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Más allá del ruido sobre Estocolmo

En el tiempo que resta para el fin del gobierno ¿podrá hacerse algo que alivie la situación de las comunidades afectadas por los actores armados?

Álvaro Jiménez M.
28 de enero de 2022 - 05:35 p. m.

El gobierno de Suecia y la Academia Folke Bernardotte (FBA por sus siglas en ingles) invitaron a Estocolmo a un grupo diverso de colombianos para pensar juntos. La conversación versó sobre algunos temas como éstos:

¿Qué hará el 8 de agosto él o la nueva gobernante frente a las comunidades y geografías dominadas por el que tiene la pistola más grande? La violencia reciclada y la ausencia de Estado Social de Derecho en Arauca, Chocó, Catatumbo, Bajo Cauca Antioqueño, pacífico Nariñense, zonas del sur de Bolívar, regiones del Cauca, Meta, Putumayo, Guaviare, Caquetá entre otras, exigen construir una respuesta para el hoy.

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Se requiere una decisión que considere la humanidad de los colombianos afros, indígenas, y mestizos que allí habitan, como un valor importante para quienes no vivimos en estos lugares.

Acciones que prioricen la humanidad, que protejan la vida, que propicien lo que no han logrado las ofensivas adelantadas por las Fuerzas Militares y de Policía contra los grupos armados no estatales, que logren superar las amenazas no resueltas tampoco por las repetidas declaraciones del ministro de la defensa y menos aún por la grandilocuencia y el tono amenazante que usa el presidente Iván Duque como lugar común.

Estas son las preocupaciones que Iglesia, organizaciones de sociedad civil, voceros de campañas electorales, actores humanitarios tenemos frente al futuro del país y de las que hablamos en el encuentro de Estocolmo. Desde luego, otros asuntos son de interés, pero la vida o la muerte del grupo de colombianos que habitan esos territorios debería llamar a todos y a todas en Colombia a actuar. En el tiempo que resta para el fin del gobierno ¿podrá hacerse algo que alivie la situación de las comunidades afectadas por los actores armados?

Quienes habitan estas regiones, sólo deben apretar dientes, continuar viviendo el terror y la muerte o, ¿podrán encontrar caminos para la crisis humanitaria que padecen?. Las comunidades allí, sus voceros, la iglesia católica y las organizaciones humanitarias que trabajan en estos lugares, reclaman una y otra vez el fin de la violencia, marchan rechazando las acciones de los armados, piden la presencia integral de la institucionalidad, pero ninguno de estos clamores transforma su realidad, se requiere más. Por ello insisten en acuerdos humanitarios, hechos unilaterales, bilaterales, algo que les permita mejor vivir. ¿Cómo hacer? Mirar para otro lado no puede seguir siendo alternativa.

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Mayores complejidades también deben ser pensadas y discutidas: ¿Cómo actuara un nuevo gobierno frente al incumplido “anexo de ruptura”, que es parte integral de los protocolos firmados para negociar la paz con el Eln, frente a Noruega y Cuba como países garantes?

El apoyo y acompañamiento internacional a la sociedad y a los distintos gobiernos no sólo en materia de paz sino para el fortalecimiento de la democracia colombiana ha sido total. Hemos recibido solidario acompañamiento para ser un país con mayores avances en términos de humanismo, crecimiento económico y posicionamiento en el concierto global. Por ello, no cumplir lo acordado, como hasta ahora ha hecho el gobierno actual significa romper la confianza global en materia de negociaciones de paz. Ello debe corregirse. ¿Cómo?, ¿en que momento?

Esas preguntas flotan en el ambiente.

Los interrogantes son todos. La tarea está pendiente, y las voluntades para superar estos retos como sociedad son la exigencia. No hay fórmulas mágicas, pero si caminos recorridos. No hay solución sacada de algún sombrero, pero sí el deber ético de atender las voces desgarradas de regiones enteras que están pidiendo ESTADO, no revolución; que siguen clamando por paz justicia y dignidad.

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Articular la periferia nacional a la ilusión, a las condiciones y, a los retos que tenemos los demás ciudadanos es imperativo. La indolencia frente a lo que ocurre con los colombianos de estas zonas prolongará marginalidades y violencias sobre quienes viven en estas geografías. No podemos evadir nuestra responsabilidad. La periferia, todas las periferias rurales y urbanas son la prueba acida del sistema político, económico, social e institucional pero también de la responsabilidad de los colombianos entre si.

Esto no es un asunto menor y ha de ser claro que el próximo gobierno deberá abordar esa tarea. Pensarlo, discutirlo, aquí y en Estocolmo incumbe a todos.

Álvaro Jiménez M

ajimillan@gmail.com

Por Álvaro Jiménez M.

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