcularon tasas más finas: las tasas de fecundidad específicas por edad (TASE). Estas mostraron el mismo patrón: las hembras eran más fértiles después de la expansión, independientemente de si se analizaban periodos de dos o tres años. Los modelos estadísticos usados confirmaron este resultado: en ventanas de 2 años, las hembras tenían 2,75 veces más probabilidades de dar a luz tras la expansión. En ventanas de 3 años, tenían 2,3 veces más probabilidades.

¿Qué pasó con la supervivencia de las crías? En este caso, la mejora fue aún más dramática. Antes de la expansión, el 41 % de las crías moría antes de los tres años. Después, solo el 8 %. Esto significa que, en el periodo anterior, la probabilidad de morir era 5,7 veces mayor (y en el análisis de 2 años, incluso 12,5 veces mayor). Esto importa porque en primates la fertilidad femenina está muy ligada a si las crías sobreviven.

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Si una cría muere, la madre vuelve a ovular más pronto, lo que puede aumentar los partos. Pero aquí ocurrió lo contrario: hubo más nacimientos y al mismo tiempo aumentó la supervivencia. Esto demuestra que el incremento en nacimientos no se debió a que murieran más crías, sino a condiciones realmente más favorables para las madres y los bebés. Los análisis descartaron también que en el periodo posterior hubiera más hembras “libres” para reproducirse simplemente porque no tenían crías pequeñas.

La investigación demostró, entonces, que cuando los chimpancés Ngogo mataron a individuos de grupos vecinos y luego ocuparon parte de su territorio, obtuvieron beneficios biológicos reales: aumentaron tanto los nacimientos como la supervivencia de las crías. Es decir, la agresión letal entre grupos no solo modificó su mapa territorial, sino que también mejoró sus posibilidades reproductivas. Después de la expansión territorial, las hembras accedieron a más espacio, más alimento y menos competencia interna por los recursos. Esa combinación elevó su “estado energético”, un factor importante en la reproducción de los primates. Cuando una hembra está bien alimentada y menos estresada por la competencia, ovula con más regularidad, puede mantener mejor los embarazos y produce más leche.

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Por eso, no sorprende que la fertilidad aumentara tras los ataques. La supervivencia de las crías también mejoró. Por un lado, las madres, al estar mejor nutridas, contaban con más energía para la gestación y la crianza. Por otro, disminuyó uno de los mayores riesgos para las crías de chimpancé: el infanticidio. Al reducir los encuentros hostiles con otros grupos y consolidar un territorio más amplio y seguro, los bebés estuvieron menos expuestos a ataques. El resultado final fue: más nacimientos y más crías que lograron sobrevivir.

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“Si procesos similares influyeron en la evolución humana sigue siendo una incógnita”, finalizan los autores. En palabras mas sencillas, no sabemos todavía si lo que se observó en los chimpancés, también ocurrió en nuestros propios ancestros humanos.

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