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El Nogal: dos víctimas cuentan, en primera persona, cómo sobrevivieron al atentado

Hace 20 años, el 7 de febrero de 2003, estalló un carro bomba en el parqueadero del club El Nogal en Bogotá. Este atentado terrorista perpetrado por las extintas Farc dejó un saldo de 36 personas muertas y casi 200 heridas. Colombia +20 habló con una sobreviviente y la hija de un trabajador del club, quien falleció en ese hecho. Estos son sus relatos.

07 de febrero de 2023 - 05:48 p. m.
Con una ofrenda floral y una ceremonia, se le rindió homenaje a las victimas del atentado perpetrado por las Farc hace 20 años.
Con una ofrenda floral y una ceremonia, se le rindió homenaje a las victimas del atentado perpetrado por las Farc hace 20 años.
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga

Soy Ana Aydé Coronado Robayo, asistente de talento humano del club El Nogal. Estos 20 años después del atentado han sido de mucho aprendizaje. Fue un momento muy duro en lo familiar, afectó mi salud mental y física, me quedaron varias secuelas como el dolor de cabeza y el vértigo. En el 2007 tuve un accidente cerebrovascular y eso fue a raíz del atentado.

Yo era ascensorista y esa noche quedé atrapada en uno de los ascensores con un señor del que no me acuerdo ni la cara. En el ascensor quedó un espacio pequeño, como un triángulo, se veía como una luz. Lo que hizo la onda explosiva fue levantar el ascensor que venía subiendo y quedó entre los pisos cinco y seis. Todo se llenó de ese humo asfixiante que me alcanzó a quemar la garganta. El señor me dijo que corriéramos la silla y salimos por ahí.

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Creo que Dios le muestra a uno el espacio, le dice por donde salir. La ventaja mía es que conocía el club, cuando se abrió el ascensor supe que estábamos en el sexto piso, por el color del tapete. Cuando llegamos al séptimo piso nos dimos cuenta de que si hubiéramos salido por el otro lado hubiéramos caído al vacío. Con otros compañeros ayudamos a sacar gente, hicimos una cadena, porque bajaban muchas personas desorientadas y como conocíamos el club, les podíamos ayudar. Yo no sabía qué había pasado, escuchaba a la gente que decía que eran las calderas que habían explotado, no sabíamos que era una bomba. Como pudimos rompimos los vidrios para que saliera el humo atascado.

El conmutador se saturó, pero gracias a un compañero pude llamar a mi familia, yo estaba muy preocupada por mis hijos que estaban pequeños. Cuando me escucharon no me reconocían la voz porque se me había quemado la garganta con el humo. Me dijeron que mi hijo se había desmayado tres veces, que estaba muy mal, que preguntaba mucho por su mamá. Todos creyeron que yo estaba muerta, no me creían que yo estaba viva, hasta que me vieron y me tocaron.

Yo estuve en el club como hasta las 9:30 de la noche cuando nos sacaron los bomberos porque nos dijeron que el edificio iba a colapsar. Yo me sentía muy agotada, nos dieron agua, nos pusieron oxígeno, me revisaron y como yo podía caminar, pedí que me dejaran ir para mi casa. La gerente nos pidió que nos reuniéramos en el parquecito, para saber quiénes estaban vivos y empezamos a enterarnos de compañeros que ya habían fallecido.

Cuando ya me bañé en mi casa me di cuenta de que tenía el pie cortado y el tobillo me dolía. Fui al médico al otro día y me dijeron que tenía un esguince de segundo grado, me sacaron muchísimo humo de los pulmones, me enyesaron. La recuperación ha sido muy dura. He estado en psiquiatría porque me dan unas depresiones terribles, me dio claustrofobia, no puedo quedarme sola tanto tiempo, y luego me dio el accidente cerebro vascular y quedé con muchas limitaciones.

Estuve más de un año por fuera del club, tuve que empezar de cero, volver a hablar, a todo. Definitivamente Dios me tiene para grandes cosas. Sobreviví dos veces. El club me ha apoyado mucho, estuve reubicada en varias partes por mis limitaciones. Trabajé como guía, luego en el punto informativo, en gerencia, en comunicaciones, en atención al socio.

Yo estuve en un acto de reconocimiento que nos hicieron los señores de las Farc, allá nos pidieron perdón. Yo me pude desahogar y les dijimos que eso no era suficiente porque nos habían hecho mucho daño, que la guerra era con otras personas no contra nosotros que éramos inocentes. Les conté cómo me afectaron. Siento que no fue sincero su arrepentimiento, dijeron que iban a ayudar con las víctimas, pero hasta ahora nada. No nos han vuelto a llamar.

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Yo no soy de rencores y le pido a Dios que los perdone, de mi parte no, porque me afectaron mucho. No voy a reclamar nada porque no nos van a devolver la salud ni nada. La fundación me ha ayudado a pagar la universidad de mis hijos.

“Esa noche se me cayó el mundo”: Andrea Ferro, víctima del atentado en El Nogal

El conjunto donde vivimos en Suba lo construyó un socio del club El Nogal y varios trabajadores compraron apartamento aquí. El 7 de febrero de 2003, después del atentado, prácticamente se sentía la alerta en todo el conjunto porque muchos esperaban a sus familiares.

Mi papá se llamaba Manuel Antonio Ferro Cruz, era el chef del restaurante y muy trabajador, se ganaba el salario mínimo. Ese día su turno se acababa más temprano, pero como era tan trabajador decidió quedarse cuadrando unas programaciones.

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Esa noche se me cayó el mundo a mí y a toda mi familia. Yo tenía 12 años, yo fui la hija menor y él era todo para mí. Cuando vi la noticia de última hora y las imágenes del atentado, ese sonido de las ambulancias, el sonido de urgencia que tienen las noticias de última hora, todo eso le queda dando vueltas en la cabeza a uno por siempre. Recuerdo que pasamos de largo toda la madrugada viendo noticias, a ver si lo veíamos por el televisor.

Los compañeros de mi papá fueron llegando en medio de las lágrimas y ver que él no llegaba fue horrible, una tristeza grandísima. Al día siguiente por la tarde supimos que él había fallecido. Fue una zozobra que me tiemblan las manos de recordarla, sigue siendo dolorosa.

Muchas víctimas tienen unas secuelas que vienen desde que ocurrió el atentado, nos dicen que son por la edad, pero no es así. Queremos que nos escuchen, no fue cualquier cosa lo que nos pasó, fue uno de los atentados más fuertes para Colombia, que no tiene explicación y se pudo haber evitado.

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Queremos que el presidente Gustavo Petro esté presente con nosotros en el evento de conmemoración. Él nos prometió a las víctimas que íbamos a estar en el centro de su política y queremos que esté acompañándonos y escuchándonos.

Hay un gran derecho que tenemos las víctimas y es que los créditos nos sean condonados. Hemos tenido que hacer muchos esfuerzos para salir adelante, tanto los heridos como quienes perdimos familiares. Hemos sufrido crisis emocionales que generaron mucho desgaste, no sólo en la paz de la familia, sino en lo económico también.

Por Camilo Alzate González

Licenciado en literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Cubre temas relacionados con paz, derechos humanos y conflicto armado.@camilagrosocalzate@elespectador.com

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