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Luisa* no había dejado las armas el día que supo que quería dedicarse a las artesanías. Era guerrillera de las FARC en el departamento de Magdalena. Una tarde, mientras caminaba por el monte, vio a una indígena arhuaca tejer. Esa imagen se convirtió en un boceto de los días que llegarían.
—Ay, ¿qué es eso? Yo quiero aprender —le preguntó Luisa a la indígena.
—Esto se llama mostacilla en telar.
La conversación se transformó en una lección generosa. Por un momento, Luisa se olvidó de que estaba en la guerra. “Me dio las primeras explicaciones. Yo aprendí y desde ahí siempre me ha gustado tejer. Seguí aprendiendo otros diseños, otros modelos, combinaciones de colores y me ha gustado muchísimo. Los firmantes del Acuerdo de Paz también aportamos mucho en la bisutería y en el aprendizaje de muchas cosas”, contó a Colombia+20 la firmante de paz.
Aquel encuentro sembró el negocio que Luisa impulsó tras dejar las armas: una tienda de pulseras, collares y aretes en mostacilla que exhibió en la feria de emprendimientos del evento organizado por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), el 20 y 21 de noviembre en Maloka Museo Interactivo, en Bogotá, en el marco de los nueve años del Acuerdo de Paz.
El nombre del encuentro, 12.000 razones para continuar, es el reflejo del número de firmantes que siguen en proceso de reincorporación.
“La reincorporación va más allá de trabajar alrededor de unos beneficios para los firmantes. Claro que en ese tránsito a la ciudadanía, los firmantes tienen apoyos económicos y beneficios para su proceso, pero la reincorporación es fundamentalmente una apuesta por la paz y la no repetición de la guerra. Casi el 90 % siguen comprometidos con la paz, vinculados al proceso de reincorporación y trabajando en sus procesos sociales”, dijo Alejandra Miller, directora de la ARN, durante la instalación del evento.
Algunos de esos procesos se expusieron durante el encuentro, que contó con experiencias inmersivas, conferencias académicas, paneles, presentaciones de danza, feria de emprendimientos, pódcast, proyecciones documentales y exposiciones fotográficas; todo para mostrar los avances y rezagos del punto 3 del acuerdo que se firmó en La Habana en 2016.
La estigmatización, uno de los grandes retos
La niña no se contuvo. Mientras el Coro Hijos e Hijas de la Paz cantaba “Amo esta tierra” —del compositor Leonardo Laverde Pulido—, ante el auditorio de Maloka, los ojos de una de sus integrantes se desbordaron. El público desconocía la razón, pero eso no importaba. Para quienes fijaron su mirada en ella, la imagen fue conmovedora.
“Amo esta tierra donde nací, soy colombiano hasta morir.
En tiempos buenos o en tiempos malos.
Por lo que amo me quedaré aquí”, cantaban los niños.
La presentación culminó. En medio de los aplausos, alguien dijo: “¡Qué belleza! No tienen la culpa”. Alguien respondió: “Tanto, que los siguen señalando”.
Este primer día cerró con la presentación artística del Coro de Hijas e Hijos de la Paz, integrado por niños, niñas y adolescentes hijos de firmantes del acuerdo, quienes rindieron un homenaje especial a este proceso.🕊️🎶 pic.twitter.com/nshb5UArBU
— Colombia+20 (@EEColombia2020) November 21, 2025
En efecto, la estigmatización es uno de los mayores obstáculos que persisten tras nueve años del Acuerdo. Dairo Abril, uno de los firmantes que asistió al evento de la ARN, explicó a este diario que esa es una de las grandes preocupaciones para quienes dejaron las armas.
“Seguimos sufriendo de estigmatización en la sociedad, de algunos sectores tradicionales. Ha sido muy difícil llegar a otros departamentos porque cuando vamos a entrar, alguien se pronuncia haciendo un llamado a la comunidad a imponerse, a no permitir el ingreso de firmantes porque consideran que somos una amenaza”, reveló Abril.
Esa estigmatización se ha traducido en un reto de seguridad para los excombatientes. Las cifras lo demuestran. Tras la firma del Acuerdo de Paz, 475 de ellos han sido asesinados, informa Indepaz.
“La inseguridad en varios territorios sigue siendo una amenaza para la reincorporación y la implementación del Acuerdo de Paz. Los asesinatos de firmantes, la estigmatización y los riesgos persistentes exigen redoblar la protección, la prevención y la presencia integral del Estado”, dijo el jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, Miroslav Jenca.
La crisis humanitaria que desató la ofensiva del ELN en el Catatumbo, en enero de este año, explica no solo las dinámicas de violencia sistemática contra los excombatientes, sino el aumento desbordado de este año. Solo en ese mes y a causa de esos enfrentamientos, al menos seis firmantes de paz fueron asesinados.
Camilo González Posso, quien era entonces el jefe negociador del Gobierno en la mesa con Calarcá, advirtió en ese momento que la instrucción del ELN era aniquilar a los exguerrilleros, a quienes acusaban de ser informantes y aliados del Gobierno.
En contexto: Viaje al Catatumbo: así se vivió la mayor crisis humanitaria de los últimos tiempos
Diez meses después del inicio de ese episodio violento, los desplazamientos masivos en Catatumbo han cesado, pero la realidad para los firmantes —aunque ya no ocupen titulares— sigue siendo casi la misma, explicó Abril.
“La mayoría de firmantes de la región del Catatumbo se fueron. Hay algunos con procesos de tierra cerca de Cúcuta y otros que salieron del departamento. Eso demuestra que no se puede consolidar la solidaridad en la región. Todavía hay muchos asesinatos selectivos de personas y líderes, y nadie responde por eso”, aseguró el excombatiente.
Esa es, además, una de las principales alertas del informe trimestral de la ONU sobre la implementación del Acuerdo de Paz, que en cada entrega advierte al Consejo de Seguridad sobre los asesinatos de excombatientes. El organismo internacional señala que estos homicidios siguen siendo un obstáculo estructural para la implementación del Acuerdo. Los desplazamientos forzados también dejan rezagos en otros aspectos de la reincorporación. El abandono de sus tierras puede tener efectos, por ejemplo, en los 6.097 proyectos productivos que han logrado poner en marcha los firmantes de paz.
Durante el evento de la ARN, Pastor Alape —exintegrante del último secretariado de las FARC y representante del Partido Comunes— advirtió a El Espectador que, frente a la estigmatización y la seguridad, el reto es que exista un compromiso “de todas las fuerzas políticas y poder llevar el Estado al territorio”.
En medio de esos retos, la ARN es enfática en mostrar los avances en la implementación del Acuerdo. En una pared del museo donde se realizó el evento, se desplegó una infografía con cifras como: 30.017 firmantes con empleo entre septiembre y enero de 2025, cobertura en salud para el 99 % de quienes siguen en proceso de reincorporación y 100 predios adquiridos que suman 17.846 hectáreas. La directora de la ARN destacó otro dato: 1.500 viviendas fueron entregadas o finalizadas durante este Gobierno. “Son impulsos muy importantes para nosotros, que han permitido superar rezagos”, dijo Miller.
Mujeres y participación política
“Que las mujeres firmantes no son actoras políticas” (sic), decía una nota pegada en el espacio que la ARN dispuso durante el evento para que los asistentes dejaran por escrito los estigmas que quisieran borrar sobre los excombatientes.
Según cifras de la ARN, 352 mujeres han participado en procesos de formación política y de liderazgo. Sin embargo, aunque el Acuerdo de Paz es, en esencia, político, la participación femenina está marcada por capas de desigualdad y dificultades que siguen afectando su presencia en estos espacios.
Durante los dos días del encuentro en Maloka, los retos para las mujeres en la implementación del Acuerdo de Paz fueron también centro de debate, entre otras cosas porque ha sido la impronta que ha querido dejar Miller durante su administración en la ARN. ¿Cuáles son sus preocupaciones, sus logros, sus miedos? ¿A qué han tenido que enfrentarse tras salir de la guerra?
Esas respuestas encontraron un espacio en El nuevo camino de las mujeres firmantes, documental de la ARN que tuvo su lanzamiento durante el segundo día del encuentro. Después de la proyección, la coordinadora de Casa de la Mujer, Olga Amparo Sánchez, tomó la palabra.
“Nos reincorporamos desde un cuerpo que ha vivido la guerra desde unas historias marcadas con las injusticias desde unos territorios que también han sido heridos. Cada mujer trae consigo un saber único, legítimo, un saber que no es universal, pero es sí profundamente verdadero (...) Creo que podemos entender y nombrar experiencias que la sociedad no nombra. Las maternidades aplazadas y rotas por la guerra. Los liderazgos que en la vida civil vuelven a ser puestos en puestos en duda porque, entre comillas, ‘los varones lideran mejor y tienen más autoridad’”, señaló frente al auditorio.
Esa sensación de obstáculos es compartida entre las firmantes. De ahí, la importancia del enfoque de género en ese proceso. “Sin él se desconocería a la mitad de la población. Reconocernos como sujetas políticas nos permitió contar nuestras historias, fortalecer lazos comunitarios y sociales. Sin nosotras, no habría paz”, afirmó Martha Macana, firmante de paz.
De cara a las próximas elecciones, ese desafío no recaerá únicamente sobre las mujeres, sino que marcará el rumbo de todo el proceso de reincorporación.
En julio pasado, el Gobierno expidió el decreto que elimina las 10 curules transitorias que el Partido Comunes ocupaba en el Congreso desde 2018, tal como estaba previsto en el Acuerdo de Paz, que solo permitió dos legislaturas. Ahora, el partido deberá competir por primera vez en las urnas bajo las reglas del sistema político tradicional, sin ninguna garantía excepcional.
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“El desafío está en superar todas las campañas de polarización que atraviesan el país, porque la política aún se hace señalando al otro, reduciéndolo y deslegitimándolo. Ese es un escenario que estamos enfrentando. Otro aspecto es el tema de la financiación: no contamos con recursos que nos permitan desarrollar una acción en todo el territorio nacional. Por último, los actores violentos que operan en algunos territorios nos impiden llegar a zonas donde tenemos mayor acumulación política, especialmente en las áreas rurales”, dijo Alape.
El arte de los firmantes de paz, una forma de cambiar el discurso
Las fotografías de excombatientes tuvieron un espacio en Maloka para narrar la historia desde la mirada de quienes cambiaron los disparos de las armas por los de las cámaras.
Marcos Guevara, firmante de paz, hace parte de Miradas y La Rotativa, dos colectivos fotográficos integrados por excombatientes. En el arte de documentar la historia a través de imágenes ha encontrado una forma de romper la estigmatización y de contar, como pocos, lo que han significado nueve años de un intento sostenido por reconstruir sus vidas en paz.
“La cultura tiene la capacidad de romper esas barreras de la estigmatización. Es más fácil estigmatizar a alguien que esté haciendo participación política que a alguien que esté mostrando un proceso artístico, porque ahí se caen todos los argumentos, no hay forma de odio que tenga cabida en la cultura. El arte y la cultura logran tumbar esos imaginarios”, señaló Guevara.
Parado frente a una de sus fotografías expuestas durante el evento conmemorativo de la ARN, a Marcos se le escapó una sonrisa cuando le preguntaron por la historia que hay detrás de ella. Dijo que es el reflejo de lo que es el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Tierra Grata —ubicado en Manaure, Cesar— y de los que las comunidades han logrado con las uñas.
“Creo que esta es de las fotografías más icónicas y emblemáticas que hay de la comunidad de Tierra Grata, porque nosotros como comunidad organizada tuvimos la capacidad organizativa de satisfacer gran parte de nuestras necesidades básicas, como lo hacen los servicios públicos. Decidimos echarle energía a nosotros mismos con nuestros propios recursos. Fueron 2.5 km, compramos postes, compramos vallas y lo más importante fue que toda la comunidad salió a trabajar”, señaló a este diario.
Para Guevara lo que ha pasado en Tierra Grata -uno de los ETCR que más ha funcionado, al punto que ya han desarrollado una ciudadela con servicios incluidos- es precisamente una de esas 12.000 razones para continuar con la implementación del Acuerdo de Paz: los más de 80 niños y niñas que han nacido en esa comunidad —que dijo— profundizan el arraigo en una comunidad que algún día fue un imposible.
Esa es la razón para Marcos, pero cada excombatiente encuentra la suya; razones que sostienen sus proyectos de vida nueve años después de la firma del Acuerdo de Paz.
*El nombre de la excombatiente fue cambiado por petición de la fuente.
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