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En el guion del Museo de Memoria de Darío Acevedo no existen los paramilitares

Colombia+20 conoció un documento con las bases del plan y el guion museológico de ese proyecto, que desconoce lo que se había trabajado hasta la fecha. Expertos alertan por vacíos en la propuesta.

Sebastián Forero Rueda
05 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
La obra física del Museo de la Memoria se construye actualmente en la avenida Las Américas con calle 26.
La obra física del Museo de la Memoria se construye actualmente en la avenida Las Américas con calle 26.
Foto: Cortesía Centro Nacional de Memoria Histórica

El 26 de abril pasado, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) publicó en su página web una nota de prensa bajo el título “Aprobada la caracterización del plan y guion museológico para el Museo de Memoria de las Víctimas”. La nota reseñaba que el Consejo Directivo de la entidad le había dado el visto bueno tanto al plan como al guion museológico, los dos documentos rectores que sientan las bases de lo que será dicho museo para el país. Allí se afirmaba que se trataba de un texto de 75 páginas, pero no se hizo público el documento.

La promesa del Gobierno Duque ha sido desde el principio inaugurar el Museo de la Memoria antes de que culmine su mandato. En los últimos meses, dentro del CNMH han venido trabajando a contrarreloj para cumplir con la promesa, que cada día se hace más irrealizable a raíz, entre otras cosas, de los sucesivos cambios de dirección en el museo y de su equipo técnico. Los dos documentos que anunció el CNMH como aprobados eran fundamentales para poder salir adelante con el proyecto.

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Colombia+20 solicitó de forma oficial al mismo CNMH el texto anunciado en su página web. La entidad remitió un documento de 57 páginas – no 75 – que consultamos con varios expertos y conocedores en la materia, incluso varios de los cuales habían trabajado en ese proyecto pero que salieron de la entidad por diferencias con la dirección general en cabeza de Darío Acevedo.

Diana Marcela García fue hasta diciembre de 2021 la coordinadora de los equipos de curaduría y museología en la entidad, quienes eran los encargados de construir el plan y el guion museológico del museo. Tras suscribir una carta junto con otros miembros de su equipo dirigida al director Acevedo, en la que advertían del riesgo en el que estaba el museo ante los sucesivos cambios de dirección, salió de la entidad, al igual que varios de los firmantes. En su informe de gestión quedó consignado que a finales de 2021 se entregaron los documentos de plan y guion museológico, que actualizaban el documento “Museo Nacional de la Memoria: un lugar para el encuentro”, publicado en 2017 en un trabajo encabezado por Martha Nubia Bello. Sin embargo, la hoy exfuncionaria sostiene que el nuevo documento del CNMH desconoce de plano esos dos textos que su equipo dejó entregados y los “simplifica a un nivel impresionante”.

El nuevo texto contiene un apartado que se titula “Acerca del extenso conflicto armado interno”, en el que se detalla cómo no ha sido posible hasta hoy llegar a un consenso alrededor de las causas y desarrollos del conflicto armado. Por eso, el Museo “no tiene entre sus misiones la de aclarar o dar una versión definitiva sobre el conflicto armado interno”, se lee en el texto. En cambio, presenta un breve contexto de lo que sucedió en el que, sin embargo, ya se deja una posición sentada.

El apartado se centra por completo en el surgimiento de las guerrillas (Farc, Eln, Epl y M-19) y las mafias del narcotráfico. No hace mención alguna al rol de los grupos paramilitares en el conflicto armado y define lo que ocurrió en las décadas de 1990 y 2000 como “una crisis de seguridad ante el auge de poderosas mafias que atacaron al Estado y la presencia de guerrillas que se resistieron a una negociación realista y que, además, se involucraron en el negocio del narcotráfico”. Esto, a pesar de que el mismo CNMH cuenta con una dependencia completa que se ha dedicado al estudio del paramilitarismo en el país, la Dirección de Acuerdos de la Verdad.

El documento le dedica un fragmento a la política de Seguridad Democrática. “El fracaso de las negociaciones en El Caguán le abrió paso a una política de fortalecimiento de la autoridad llamada Seguridad Democrática, bajo el liderazgo del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Además de haber desmovilizado más de treinta mil hombres de agrupaciones paramilitares, las Fuerzas Armadas (FF. AA.) —dotadas de armas modernas, equipadas con aeronaves de combate y de apoyo— propinaron a los grupos guerrilleros, en particular a las FARC-EP, severas derrotas militares y bajas de líderes importantes, hechos que apuntalaron una controversial negociación y acuerdo de paz de este grupo con el gobierno de Juan Manuel Santos.”

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Para Diana Marcela García, “incluir ese apartado, con una lectura como esa, es una contradicción de base con algo que afirma mucho la dirección general: que no puede haber una verdad oficial; cuando incluirlo está generando precisamente una verdad oficial y está diciendo que eso es lo que debe guiar al museo, porque esa es la función de ese guion museológico: ser la base conceptual del museo”.

Sin rigor técnico

William López es el director de la maestría en Museología de la Universidad Nacional. Explica que el plan museológico de un museo es su acto fundacional, como la constitución para un país, donde se establecen las reglas de juego. Allí debe estar plasmado el diseño organizacional de la nueva institución que se creará, su arquitectura institucional completa. Según dice, este documento no responde “cuál fue la ruta metodológica participativa para llegar a esta fórmula”.

Explica que los espacios de diálogo con víctimas que se citan como sustento del documento son algunos realizados durante la dirección de Gonzalo Sánchez y otros en el breve paso que tuvo Laura Montoya al frente del museo. En eso coincide Rafael Tamayo, primer director del museo en la era de Acevedo. “Las citas que el documento incluye para demostrar participación de víctimas o comunidades se derivan principalmente de textos que el CNMH produjo antes de 2018, con un par de excepciones, lo cual da la impresión de que hay poco material nuevo que la entidad pueda citar en su afirmación de trabajo realmente participativo”.

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Para López, el precedente de la metodología participativa que debe tener el museo ya lo había sentado la exposición Voces para Transformar a Colombia, que era el piloto de la exposición central que tendría dicho museo. “En términos de museología contemporánea esa exposición era un hito y fue construida con la participación de las víctimas. Lo que protege la JEP con las medidas cautelares no solamente son los contenidos, sino precisamente la ruta metodológica participativa. Eso es clave, y en este documento no hay nada de eso”, sostiene.

Cristina Lleras fue una de las curadoras principales de la exposición Voces para Transformar a Colombia y del documento que se había publicado en 2017 con los lineamientos del centro. Según ella, el nuevo documento presenta un museo completamente distinto, centrado principalmente en los hechos victimizantes ocurridos en el conflicto armado. “Lo preocupante es que se cae en algo de circunstancias: ‘a esta comunidad campesina le pasó esto’, ‘a estos otros los desplazaron’, pero dónde está una lectura mucho más incisiva de cuáles fueron las circunstancias profundas que llevaran a que a grupos muy distintos, en lugares muy diversos, les pararan cosas similares. Por eso el primer guion tenía tres ejes – Agua, cuerpo y tierra – que eran canales narrativos, pero también daban luces de cómo empezar a entender las lógicas del conflicto armado”.

Varias de las voces consultadas para este artículo coincidieron en que la visión del museo se concentra en una descripción cronológica de hechos y acontecimientos sin lectura crítica. “El documento se limita a una mirada historicista de momentos y acciones; una exposición de hechos cronológicos. Se empeña en una precaria revisión histórica, editada además para velar la responsabilidad del Estado”, dice Italia Samudio, de antropóloga investigadora del Museo de los Montes de María y de la Alianza Colombiana de Museos.

El documento sustenta esa visión “aséptica” de la memoria en que “sobre el problema de la interpretación de la naturaleza del conflicto armado, las directivas del CNMH y las que se nombren para dirigir el museo no interpondrán en sus muestras ni en sus materiales de inducción y de información una versión al respecto”.

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Para la investigadora Lleras, el problema con esa visión es que no contiene una pedagogía de los derechos humanos y la no repetición que debería estar en el museo. “Durante décadas se pensó que simplemente con contar un hecho aberrante, estremecedor, eso iba a ser suficiente para la no repetición, pero se ha ido entendiendo que no es así. No solamente es mostrando el horror, sino que se han desarrollado nuevos modelos de educación y pedagogía para hacerlo”.

Además, explica William López, “el museo tiene una función esclarecedora y al tenerla tiene necesariamente que producir narrativas; que no las asuma como una verdad oficial es otra cosa”. Para él, el director general del CNMH ve lo que se expone en el museo como “una verdad híper controlada”. El académico plantea un símil con el Parque Explora. “Cuando uno va a la sala del cerebro, encuentra un espacio en el que le dicen ‘así piensan el cerebro los neurólogos’ y otra donde le dicen ‘así piensan el cerebro los psicólogos’. Y no coinciden. No están dando una verdad oficial; la verdad es dialógica, no es un monumento, una piedra, no está cincelada en mármol. El espacio expositivo en la museología contemporánea es un foro en donde se dicen cosas complejas”.

Sin autonomía

“El visto bueno final de las muestras permanentes y temporales estará a cargo de la dirección técnica del Museo, de la dirección general del CNMH y de su Consejo Directivo”, se lee en el documento presentado por esa entidad. Para el director de la maestría en museología de la Universidad Nacional, eso va en contravía de la práctica museológica, en la que las directivas no imponen a los curadores los contenidos de las exposiciones.

Por eso, para el académico resulta grave que el documento no haga referencia a uno de los elementos básicos de un plan museológico: cuál va a ser su estructura y su “forma de gobernanza”. Se trata de la infraestructura de una nueva entidad estatal, en la que debe estar claro de quién va a depender, quién va a estar a cargo, cómo se va a sostener, etc.

La necesidad de independencia y autonomía del museo con respecto al Gobierno Nacional, entre otros poderes, se evidencia para él en la exposición Huellas de Desaparición, que se expone actualmente en Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU) del Banco de la República sobre los casos del Palacio de Justicia, el despojo de tierras en Urabá y el territorio Nukak. “¿Por qué esa exposición se hace en el Banco de la República y no en el Museo Nacional de Colombia? Porque en esa exposición por primera vez en la historia museológica del país se dicen cosas que son impronunciables en otro contexto, como todo lo que se afirma allí sobre la toma y la retoma del Palacio, cómo se habla de la logística de la desaparición; se están diciendo cosas que ninguna otra institución puede decir sin que corra peligro”, afirma.

Consultamos al CNMH, desde donde respondieron que el director Darío Acevedo está por fuera de la oficina y regresará a mediados de junio. Explicaron que el documento aprobado no es propiamente el guion ni el plan museológico, que vendrán después. No hay claridad sobre la naturaleza y el alcance de este documento en poder de Colombia+20 que asegura trazar las líneas centrales de lo que sería el museo. Tampoco queda claro por qué hicieron ese anuncio en su página web.

Después del 7 de agosto, el nuevo gobierno probablemente nombrará nuevas directivas para el Centro Nacional de Memoria Histórica y para el museo. Según William López, no habrá ningún riesgo de que este documento expedido por la dirección actual trace el rumbo del proyecto, pues “si el siguiente gobierno nombra gente formada y responsable, (ellos) no van a tomar con seriedad esto que salió”. Sin embargo, Cristina Lleras lo resume así: “Se hizo un esfuerzo muy grande en 2018, por supuesto con muchas cosas para trabajar, pero ¿por qué lo que estoy leyendo cuatro años después es una cosa totalmente diferente, que dice que lo tiene en cuenta, aunque yo no veo cómo? ¿Nos vamos a pasar en estas cada cuatro años? Acabamos de perder cuatro años.”

Sebastián Forero Rueda

Por Sebastián Forero Rueda

Periodista y politólogo de la Universidad Javeriana, con experiencia en cubrimiento de temas de paz, conflicto armado, derechos humanos y economía de la coca.@SebastianForerrsforero@elespectador.com

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