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“En los museos todas las vidas nos importan”: Marilia Bonas

La coordinadora del Memorial de la Resistencia de São Paulo habla sobre la importancia de los museos de la memoria para generar empatía y promover la acción. Estuvo en Colombia del 7 al 11 de octubre, junto a otros 35 curadores e investigadores latinoamericanos dictando el taller “Museos para la reconciliación: comunidades, pedagogías y memorias”.

Laura Angélica Cerón/ @LauraCeron
14 de octubre de 2019 - 04:00 p. m.
Marilia Bonas tiene más de 18 años de experiencia en la coordinación de museos y lugares de memoria en Brasil. Dictará un taller de formación a curadores e investigadores latinoamericanos junto al Consejo Internacional de Museos (ICOM) y al Museo de Memoria de Colombia.  / Daniel Sarmiento
Marilia Bonas tiene más de 18 años de experiencia en la coordinación de museos y lugares de memoria en Brasil. Dictará un taller de formación a curadores e investigadores latinoamericanos junto al Consejo Internacional de Museos (ICOM) y al Museo de Memoria de Colombia. / Daniel Sarmiento

Los museos en la actualidad están repensando la forma en que comunican sus colecciones y sus relatos. Esta respuesta no es aleatoria ni sorpresiva. En Latinoamérica, por ejemplo, varios museos enfrentan crisis asociadas a los cambios de gobierno, que priman modelos en los que la memoria histórica, la cultura y las artes juegan un papel secundario en la idea de nación que buscan construir. En términos prácticos, esto se traduce en ataques contra los museos, falta de financiamiento y revisionismo excesivo e injustificado.

Hablamos con Marilia Bonas, historiadora especialista en museología de la Universidade de São Paulo (USP) y magíster en Museología Social de la Universidade Lusófona de Lisboa, quien por más de 18 años ha trabajado en las áreas de investigación, documentación, proyectos curatoriales y gestión cultural en Brasil.

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Ahora Marilia es coordinadora del Memorial de la Resistencia de São Paulo, un museo creado en 2009 por el Estado, que crea un recuerdo colectivo al recopilar recuerdos individuales sobre la represión política y la resistencia civil en Brasil durante la dictadura militar, desde 1940 hasta 1983. Desde 2018, el Memorial ha sufrido ataques y amenazas virtuales y reales, lo que lo ha obligado a revisar su estrategia y comunicación.

Marilia estuvo en Colombia esta semana, junto a otros 35 curadores e investigadores latinoamericanos dictando el taller “Museos para la reconciliación: comunidades, pedagogías y memorias”. Este es presentado por el Consejo Internacional de Museos (ICOM) junto al Museo de Memoria de Colombia[1] , el primer museo nacional de reparación simbólica para las víctimas del conflicto armado que recopila todo el legado investigativo del Centro Nacional de Memoria Histórica.

A través de la exposición Voces para Transformar a Colombia[2], que se encuentra en el Museo La Tertulia de Cali hasta el 27 de octubre, los participantes reflexionarán sobre los retos museológicos y pedagógicos que los museos latinoamericanos contemporáneos enfrentan al desarrollar proyectos y actividades ligados a la construcción de memorias, los conflictos, los procesos de resistencia y resiliencia, el diálogo y la reconciliación.

Marilia, ¿por qué le gustan los museos?

Los museos son los verdaderos repositorios de humanidad. Vivimos en tiempos de necropolítica, en donde poblaciones pueden morir, sufrir por pobreza, tiempos en que la vida no vale tanto. En los museos todas las vidas nos importan, trabajamos por la tolerancia, la no violencia y el diálogo. Creo en los museos, en su capacidad de conectar personas con distintas historias y trayectorias. En los museos los objetos te cuentan historias de quién lo construyó, en qué contexto, es una relación metafísica entre la vida y la muerte.

¿Para ser líder en un museo hay que partir de un principio de humanidad?

Sí. No hay negociación, a pesar de que hay mucha gente que no piensa así porque muchos museos también fueron construidos desde el privilegio. Pero sí, un gestor, un curador debe saber escuchar, mediar y debe entender su propio contexto, sus privilegios. Debe haber una disposición a la autocrítica para hacer de estos lugares potentes.

¿Por qué cree que son importantes los museos de memoria?

La discusión de la memoria, del trauma, está involucrada con la idea de que algunos grupos puedan morir y otros no. A veces en países como Brasil pareciera que no importa que la población joven negra muera, que los indígenas mueran. Cuando se traen estos temas al museo, se habla de las personas, de sus memorias. La empatía es esa parte incómoda que te lleva a la acción. Los museos de memoria son importantes para que esas violencias no sigan ocurriendo, son fundamentales en sociedades que aceptan intrínsecamente las desigualdades y la violencia.

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¿Cómo entiende la empatía?

La empatía es un concepto que debe estar junto con polifonía. Es garantizar que muchas voces puedan ser escuchadas, para que la experiencia de humanidad lleve a una acción. En los museos hablamos mucho de eso, pero a veces es muy pasivo: sufro por ver esto, lloro, pero luego se me pasa yendo de ‘shopping’. Los museos deben llevar a la acción consciente, crítica de los revisionismos, los negacionismos y el desconocimiento. La empatía sola no es algo si no propone una acción.

¿Cómo esta idea de empatía se ve reflejada en el Memorial de la Resistencia?

Trabajamos haciendo co-curaduría con las comunidades. Es difícil lidiar con los conflictos que trae hacerles partícipe. Cuando se invierte en polifonía, en empatía, siempre hay una negociación. La historia de la dictadura está en disputa, porque el gobierno actual tiene relación con la dictadura, son militares, entonces hay una ola de revisionismo, de negación de la historia, de protección, frente a esos crímenes que cometieron y que aún cometen. El Memorial cambió su estrategia: la idea es invitar a muchas voces a que compartan, investiguen documentos, creen textos. Trabajamos con las memorias de la dictadura, pero también con las violaciones a los derechos humanos. Queremos mantener el diálogo en una sociedad muy violenta y muy amenazada, que no está acostumbrada a recordar los traumas de la dictadura.

¿Bajo qué memorias se crean los relatos del Memorial y cuáles son los puntos de partida?

Un problema que veo en Latinoamérica es que los derechos humanos son algo politizado, se cree que son de izquierda. Usamos discursos de los testigos oficiales, de las comisiones, pero vemos que no es suficiente frente a la ola del revisionismo. Es complejo, porque en Brasil todo se está relativizando, la ciencia, las artes, la educación, es un momento en que todo lo que invita a pensar y a ser críticos es de izquierda. Estamos volviendo a la dignidad humana, el derecho a vivir bien, a no sufrir violencias, como museo queremos ir más allá de las violaciones que ocurrieron en la dictadura.

¿Cómo se ha apropiado la gente del Museo?

Somos un museo pequeño, en el que trabajan 8 personas. En 2018 nos visitaron 80.000 personas. A las personas no les gusta la experiencia, no es placentera, el edificio solía ser una cárcel, por eso de entrada choca con el visitante y rompe la idea de que los museos tienen que ser lugares agradables. Los ex detenidos políticos hacen parte de nuestra comunidad, hacen recorridos mediados con estudiantes, proponen activaciones y también invitamos movimientos sociales juveniles a que compartan con estos grupos de personas que comparten un pasado. Es un museo muy activista.

¿Qué riesgos corren en la actualidad los museos en Brasil?

El primero es el corte de financiamiento. También cerraron el Ministerio de Cultura en Brasil.  Hay censura para temas de la comunidad LGBTI, temas de la dictadura, de racismo. El Memorial de la Resistencia es estatal y por eso se enfrenta a ataques directos. Sin embargo, también hay una resistencia por parte de los grupos que ocupan su espacio. Para nosotros es importante crear estrategias para que su memoria, su patrimonio, no sean negociables en tiempos donde la derecha busca relativizar crímenes de lesa humanidad. Las instituciones son de largo plazo, debemos buscar aliados, nuevas formas de comunicar, de presentar la realidad. Estamos volviendo a las estrategias que usaban los museos, los artistas, para hablar en tiempos de dictadura, en los que se habla sin hablar.

¿Cómo podemos empezar a unir fuerzas entre sitios de memoria en Latinoamérica?

Tenemos que entre todos pensar las violencias que trajo la colonización. Tenemos que producir contenidos para ocupar espacios en las discusiones internacionales. La violencia está relacionada a tres grandes puntos: la deshumanización, la mercantilización de la naturaleza y la militarización de las relaciones. Son puntos muy fuertes de la crisis, pero que también nos impulsan a crear nuevas herramientas para enfrentarlo. Una alianza latinoamericana para discutir sobre derechos humanos en los museos sería muy importante.

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¿Qué distingue a los lugares de memoria de Latinoamérica de otros del mundo?

Las violencias son tan estructurales que se hacen más evidentes. El concepto de nación omite o invisibiliza a ciertos grupos, cosa que en Europa, por su propia construcción de nación, no pasa. Acá las tensiones son evidentes, el racismo, la xenofobia, el machismo, los prejuicios, la violencia, y su presencia cotidiana en nuestras vidas hace que seamos más conscientes. Todo lo que hacemos acá desde la museología hace que tenga mucha fuerza. Las tensiones evidentes nos ayudan, nos dan fuerza, porque lo que ocurre con la ola conservadora en Lationamérica es el miedo a perder el privilegio. Con un cambio social los indígenas tienen más voz, las mujeres tienen más espacio.

¿Qué rol juegan estos espacios en la educación de las nuevas generaciones?

En Brasil, las escuelas están muy condicionadas a la idea del trabajo. La escuela no es necesariamente el lugar de la reflexión, la escucha y el diálogo. Los museos tienen la oportunidad de tener otra experiencia con los estudiantes, personalizar la historia, la oficial, la no oficial, la marginalizada y situarlo como un agente que hace parte de esa historia. Ahí tienen la oportunidad de cambiar de posición, reflexionan y se involucran como sujetos. Ellos son tan históricos como todos los personajes que presentamos.

¿Qué podrán reflexionar y criticar quienes participen en el taller de formación en museos?

Queremos crear una red de apoyo, porque trabajar estos temas en estos contextos trae muchos riesgos y amenazas, también psicológicas, para nosotros. Queremos escucharnos, saber que no estamos solos y que los contextos de violencia son estructurales. Es importante compartir estrategias sobre cómo trabajar en contextos donde el trauma y el dolor son una realidad, sin poner en riesgo a las instituciones y a nosotros mismos. Despertar consciencia del largo plazo. Cómo controlar y entender los contextos y sus desafíos. Los museos tienen mucho potencial social.

¿Qué piensa de la construcción de un museo de memoria a nivel nacional en Colombia?

El proceso de invitar a las víctimas es algo muy potente, algo que nunca he visto y que es fundamental para el desarrollo de la museología. Manteniendo esta participación de las víctimas, El Museo de Memoria de Colombia será un farol en la nueva museología latinoamericana para los conflictos, porque es civil, comunitario, es cercano. Los museos de memoria están siempre en medio de conflictos que no acaban. Este museo tiene la potencialidad de la polifonía y ese es el camino que debe ser en la existencia de los museos. Esta fuerza no puede ser mermada.

Por Laura Angélica Cerón/ @LauraCeron

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