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“Don Mario me da la orden: que Vicente [Castaño] nos dio la orden de que como sea hay que tomar la zona y rearmarnos”. Este testimonio, escueto y revelador, podría resumir el inicio de todo. O la continuación de todo, para ser más precisos. Se trata de la declaración de un antiguo miembro de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el Urabá, quien contó a la Comisión de la Verdad cómo ocurrió la fundación de la estructura paramilitar que hoy se conoce como AGC o Clan del Golfo.
“En ese entonces no había una unidad de nada porque yo empezaba solo con la orden de Don Mario y de Vicente [Castaño]”, prosiguió el antiguo paramilitar: “Otoniel se había quedado en los Llanos orientales en Yopal, Casanare, ese era el proyecto de desmovilización, el proyecto que él estaba haciendo allá con el bloque que no se había desmovilizado”.
Este testimonio coincide plenamente con la versión más aceptada sobre el origen de las AGC, según la cual Vicente Castaño, hermano mayor de Carlos y uno de los hombres más fuertes dentro de las antiguas Autodefensas, se apartó del proceso de paz de Santafe de Ralito por sentirse “traicionado”. La postura de Vicente Castaño era compartida por otros mandos, quienes aseguraban que el Gobierno les había prometido que no pagarían ni un día de cárcel y que podrían quedarse en sus regiones de influencia montando proyectos con los antiguos combatientes.
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Vicente, quien además era un gran capo del narcotráfico desde los años 90, se negó a concentarse en La Ceja (Antioquia), en donde estaba el resto de jefes paramilitares que a la postre serían extraditados por orden del presidente Álvaro Uribe. Desde agosto de 2006 estaba prófugo de la justicia, moviendo sus hombres y recursos para rearmar una estructura militar que primero se llamó “Héroes de Castaño”, con la cuál podría garantizar el control de rutas y enclaves cocaleros, principalmente en Córdoba y el Urabá.
Este proyecto, según lo narraron investigadores y desmovilizados a la Comisión de la Verdad, se pensó primero como un brazo ilegal para hacer el trabajo sucio que ya no podían hacer los jefes paramilitares desmovilizados o en proceso de ingresar a la legalidad, así como sus aliados en la política y los negocios: “Entonces un día llegó el finado Cepillo Negro, de nombre Carlos Vásquez, que era el comandante de la zona de Urabá, que se había desmovilizado con el bloque, llegó el finado don Alberto Osorio Mejía, llegó el finado Chilapito, que era el hombre de confianza de Pedro Hasbún, llegaron a hablar con ellos ahí, yo los vi por ahí hablando y me saludaron: “¿Qué más?”; cuando me dice Don Mario: “Bueno, el proyecto, la orden de Vicente es armarnos, entonces arrancamos por Urabá”, contó uno de los fundadores de las AGC a la Comisión de la Verdad.
Según este hombre, los jefes le habrían orientadosobre cómo conformar nuevamente el aparato militar: “Usted es la persona más indicada para que coja la zona de Urabá, aquí está don Alberto que es de las Convivir [Papagayo], aquí está Chilapito que es el hombre de Pedro, aquí está Carlos Vásquez, que usted distingue a Cepillo como el comandante de Urabá, ellos no se van a poner la camisa, la camisa se la pone usted, pero ellos van a ser nuestro apoyo porque ellos conocen todo, ellos a usted le van a presentar ganaderos, comerciantes, ley, de todo”.
Alberto Osorio Mejía era un ganadero antioqueño con fuertes vínculos con el paramilitarismo desde los años 90 porque había sido socio de la célebre “Convivir Papagayo”, una cooperativa legal que sirvió de mampara para las Autodefensas en el Urabá. Según la Comisión, fue Osorio Mejía el encargado de restablecer contactos y alianzas con políticos, empresarios y mandos militares en la región para el naciente grupo. Mejía fue asesinado dentro de su propia camioneta en una carretera de Córdoba en septiembre de 2014, en hechos confusos que parecen un ajuste de cuentas mafioso.
Ya en octubre de 2008 este grupo decreta el primero de la larga sucesión de paros armados en el Urabá, consiguiendo paralizar el comercio y la movilidad en varios municipios. Alegaban en aquella oportunidad el “incumplimientos del Gobierno nacional a los acuerdos de reintegración de los desmovilizados de las AUC”.
“En el Urabá nosotros nos armamos, como le digo, no fue cosa mía que yo fui a las malas a armarlos, no, yo llegué, como le digo, con los militares, primero con don Alberto [Osorio], después ganaderos, después bananeros, después comerciantes, después la parte política, me reuní con todos los alcaldes, los alcaldes también me apoyaban económicamente”, concluye el revelador testimonio de uno de los fundadores de las AGC.
Según versiones de desmovilizados, Vicente Castaño terminó ejecutado en 2007 por diferencias con Don Berna y Macaco, otros comandantes paramilitares en el Bajo Cauca, a partir de ese momento el mando de aquella estructura, que por entonces ya se conocía como “Los Urabeños”, quedó en poder del narcotraficante Daniel Rendón Herrera “Don Mario”, quien es hermano del también jefe paramilitar Freddy Rendón Herrera “El Alemán”.
No obstante, debe aclararse que este último nunca se apartó del proceso de Santafe de Ralito. Los tribunales de Justicia y Paz consideraron que El Alemán aportó verdad y reparación a sus víctimas y hoy se encuentra libre desde el 2015, después de cumplir con la pena de ocho años de cárcel que le fue impuesta por esa jurisdicción.
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El reciclaje de la guerra
El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) estableció que la mayoría de miembros iniciales de lo que hoy se conoce como AGC o Clan del Golfo fueron paramilitares rearmados, provenientes sobre todo del antiguo Bloque Centauros, en los llanos, donde operaba alias Otoniel, y del llamado Bloque Mineros en el Bajo Cauca, que estuvo al mando del extraditado Ramiro ‘Cuco Vanoy’
En palabras del CNMH, se trataba de “personas y grupos que participaron del proceso de desmovilización, pero que con el tiempo reincidieron en actividades relacionadas con el crimen organizado y conformaron nuevas estructuras”, en un proceso que no sólo estaba ocurriendo con el núcleo inicial de las AGC, sino también con otras estructuras como Los Paisas, Los Nevados, Los Rastrojos y Las Águilas Negras, lo que el CNMH denomina como un “grado de continuidad” que se explica en el hecho de que no desaparecieron las bases del conflicto, las economías ilegales y la marginalidad rural. Tampoco hubo verdaderas oportunidades de reinserción para mandos medios y combatientes de las Autodefensas recién desmovilizadas.
Esta tendencia era evidente desde los días finales de Santafe de Ralito, incluso la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia de la OEA advirtió en uno de sus informes al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2006 que existía una clara fragmentación del proceso, hecho que además quedó registrado en una comunicación secreta (hoy desclasificada) que el entonces embajador norteamericano en Colombia William Wood envió a sus superiores del Departamento de Estado:
“Las recientes unidades formadas y los reductos restantes pueden ser descritos como un continuo entre un Estado disperso, atomizado, y un interés en monopolizar las actividades ilegales. Por un lado, las unidades son independientes, con sociedades sueltas, asociaciones casuales y fluidas, y alianzas no concretas y duraderas. Por otro lado, hay una organización jerárquica que controla y regula todas las actividades económicas ilícitas y las operaciones en diferentes territorios”.
La caída de ‘don Mario’ y el imperio de Los Úsuga
“Don Mario [les] propone que monten su propio negocio junto con Otoniel y Giovanni. Cuando, en Urabá, Don Mario se encuentra con Otoniel y Giovanni, Otoniel le dice que, ya con todo lo que han aprendido durante ese tiempo, conformen la propia organización de ellos, que se llamaría los Urabeños”, declaró un investigador en un documento recopilado por la Comisión de la Verdad. Otoniel era Dairo Antonio Úsuga y Giovanni era su hermano Juan de Dios Úsuga, quien heredó el poder de Don Mario cuando este fue capturado en 2009 y extraditado años más tarde a los Estados Unidos bajo cargos de narcotráfico.
Con la muerte de Giovani durante un operativo militar el primero de enero de 2012, Otoniel asumió las riendas de la organización, que creció de forma exponencial desde entonces. En esa época se la empezó a referenciar también como “El Clan del Golfo” o “El Clan Úsuga”, por la cantidad de parientes de ambos hombres vinculados en el aparato criminal y sus redes de lavado de activos.
En su informe El Bloque Mineros de las AUC: violencia contrainsurgente, economías criminales y depredación sexual, los investigadores del Centro Nacional de Memoria Histórica explicaron así la evolución de las nuevas AGC o Clan del Golfo: del 2006 al 2011 se movieron entre la fragmentación de múltiples bandas y facciones neoparamilitares que se habían apoderado de pequeños territorios, pero desde el 2012 en adelante se consolidaron como el actor armado dominante, sometiendo, absorbiendo o expulsando de sus territorios a una decena de pequeños grupos armados que también provenían de las viejas estructuras paramilitares, hasta convertirse en el mayor actor armado ilegal del país con presencia en varios departamentos y miles de hombres en armas.
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De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica, ya en 2011, después que las AGC hubieran empleado como base de operaciones el caserío de Barro Blanco, en el Bajo Cauca, para expandirse más allá del Urabá, todos los pequeños grupos mafiosos y neoparamilitares “llegaron a algunos consensos en razón al poder militar que las Agc comenzaron a exhibir. El acuerdo se dio entre las Agc y Los Rastrojos, que se dividieron el país en dos: las AGC se quedaban con Antioquia y la región Caribe, mientras que Los Rastrojos con el Pacífico y el sur del país. En todo caso, en la zona norte de Antioquia, se mantuvo un reducto de Los Rastrojos, conocido como Héroes del Nordeste”.
Las AGC incluso llegaron a acuerdos y pactos de no agresión con las FARC, que aún no se habían desmovilizado, lo que les permitió convertirse en el actor hegemónico que dominaba todas las rutas de la cocaína en el norte del país. La extinta guerrilla, por su parte, consiguió “no desgastarse en una guerra contra estos grupos, o en la toma violenta de caseríos y algunas zonas urbanas, a cambio aumentar las rentas ilícitas. Con esta alianza ambos actores se vieron ampliamente favorecidos tanto en lo económico como en la disminución de un número de bajas en cada bando”, señala un documento de la Defensoría del Pueblo que documentó la situación.
Como lo reveló este diario en 2021, también tuvieron acuerdos puntuales de no agresión con el Ejército de Liberación Nacional en el sur del Chocó, que se rompieron en agosto de ese año, después de la muerte de Uriel, el comandante del ELN que había acordado aquel pacto, marcando una ofensiva de las AGC hacia el sur del país copando el litoral Pacífico, ofensiva que aún sigue en marcha.
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En las únicas comparecencias oficiales que Otoniel ofreció a las autoridades colombianas, aquel fue entrevistado varias veces por la Justicia Especial para la Paz en diciembre de 2021, poco después de su captura que él aseguró era un entrega concertada. Luego fue entrevistado por la Comisión de la Verdad en febrero de 2022. En dichas entrevistas aportó detalles de sus inicios como guerrillero del EPL en los ochenta, su ingreso a las Autodefensas y la posterior fundación de las Agc. También entregó una lista de funcionarios, políticos y mandos militares que habrían colaborado con su organización, por lo menos, desde que él militaba en el Bloque Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia.
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Esto explica por qué el grupo pudo expandirse como lo hizo hasta hacer presencia en casi la mitad de departamentos del país, llegando a disputar la hegemonía con otros actores armados incluso en zonas de fuerte presencia guerrillera como el litoral Pacífico. Una entrevista con un antiguo mando de las Agc, recopilada por la Comisión de la Verdad es muy reveladora de la manera como han funcionado los vasos comunicantes entre las nuevas estructuras paramilitares y la institucionalidad:
“ENTREVISTADOR: ¿[Generales del Ejército] también recibían pagos? [...] TESTIMONIANTE.: Sí, señor, todos estaban en la nómina, todo el que trabajaba con nosotros estaban en la nómina. ENTREVISTADOR: ¿Esas nóminas eran mensuales? TESTESTIMONIANTE: Sí, mensuales. ENTENTREVISTADOR: ¿Un militar [de ese rango] más o menos cuánto podría ganar? TESTIMONIANTE: Más o menos 20 millones de pesos al mes”.
El investigador Gustavo Duncan puntualizó cuatro características que definen a este grupo y le permiten copar el espacio natural que tenían en algunas regiones las organizaciones guerrilleras. De acuerdo con Duncan, las Agc tienen una gran capacidad de reclutamiento, actúan según las circunstancias como un ejército regular imitando a las guerrillas, poseen una organización criminal bien armada y equipada, pero a la vez incorporan a esta a sectores vinculados a la economía informal de las zonas donde operan.
Un nuevo paramilitarismo que, como lo resumió el ex comisionado de la verdad Leyner Palacios, ahora está más interesado en hacer negocios, que en pelear a nombre ajeno la guerra contra las guerrillas: “Desde el 97 no hay una lucha contrainsurgente, lo que hay es una lógica de imposición de procesos de narcotráfico, los grupos armados se distribuyen y disputan las zonas por el narcotráfico”.