México, 30 años de acompañar los procesos de paz en Colombia

Ese país será la sede del segundo ciclo de las negociones con el Eln, pero no es la primera vez que es acompañante de los diálogos de paz de Colombia. Su historia se remonta a 1992. Su papel en este proceso podría ser también una estrategia de López Obrador para consolidarse como figura de izquierda.

Cindy A. Morales Castillo
14 de diciembre de 2022 - 03:30 p. m.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con  su homólogo de Colombia, Gustavo Petro (i) en el Palacio Nacional en la Ciudad de México (México).
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con su homólogo de Colombia, Gustavo Petro (i) en el Palacio Nacional en la Ciudad de México (México).
Foto: EFE - Mario Guzmán
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Este lunes se cerró en Caracas (Venezuela) el primer ciclo de negociaciones con el Eln y se anunció, entre otras cosas, que México será la sede del segundo ciclo de los diálogos de paz.

Hace dos semanas, México había aceptado actuar como país garante en el proceso que se adelantan con esa guerrilla. El hecho se dio en medio de la visita del presidente Gustavo Petro al país azteca, donde se reunió con su homólogo Andrés Manuel López Obrador. Los mandatarios afirmaron durante el encuentro que ambos tienen la “convicción de trabajar de manera conjunta por la paz en la región”.

El hecho de que México se una a estas negociaciones no es menor por la larga historia que tiene este país acompañando los procesos de paz de Colombia -y otros más de Centroamérica-, pero también porque podría ser parte de una estrategia de López Obrador para consolidarse como figura de izquierda y para poner a México en el tablero regional.

La historia de México como acompañante de los procesos de paz de Colombia se remonta a 1992 cuando se adelantaron diálogos entre el gobierno de César Gaviria y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, que reunía a las Farc, el Eln y el Epl. Esa fue la primera vez que unas negociaciones de paz se realizaban fuera del país. Sin embargo, México no fue la sede original; los diálogos iniciaron Caracas (Venezuela) por acuerdo de los delegados de las partes negociadoras tras una toma, en abril de 1991, de la embajada de Venezuela en Bogotá por parte unos delegados de la coordinadora guerrillera.

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La mesa se instaló en Caracas el 6 de junio de ese año y se realizaron cuatro rondas en la capital venezolana hasta noviembre de 1991. En febrero del año siguiente, los acontecimientos del llamado ‘Caracazo’, que devinieron en el golpe de Estado contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, hicieron que las delegaciones buscaran otra sede.

Venezuela ofreció otras sedes, pero la inestabilidad política y social hizo que las delegaciones buscaran otras alternativas. Los ojos se fueron hacia México, país que había cumplido un papel determinante en los procesos de paz de Centroamérica y más específicamente en la firma de los Acuerdos de Chapultepec, entre el gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (Fmln) que se sellaron en la capital mexicana el 16 de enero de 1992.

Era la sede perfecta para seguir la negociación. La negociación no se dio en la capital mexicana, sino en la ciudad de Tlaxcala, perteneciente al estado del mismo nombre, donde se adecúo un centro vacacional para llevar a cabo los encuentros, que fueron pocos, accidentados y muy tensos y se desarrollaron entre el 10 de marzo y el 1 de mayo.

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Para esa época ya funcionaba en la capital mexicana, en la Universidad Autónoma de México, una “oficina” para delegados de las Farc, que mantuvieron allí una sede “diplomática”, que durante años atendió Liliana López, conocida en la guerra como Olga Marín y Luis Alberto Urbano, conocido como Marcos Calarcá, hoy congresista por el Partido Comunes.

La oficina se abrió con el amparo de la Confederación de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Coppal), pero en realidad era un punto de encuentro para que delegados de esa guerrillera pudieran participar en foros, semanarios y promoción política de su organización. Después de 10 años de funcionamiento fue cerrada a pedido del gobierno de Álvaro Uribe.

En 2004, también con el gobierno de Uribe, México volvió a involucrarse tras la facilitación para iniciar acercamientos formales del gobierno con el Eln. La idea era que instalarían en ese país, pero el voto de este país en contra de Cuba en la ONU, hizo que el Eln descalificara su participación. En ese entonces, las partes retomaron el grupo de países amigos (España, Francia, Suiza, Noruega y Cuba).

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¿Espaldarazo a Amlo?

El apoyo de México al proceso podría ser también la forma de AMLO -como se le conoce al presidente mexicano por las siglas de su nombre- para consolidarse como una figura de izquierda y, de paso sumar puntos dentro de su electorado.

AMLO ha utilizado la política exterior con fines de política interior, y a pesar de que todas sus iniciativas, u ocurrencias, en materia de relaciones internacionales han fracasado, las ha utilizado para colocarse, en el discurso, como un defensor de valores”, explicó a Colombia+20 Mathieu Tourliere, periodista de la revista mexicana Proceso y quien cubre política exterior desde hace 10 años.

Para el periodista, que México sea la sede del segundo ciclo de negociones, le permite a López Obrador mostrarse como “una fuerza de mediación en América Latina. Es una manera de decir que aboga por la paz a través del diálogo y no mediante el intervencionismo”, explica.

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México también ha tenido otros intentos de meterse en la agenda regional como cuando López Obrador propuso al país como sede del diálogo de paz entre el gobierno venezolano de Nicolás Maduro y la Mesa de la Unidad Democrática.

La recuperación del peso en la política interna es clave para AMLO en este momento. Hace un par de semanas, decenas de miles de personas en ciudad de México marcharon contra AMLO por un proyecto de reforma electoral, que se convirtió en una certera expresión de rechazo al primer gobernante de izquierda de México.

Además, enfrenta a una oposición férrea que lo acusa de de populista y de militarizar el país. Esto último porque varias de las grandes obras de infraestructura están a cargo del Ejército y varios militares tienen tareas de seguridad. En el panorama de seguridad, según cifras oficiales, México registra más de 340.000 asesinatos y 108.000 desaparecidos, la mayoría atribuidos a las organizaciones criminales.

Aunque también podría ser la forma de mejorar la influencia de México en la región, para Tourliere es más una “estrategia de López Obrador para trascender como una gran figura de la izquierda, no solo en México, sino en toda la región. Presume sus buenas relaciones personales con los presidentes Gustavo Petro, Alberto Fernández o Luis Arce, y hasta cierto punto con Lula y Gabriel Boric, pero estas relaciones no se reflejan en lazos diplomáticas o comerciales más estrechos”, explica.

Sobre el aporte que puede dar México a las negociaciones, Tourliere afirma que con el antecedente del diálogo para resolver la crisis política en Venezuela, “el gobierno mexicano mostrado que se limitó en ser un buen anfitrión, otorgando todas las facilidades para que las negociaciones se lleven a cabo de manera privada, en espacios seguros y aislados de la prensa”.

Cindy A. Morales Castillo

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

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