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Hoy quiero agradecer al Centro Mundial por el Pluralismo por haberme concedido este importante galardón, y junto a ello, por permitir una alegría al pueblo de Bojayá y a Colombia.
Este gran reconocimiento constituye un gran compromiso y una oportunidad para darle continuidad a los procesos de inclusión al diferente y para valorar la diversidad. Nuestro Estado se reconoce como pluralista y de verdad que formalmente hemos avanzado y se denota en la gran variedad de leyes que apuntan a la protección de dicha diversidad.
Al recibir este premio tenemos la oportunidad de reflexionar sobre lo mucho que nos falta, las condiciones de desigualdades, la marginalidad, las amenazas, la intimidación, la mentira, la cizaña, el odio, son factores que nos limitan para reconstruir nuestro país. Dios permita que aprovechemos esta ocasión.
Los desafíos que tenemos son bonitos, seguro el camino es más esperanzador si logramos sacar adelante el actual proceso de paz, en donde la implementación de los puntos acordados es una labor que nos compromete a toda la sociedad. Superemos la polaridad para vivir mejor, vernos como hermanos ofendidos y ofensores es una opción, no podemos seguir pensando en que la eliminación de las diferencias es sinónimo de eliminar al otro. El pluralismo nos interpela a construir desde esas diferencias cuando las tramitemos adecuadamente.
La salida negociada a los otros conflictos es necesaria. El Pacífico ha estado en llamas, las violencias no paran, pero las conversaciones tampoco deberían paralizarse. Sacar adelante un acuerdo con el ELN es la única y más real garantía de no repetición, para que nuestros jóvenes no sigan siendo reclutados, para que nuestras mujeres no sigan llorando los muertos que colocamos en la guerra, para que nuestros campesinos puedan ir con libertad a los montes a cultivar la tierra, para que no hayan minas antipersonales, para que la infraestructura del país no sufra atentados y voladuras.
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Las comunidades del municipio de Bojayá vienen reclamando sus derechos ante un Estado que no en pocas ocasiones les ha marginado, han luchado con valentía ante las múltiples violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, pero también hemos luchado por la reconciliación y la paz. Hoy este premio nos anima a continuar por que nos convence que estamos en el camino y en la dirección correcta. Hoy invitamos a los que desconfían a ver una esperanza.
Con el Centro Mundial por el Pluralismo, en colaboración con el Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, la Embajada de Canadá en Colombia y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos juntos con la Diócesis de Quibdó, hemos venido realizando una serie de diálogos por el país. Estuvimos en Cali, en Bojayá y ahora aquí en Bogotá posibilitando espacios de reflexión sobre el papel que puede desempeñar el pluralismo en la reconciliación y la paz estable y duradera en Colombia.
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Con estos hechos identificamos varios desafíos para el presente y futuro de nuestra nación. Esperamos que en el cambio de un nuevo gobierno estas iniciativas puedan dárseles marcha y se traduzcan en políticas públicas. Colombia no puede retroceder en su camino, ese pasado sangriento y de dolor no puede repetirse.
Estamos cumpliendo 200 años de la abolición de la esclavitud, pero nos faltan iniciativas para superar las ataduras de las cadenas. Hoy cuando estamos ad portas de cumplir 25 años de la existencia de la Ley 70 de 1993 hago un llamado al estado en su conjunto de la importancia de su reglamentación. En Colombia debemos dar el paso del reconocimiento formal al reconocimiento real, eso nos impone prácticas de inclusión diferenciados para los pueblos negros e indígenas. Ojalá este premio sea un motivador para realizar dichas trasformaciones.