“Esperábamos una lucha por la reconciliación, pero Petro entró a la polarización”: De Roux

Este sábado se cumplen tres años desde que se presentó el Informe Final de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad. El padre Francisco de Roux, quien fue el presidente de esa entidad, dice que confía en que el país se apropie de las recomendaciones del histórico documento, pero que es cierto que los colombianos aún le tienen miedo a la verdad.

Cindy A. Morales Castillo
28 de junio de 2025 - 01:30 p. m.
El sacerdote y exprovincial jesuita en compañía del presidente electo Gustavo Petro durante la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad.
El sacerdote y exprovincial jesuita en compañía del presidente electo Gustavo Petro durante la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos Zuluaga
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Este sábado, hace tres años, la Comisión de la Verdad le entregó al país el “Informe final sobre el conflicto armado en Colombia”. Fue el mismo presidente Gustavo Petro, recién elegido, quien recibió en el teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá, y de manos del padre Francisco de Roux, entonces presidente de la Comisión, las recomendaciones de esa entidad que trató de explicar el porqué de la guerra que ha golpeado al país y cómo caminar hacia su terminación, pero también hacia la reconciliación.

En entrevista con Colombia+20, el padre De Roux hace un balance de lo que ha pasado en el país desde la entrega del informe, el impacto en la sociedad y los retos que todavía están pendientes por resolver. A pesar del miedo a la verdad que todavía carga el país, el padre hace un llamado urgente a detener la guerra y dice que aún es tiempo para tomar conciencia y apropiarse del “Informe final” de la Comisión.

Se cumplen tres años de la entrega de este informe. ¿Cuál es el balance que hace?


Mi sentir es que realmente en esa magnitud de cosas y de problemas que hay en Colombia, el informe de la Comisión tuvo inicialmente una presencia de muchas formas. Me ha llamado la atención encontrar la cantidad de iniciativas hechas por las comunidades, por organizaciones sociales. Creo que la sociedad colombiana se ha abierto mucho más que nunca a la búsqueda de la verdad. Nosotros entregamos lo que pudimos esclarecer sobre lo que le pasó al país en esta tragedia tan grande a partir de los testimonios de las víctimas y oyendo a los responsables. Fue un esfuerzo enorme establecer con rigor y explicar por qué nos estaban pasando las cosas. Pero estamos lejos de pensar que eso es la verdad acabada.

El informe no tiene ninguna pretensión, sin embargo, en Colombia le tienen mucho miedo a la verdad porque piensan que el informe va a contribuir a que el país se polarice más y los colombianos nos estigmaticemos y nos señalemos, diciendo que eres el culpable. El informe no es para eso, es para que comprendamos qué fue lo que nos pasó en Colombia para que tuviera que cargar con el dolor de casi 10 millones de personas.

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¿Y a nivel internacional?

Mi sentir es que realmente en esa magnitud de cosas y de problemas que hay en Colombia, el informe de la Comisión tuvo inicialmente una presencia de muchas formas. A nivel internacional, la Universidad de Notre-Dame se apropió de todo el informe de manera pedagógica y se tradujo buena parte al inglés y al francés para que con la ayuda de la embajada de Francia el informe pudiera tener comunicación.

El Banco de la República de Colombia situó en todas las bibliotecas del Banco de la República en el país, no solamente los textos de la comisión, sino también una organización pedagógica con materiales pedagógicos para que los ciudadanos que visitan las bibliotecas del Banco de la República puedan tener acceso.

¿Usted siente que la sociedad ha avanzado en la apropiación del contenido del informe?

Creo que las apropiaciones han sido sectoriales en el mundo universitario, en el mundo educativo, y también son apropiaciones parciales, de grupos de profesores que se han entusiasmado. Ha habido un programa dentro del Ministerio de Educación, pero por supuesto el programa se ha quedado corto. Ha habido esfuerzos regionales, pero cuando uno ve la totalidad de la sociedad del futuro, sentiría que para que haya una verdadera apropiación de la sociedad, honradamente nos falta mucho.

En los días de la Comisión, el impacto fue muy grande, porque todos los días, durante alrededor de 1.200 días, la Comisión tuvo una presencia pública en alguna parte del país. Eso hoy en día no se tiene.

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Yo siento que en el país hay la conciencia de que aquí pasaron cosas gravísimas y ya no hay esa especie de resistencia, de estigmatizar inmediatamente, de decir que esa verdad es una verdad izquierda o es una verdad ideologizada, sino que se entendió que hay una magnitud inmensa de víctimas que nos están diciendo una realidad gravísima de Colombia y nosotros tenemos que respetar eso. En eso ha ganado mucho el país, y si bien se mezcla el debate político y todo, pero eso nadie lo puede discutir.

En el país hay miedo a la verdad todavía, y también hay mucha resistencia a dejarse afectar, es decir, a dejarse conmover por el sufrimiento de las víctimas. De alguna forma seguimos en este desarrollo del país, donde sentimos que se están haciendo muchas cosas buenas, en el desarrollo empresarial, en el desarrollo cultural, en el desarrollo de la infraestructura urbana.

El presidente Gustavo Petro, recién elegido, recibió de sus manos las recomendaciones del “Informe final” y en su discurso de posesión dijo que las cumpliría a rajatabla. ¿Sí ha cumplido el Gobierno?

Fue muy impactante el hecho de que el presidente recogiera de mis manos las recomendaciones y me dijera voy a estudiarlas. Ahora cuando uno entra a verlo de fondo, uno encuentra que hay cosas en que el presidente se ha movido eficazmente. Por ejemplo, las recomendaciones piden una incorporación lo más rápida posible del mundo afrocolombiano dentro de las decisiones del país y también una incorporación lo más rápida posible de las etnias indígenas de Colombia, y creo que el presidente en eso ha ido muy a fondo. Que hayamos tenido un embajador en Estados Unidos afro, una embajadora de Naciones Unidas que es una mujer indígena, y por supuesto, la vicepresidenta, Francia Márquez.

Nosotros esperábamos del presidente la lucha por la reconciliación de este país y que lograra trabajar con todos los colombianos teniendo en cuenta que los intereses son múltiples porque ante todo es la cabeza de un país polarizado, dividido, asustado, entonces unifique este país. Pero se vinieron las críticas perfectamente normales y el presidente poco a poco se fue retirando de eso y entró a ser parte de la polarización del país, que era muy en contra de lo que la Comisión estaba esperando.

Muchas de las recomendaciones requerían acciones concretas del Congreso, del Ejecutivo y del sistema de justicia. ¿Cuál de estos tres poderes ha mostrado mayor indiferencia o resistencia al informe?

Es complejo, creo que las altas cortes nos han acompañado, hemos tenido buenos comentarios. He sentido la actitud del presidente diciendo que van a cumplir a rajatabla las recomendaciones de la comisión y eso ha atravesado al gobierno y por eso hay que decir que hay una disposición muy abierta en todos los niveles del gobierno. Pasar la cosa a la práctica es distinto, pero disposición hacia el informe es honradamente a todos los niveles.

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En el Congreso yo si veo problemas. Para ser claro, la narrativa de la Comisión es que aquí hubo una lucha armada y que ni la sociedad ni los gobiernos nuestros lo encontraron una solución, y que si se hubiese atajado las razones que dieron lugar al inicio de la lucha armada se habría podido resolver lo que luego se complicó. La otra narrativa es distinta. Dice que las instituciones sí han respondido, que en el país no hubo conflicto armado interno, que somos una sociedad democrática suficientemente justa que ha resuelto muchos problemas y que lo que hay son unos grupos terroristas muy pequeños. El contraste de las narrativas. Ese conflicto de narrativas es lo que está de fondo en el Congreso.

¿Cuál sería su mensaje para superar los retos?


Es urgente que nos respetemos y confiemos, y el hecho de tener puntos de vista distintos o narrativas distintas sobre las causas de los millones de víctimas que hay en Colombia no puede llevarnos a odiarnos y a aumentar el número de víctimas. Esas posiciones distintas tenemos que aceptarlas, y desde allí, escuchándonos, trabajar desde las diferencias en la construcción de esta comunidad nacional entre todos y todas. De lo contrario no habrá futuro tranquilo para los niños de Colombia mañana.

Uno de los llamados más concretos de la Comisión en general era que se necesita superar la guerra. ¿Qué lectura hace de esa llamada paz total con la que el gobierno ha querido superar esa guerra, pero también qué lectura hace del regreso de la violencia en varios territorios?


A mí no me cabe la menor duda que el presidente está jugando con una idea de que el país tiene que lograr la paz y que tiene que vivir en paz. Pero el problema es de una complejidad inmensa. Las recomendaciones que tiene la Comisión, que están todas entrelazadas entre ellas, no son un plan de gobierno, ni siquiera tampoco son un plan nacional de desarrollo. Es una apuesta ética al país. Por eso es tan importante que el país las lea y las trabaje.

No queremos tener enemigos internos y colombianos que sean enemigos internos. Eso destruye la confianza colectiva y que nos tengan que cuidar de otros colombianos porque no tenemos confianza porque las armas están en la política, como acabamos de ver con Miguel Uribe. Hay que hacer un cambio con un Ejército que esté para la paz del país.

No importa quién sea el presidente, qué aparatos militares tengamos, o hacemos estas cosas, o esto se va a continuar reproduciendo en Colombia de formas distintas.

Ese es el fondo de la Comisión, es decir, queridos colombianos, o esto lo hacemos o aceptamos que hemos resuelto continuar la máquina de víctimas y que Colombia seguirá haciendo cosas muy bellas en desarrollo, en carreteras, en ciudades, en metros, en todo, y seguirá con la máquina de víctimas, que es lo durísimo de esto.

Estos grupos armados, muy peligrosos, que hacen sufrir tanto a las comunidades porque están peleando entre ellos, están produciendo valor ahora y por supuesto, con eso cooptan a las comunidades. El país no se lo toma en serio. Y repito, independientemente de que sea presidente, si el Congreso no se entiende de fondo y se pasa todo un Congreso discutiendo cosas que no tocan la profundidad y no resuelve, Colombia va a continuar en eso.

¿Siente que el informe de la Comisión, su legado y recomendaciones quedaron en el olvido?

Estamos a tiempo de rescatarlo, de ponerlo en práctica. Entre otras porque en la historia de la sociedad siempre hay más o menos este tipo de movimiento. Luego de cinco años, diez años después, hay una reflexión de si esto se ha hecho, por qué no lo hemos puesto en práctica, y entonces se retoma con fuerza. Eso ha pasado en muchas partes, y yo espero que pase entre nosotros más temprano que tarde.

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¿Cómo evalúa el trabajo de seguimiento y de monitoreo para mantener vivas esas recomendaciones? ¿Usted cree que ha tenido el suficiente trabajo, y sobre todo el suficiente respaldo institucional para justamente hacer el trabajo de seguimiento?

Es un trabajo serio, riguroso, es un comité que hay que tener en cuenta que ellos no son funcionarios públicos, ellos utilizan su tiempo voluntario, tienen recursos para viajes y recursos para las necesidades. Cuando he visto las entregas de los informes de ellos, muy en detalle, sobre cada una de las recomendaciones y lo que el gobierno hace, yo creo que es un trabajo bueno, es un trabajo que sí debería ser mucho más escuchado por la sociedad y más movilizado por los medios cuando salen los informes.

¿Cuál es la acción más esperanzadora que ha visto en estos tres años?


Yo tendría que escoger entre los actos de las víctimas que en este proceso se abrieron a convertirse en luchadoras por la paz, que pusieron odios y dolores muy profundos, y se convirtieron en promotores de paz y generaron actos de reconciliación muy bellos. Esas cosas continúan.

Me ha impresionado, por ejemplo, la actitud de las madres de Soacha. Esto lo continúan haciendo como ejemplo de reconciliación con los militares que asesinaron a sus hijos. Y me ha impresionado también por la actitud de los militares de ponerlo todo al servicio de la paz hoy en día y de perseverar y acompañar a las madres de los muchachos que ellos asesinaron. Es el eco de un proceso de paz que quiso poner a las víctimas en el corazón del problema. Eso a mí me da mucha esperanza de que la reconciliación sea posible.

✉️ Si le interesan los temas de paz, conflicto y derechos humanos o tiene información que quiera compartirnos, puede escribirnos a: cmorales@elespectador.com; pmesa@elespectador.com o aosorio@elespectador.com.

Cindy A. Morales Castillo

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

 

Sara Maria Fonseca Cuervo(d89ha)30 de junio de 2025 - 12:56 p. m.
Ay Padre De Roux usted y su grupo fueron víctimas directas de insultos y señalamientos por los hijos del expresidente Uribe, no se ha detenido a pensar, en todo el maremagnum de criticas y situaciones imposibilitantes que todas las personas alineadas con la derecha hacen, día a día, para que la paz no tenga rumbo alguno?No permitir la paz es un objetivo de ellos. Por esto todos, debemos romper ese paradigma de la violencia como normalidad, romper el vínculo entre políticos y violentos.
Karlo(49179)28 de junio de 2025 - 09:58 p. m.
Lo que hay de reserva moral en éste país es del padre DeRoux.
Julio Enrique Galán Roa(83619)28 de junio de 2025 - 06:34 p. m.
Sigo pensando que un escenario definitivo para hacer pedagogía sobre el informe final y sus recomendaciones, son las Instituciones Educativas. Con casi 10 millones de alumnos y medio millón de docentes en Colombia , la enorme cantidad de contenidos del informe es un insumo fundamental para comprender las causas y consecuencias del conflicto armado y qué hacer para superarlo
javier arlés(96673)28 de junio de 2025 - 06:28 p. m.
Ahora se pretende que no se llame a las cosas por su nombre.
Pathos(78770)28 de junio de 2025 - 06:00 p. m.
Colombia es un gran país,heroico asediado por el flagelo de la víolencia cruenta q no asimila la pluralidad de ideas,los puntos de vista y por se empequeñece tendiendo al dogmatismo,a a negar las diferencias y al exterminio del otro, Esta herencia polarizante desde la pugna liberal/ conservadora del siglo pasado permanece con otros calificativos como derecha/izquierda,pueblo/oligarquía saturadas de odio y destrucción.
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