Fue un fin de semana movido para los científicos del Servicio Geológico Colombiano (SGC). El sábado en la mañana, la entidad reportó que el volcán Puracé, ubicado en la cadena volcánica de Los Coconucos, en el Cauca, estaba mostrando un comportamiento lo suficientemente inestable para declararlo en la alerta naranja. Esto significa que la probabilidad de que haya una erupción es mayor, aunque eso no implica que sea inminente.
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El Puracé es uno de los volcanes más activos de Colombia “porque ha tenido una actividad histórica bastante recurrente”, le precisa a El Espectador María Luisa Monsalve, vulcanóloga del Grupo de Amenaza y Riesgos Geológicos del SGC.
Es decir, en su historia (que abarca más de 9.000 años) el Puracé ha presentado numerosas fases de emisión de gases, sismos asociados al movimiento de fluidos y episodios eruptivos, lo que confirma que su sistema magmático interior permanece dinámico. No es, por ejemplo, la primera vez que pasa a alerta naranja. Entre mayo y julio de 2024, el volcán también lo hizo. Y precisamente por esa razón, el Puracé es también —junto con el volcán Nevado del Ruiz y el volcán Galeras, ubicado en el departamento de Nariño— uno de los más monitoreados del país. Actualmente, 36 estaciones registran en tiempo real el “pulso” del volcán, monitoreando su comportamiento geofísico, geoquímico, geodésico (cambios en la forma o en la superficie del volcán) y la actividad superficial.
Gracias a ese monitoreo, los científicos saben que dentro del volcán Puracé y en los edificios volcánicos que lo rodean (pues el Puracé no está solo: lo acompañan Piocollo, Curiquinga, Paletará y Quintín, que hacen parte del mismo complejo volcánico) se están moviendo fluidos como magma, gases y agua caliente con la suficiente energía para generar sismos. Desde 2012, la actividad sísmica de toda esta cadena viene en aumento sostenido. (Puede ver: La ciencia de las regalías para la ciencia)
A Jaime Raigosa, coordinador del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Popayán del SGC, le gusta una analogía para explicar esos sismos y esa actividad interna: “Es como pasa con una olla pitadora: cuando empieza a emitir vapor, uno escucha un sonido y muchas veces siente que la olla vibra. Eso es debido al movimiento de los gases. O cuando hay gas atrapado en una tubería de agua, a veces la tubería vibra. Esa circulación de gases al interior del volcán genera ese tipo de vibraciones, y los sismómetros, que son equipos muy sensibles, detectan todos esos movimientos”. En un volcán activo, el “motor” que impulsa todo es el magma, una mezcla de roca fundida y gases extremadamente calientes —alrededor de 800 o 900 grados—. Cuando ese magma empieza a ascender hacia la superficie, los gases atrapados en él se liberan. Esa liberación no ocurre de manera suave: los gases empujan, se expanden y buscan salida.
Los volcanes como el Puracé son muy fracturados, casi como un sistema de grietas y conductos naturales. Por esas fracturas circulan los gases y también, poco a poco, asciende el magma caliente. Esa circulación, al pasar por espacios estrechos o al abrir nuevas microgrietas, genera vibraciones que los equipos registran como sismicidad.
Desde el 13 de noviembre, el comportamiento del sistema volcánico cambió. Ese día comenzaron a registrarse sismos de largo período (LP), que están asociados al movimiento de fluidos como vapor y gases dentro del volcán. Cada vez que ocurría uno de esos sismos, los científicos observaban, poco después, un aumento en la salida de gases desde el cráter del Puracé. (Vea: ¿Qué significa que el volcán Puracé esté ahora en Alerta Naranja?)
Este patrón se mantuvo durante toda la semana, repitiéndose aproximadamente cada hora. Aunque esta actividad mostraba inestabilidad, era tan constante y predecible que el volcán permaneció en alerta amarilla. Sin embargo, hacia el final de la semana el sistema perdió esa regularidad: en la madrugada y la mañana del sábado apareció un sismo tipo tremor de gran amplitud y larga duración, acompañado por una emisión de ceniza cuya columna alcanzó una longitud de más de dos kilómetros, visible incluso desde Popayán, además de un sismo híbrido (fractura de roca seguida por movimiento de fluidos).
“Todos eso nos llevó a cambiar el estado de alerta del volcán”, señala Raigosa. Desde entonces, el Puracé continúa registrado señales sísmicas relacionadas con movimiento de fluidos, algunas de ellas relacionadas con emisiones pequeñas de ceniza. A diferencia de lo que sucede en el área de influencia del Ruiz, donde la caída de ceniza es un fenómeno más o menos frecuente, en el Puracé estos episodios son mucho menos comunes. “De pronto los más viejitos tendrán el recuerdo, porque en el año 1977 hubo una emisión de ceniza, y se cree que en 1990 hubo otra, pero de ahí para acá no”, detalla Raigosa. En este contexto, y cuidando que la situación no derive en alarmismo, las autoridades han comenzado a movilizarse.
Un mapa de amenazas del Puracé claro y vigente
El volcán Puracé tiene un mapa de amenaza vigente basado en el análisis de sus últimos 10.000 años de actividad. A partir de las erupciones pasadas, los científicos identifican las zonas más vulnerables ante posibles eventos explosivos, que podrían generar flujos y oleadas piroclásticas, caídas de ceniza, proyectiles balísticos y lahares, tal como ha ocurrido históricamente en el volcán.
El volcán está a 27 km de Popayán y rodeado por unas 15.000 personas que habitan veredas del municipio, además de actividades claves, como la mina de azufre El Vinagre y varios centros turísticos. De sus laderas nacen ríos y quebradas que alimentan al río Cauca, que atraviesa Popayán. Según el mapa de amenaza, la zona más expuesta ante una eventual erupción es el noroeste del volcán —incluyendo la mina, el casco de Puracé y varias veredas—, mientras que lugares más distantes, como Paletará y Popayán, enfrentarían principalmente el riesgo de lahares o crecidas súbitas en ríos y quebradas.
El mapa clasifica el territorio en tres niveles: la zona roja (la más cercana al cono) concentra los mayores riesgos: proyectiles balísticos, más de 10 cm de ceniza y posible llegada de flujos piroclásticos y lahares; la zona naranja presenta acumulaciones de ceniza menores (hasta 5 cm) y riesgo por ondas de choque, y la zona amarilla (la más distante) tendría depósitos de ceniza hasta de 1 cm y los niveles más bajos de afectación. Monsalve explica que esa delimitación no es fija: los fenómenos podrían afectar áreas por fuera de los polígonos establecidos, pero el mapa sirve como una aproximación bastante buena basada en la historia eruptiva del Puracé y en los patrones más probables de afectación.
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Tras la declaratoria de alerta naranja, la UNGRD activó la Sala de Crisis Nacional para coordinar acciones con las autoridades. En ese contexto, el Comité Extraordinario de Manejo de Desastres recomendó la evacuación inmediata de la Zona 1, clasificada como área de amenaza alta del Puracé. En este sector habitan unas 70 personas, cuya evacuación —dice la UNGRD— debe ser decretada directamente por la Alcaldía de Puracé.
Mientras tanto, equipos del SGC han dialogado con las comunidades que habitan en los alrededores del volcán, dando a conocer la alerta, insistiendo en evitar la desinformación, mantener la calma y seguir las indicaciones oficiales ante una situación que puede evolucionar rápidamente.
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