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El caso de Facundo y la guerra colombiana

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Christian Rodríguez
19 de noviembre de 2021 - 08:00 p. m.
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La paz de Colombia es un asunto regional. O mejor, la guerra de Colombia ha implicado e implicará a la región. No es la primera vez que en el país aparecen combatientes insurgentes o paramilitares de otras nacionalidades. Desde la década de los sesenta, cuando recién comenzaba el Ejército de Liberación Nacional (Eln), algunos de sus líderes más distinguidos eran extranjeros: el comandante histórico de ese grupo era español y sacerdote católico, el “Cura Pérez”.

Pero también del otro bando, los paramilitares (ejércitos de derecha), financiados con dinero del narcotráfico, grandes empresarios y ganaderos, pagaron a israelíes para que entrenara a sus hombres a orillas del hermoso río de la Magdalena. También el Ché Guevara pasó por el país disfrazado de cura, y hasta dicen que se dio un paseíto por el Eje cafetero. Y como si fuera poco, los Nazi llegaron un día en submarino al puerto de Buenaventura: bajaron, desfilaron y se fueron. No sabemos si el calor los espantó.

Entonces que no nos digan que el caso de Facundo Morales, el argentino que hoy Colombia pide en extradición por haber pertenecido a las antiguas Farc, es un caso “espectacular” y “novedoso”, nada de eso. Ya en esta exguerrilla se tenía noticias de extranjeros que venían a Colombia y terminaban enredándose en la lucha armada. Está el caso de Tanja, la holandesa que llegó de Europa por un tiempo a Colombia y terminó siendo una guerrera heroica -al menos eso creía ella- al estilo sesentero, tipo revolución cubana y mesianismo de liberación.

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La luciferina guerra es un espejismo macabro donde cada bando cree que lucha por la verdad. Cuesta sangre de inocentes y martirio del pueblo. Facundo se equivocó al no firmar la paz, marcharse del país y querer continuar la lucha por otras latitudes del continente. De eso no hay duda. Su ingenuidad, un craso error que hoy costará (lo más seguro) un conflicto diplomático entre dos países hermanos y que también comparten historias convulsas cada uno a su manera, nos hace pensar que ciertamente la guerra colombiana es una guerra del continente.

Colombia tiene siete bases militares del Ejército norteamericano apuntando a la región. Es el segundo Ejército más poderoso de América Latina después de Brasil. Su configuración como Estado está aún pensada para la guerra interna. Hay millones de colombianos en la diáspora y el exilio. Asesinan en promedio un líder social por día, sigue siendo el primer gran exportador de cocaína. Sus élites gobernantes en el Estado están claramente vinculadas con el narcotráfico. Y como si fuera poco, es un país neoliberal.

No es la primera vez que la guerra nos pone en aprietos con el vecindario. Recuerden cuando el “innombrable” dio de baja a Raúl Reyes en Ecuador sin autorización del presidente Rafael Correa, bombardeando territorio ecuatoriano. O cuando secuestró a Rodrigo Granda en Venezuela, también sin autorización de Chávez. El caso más reciente es el asesinato del presidente de Haití por ex militares colombianos, defendidos por el gobierno de la marioneta. Colombia exporta empresas de mercenarios compuestas por ex militares y ex paramilitares y nadie los regula.

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El gobierno colombiano puso en circular roja de interpol a Facundo, y la Policía Federal Argentina no tuvo otra que capturarlo, ahora Colombia se lame el hocico pidiendo su extradición. El Estado colombiano es una máquina de guerra, macabra y eficiente. Tiene la orden de acabar con todo lo que huela a izquierda y lucha social, de hecho está eliminando uno por uno a cada ex guerrillero firmante del acuerdo de paz.

Es muy probable que Facundo en Colombia acabe asesinado en la cárcel, verdaderas mazmorras. Las cárceles colombianas son controladas por redes narcotraficantes vinculadas con organismos del Estado, y es el lugar por excelencia donde suelen eliminar lo que les estorba. Realmente no hay condiciones de derechos humanos en el sistema penitenciario de Colombia, y ante el pedido de extradición lo mínimo que debe hacer Argentina es revisar este tema a la luz del derecho internacional.

 

Julio(2346)20 de noviembre de 2021 - 02:10 p. m.
Según el uribismo, la oposición "castrochavista" en Colombia está dirigida y financiada desde ultratumba por las momias de Castro y Chávez", e incluso por las de Marx y Lenín, y el oficialismo democrático está representado por el mismísimo representante de Dios en la tierra: el mesías de Envigado, apodado por la izquierda como "El matarife".
Julio(2346)20 de noviembre de 2021 - 01:57 p. m.
¿Cómo sería el escándalo del ultramacartista uribismo si en un gobierno de izquierda las siete bases militares instaladas en Colombia no fueran gringas sino rusas o chinas? !Mammma mía! Pero es evidente que la extrema derecha se reserva todos los derechos, y a sus opositores solo les deja los deberes. !Y a eso le llaman "democracia"! !Re-mamma mía!
Julio(2346)20 de noviembre de 2021 - 01:46 p. m.
El uribismo alega que Santos le entregó el país al "lasfar", pero eso es falso porque ya Uribe se lo había entregado a los paramilitares en 2002. Por eso la rivalidad está entre los narcoguerrilleros que luchan por tomarse el poder y los narcoparamilitares que se resisten a entregarlo.
Julio(2346)20 de noviembre de 2021 - 01:38 p. m.
Con subpresidente y vicepresidente uribistas, ministros uribistas, fiscal uribista, procuradora uribista, con partido de gobierno uribista... !y sin embargo el uribismo se obstina en alegar que "Santos le entregó el país a lasfar"! !Ay hombe!
Julio(2346)20 de noviembre de 2021 - 01:29 p. m.
Cuando los guerrillos colombianos se refugian en Venezuela el gobierno colombiano acusa al venezolano de albergarlos y protegerlos. ¿Se deduce de ésto que cuando los guerrillos permanecen en Colombia son albergados y protegidos por el gobierno colombiano? Es evidente que eso no sucede con los guerrilleros pero sí con los paramilitares, porque los narcoparas son el ejército privado del narcopraco.
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