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Joven crea programa que capacita mujeres y niñas en ciencia y tecnología en Chocó

Helena Valencia, abogada de 23 años, fundó en 2019 Innovation Girls como parte de la Escuela de Robótica del Chocó que recibe a mujeres entre 14 y 50 años. Las participantes han desarrollado más de 100 emprendimientos.

María Reyes Mesa
27 de enero de 2022 - 09:30 p. m.
Mujeres participantes de Innovation Girls.
Mujeres participantes de Innovation Girls.
Foto: Cortesía Helena Valencia

Helena Valencia tiene 23 años y hace tres años creó Innovation Girls, un programa adscrito a la Escuela de Robótica del Chocó, que recibe a mujeres entre 14 y 50 años para formarse en temas de ciencia, tecnología, emprendimiento y liderazgo y que hace dos años envió a dos niñas de ese departamento al Space Center de la NASA en Houston (Estados Unidos).

Helena es abogada y creció en Quibdó, pero su familia es oriunda de Bellavista, en el municipio de Bojayá. Llegaron desplazados a la capital de Chocó cinco años antes de que Helena naciera, por miedo a que los hijos mayores de la familia fueran reclutados por los grupos armados que operaban en la zona.

Durante su niñez, Helena vio la lucha diaria de su mamá, que no sabía ni leer ni escribir. Algunas de sus hermanas tuvieron que irse a Bogotá y otras ciudades para trabajar como empleadas domésticas porque no había más oportunidades para ellas en Quibdó. Sus hermanos y sobrinos varones, por su parte, vivían en peligro de moverse por ciertos barrios de esa ciudad debido a la presencia de organizaciones criminales y militancias de grupos armados ilegales.

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Motivada por su familia y las dificultades con las que creció, Helena siempre tuvo muchas ganas de ayudar a su comunidad y desde el colegio se involucró en grupos de activismo ambiental, y de apoyo a víctimas del conflicto armado en su barrio.

Estudió Derecho con el objetivo de conseguir más herramientas para ayudar a los demás, pero a lo largo de la carrera se dio cuenta que el título no era el factor determinante para generar el cambio que ella esperaba ver. “Yo me formé, aprendí inglés y me sentía como en una balota, una lotería. Estás con otros jóvenes, con tus amigos, y algunos mueren, otros terminan en grupos o trabajando en lo que sea. Y yo fui una de las pocas que consiguió una oportunidad de salir de ese ciclo. Entonces creé una Escuela de Liderazgo y todo lo que hago ahora es mi forma de retribuir esas oportunidades”, afirma Valencia.

Después de graduarse, Helena se vinculó a la Escuela de Robótica del Chocó. Allí descubrió el gran potencial que tenían la ciencia y la tecnología para generar oportunidades de empleo y para mostrarles a los niños, niñas y jóvenes de su ciudad que otros futuros eran posibles para ellos. Sin embargo, allí también fue consciente del papel que jugaban los roles de género en este tipo de actividades. “Cuando llegué uno de los primeros interrogantes que me hice era por qué no había mujeres. Eso fue lo que me inspiró a crear Innovation Girls, con el apoyo de Manos Visibles, que también vieron el potencial que podía tener un programa para mujeres y dirigido por mujeres en un área del conocimiento donde históricamente no hemos tenido lugar”.

Innovation Girls ya está en 18 municipios de los cuatro departamentos del Pacífico colombiano y ha apoyado más de 100 proyectos en cinco cohortes.

El de Helena fue uno de los testimonios del encuentro “Retos y oportunidades para la reconciliación en Colombia”, promovido por el Programa Alianzas para la Reconciliación, de Usaid ACDI/VOCA, que cumple cinco años trabajando desde distintas orillas para tratar de unir al país.

En diálogo con Colombia+20, Helena explicó los retos y el impacto de Innovation Girls en la vida de las mujeres que han participado en el proyecto.

¿Cuáles fueron los retos para que las niñas se animaran a ser parte de este proyecto?

Dentro de la Escuela de Robótica ellos querían más niñas, pero no llegaban. Y nos dimos cuenta de que el problema era que las niñas no se sentían capaces de entrar a ese círculo. Había una sola niña, y muchas entraban y no se quedaban. Entendimos que era un tema de contexto, de lo que ellas escuchaban en la casa, de los roles de género de nuestra cultura. Por eso fue importante crear un programa solo para mujeres, dirigido por mujeres, que entendieran las necesidades que tenían las niñas, no en temas de capacidades, sino de motivación, confianza, seguridad.

¿Esto ha cambiado a lo largo de estas cinco cohortes?

Claro, al principio teníamos personas dedicadas a llamar semana a semana a todas las niñas, a motivarlas a venir, a decirles que le dieran una oportunidad al programa. Ahora no tenemos que hacer eso, solo lanzamos una convocatoria y hay muchísimas mujeres que quieren participar. Ahora nos duele porque recibimos más de 200 solicitudes y solo podemos recibir 30.

El programa empezó en Quibdó antes de la pandemia y siguió a pesar de las restricciones que se tuvieron que implementar, ¿cómo les fue con eso?

Efectivamente, era un programa presencial. Cuando empezó la pandemia nos tuvimos que adaptar y pasamos a la virtualidad. Fue un reto grande porque enseñar algunas de estas cosas por medio de una pantalla no es fácil, pero la verdad, la virtualidad nos trajo mayores beneficios que cualquier otra cosa y nos abrió muchas puertas. Gracias a ese nuevo formato pudimos llegar a más lugares y nos ha funcionado muy bien porque a algunos de esos lugares no podíamos llegar de forma presencial.

¿Qué tipo iniciativas o emprendimientos han nacido en Innovation Girls?

Hay más de 100 iniciativas de emprendimiento. Una niña de 15 años, que llegó al programa con 14, creó un dispositivo que hace monitoreo constante a personas con enfermedades cardíacas. Otras niñas hicieron un sensor que permite medir todo el tiempo la calidad del aire en ciudades como Bogotá, en áreas contaminadas, para enviar una alerta cuando está siendo superior a lo que es recomendado. Tenemos ingenieras biomédicas que ofrecen reparación de equipos biomédicos en el territorio, sin tener que sacar los equipos a cabeceras municipales u otras ciudades, ahorrando costos y beneficios para los pacientes. Hay un estudio de belleza afro desarrollando una app para escanear la textura del cabello, y con base en eso recomendar a la usuaria qué le conviene en su cuidado. Otros que le apuestan a la industria afro y a la estética, que a mí me gustan mucho porque empoderan a las mujeres afrocolombianas, hacen productos para el cabello a costos accesibles y con materiales disponibles en nuestros territorios con base en prácticas tradicionales africanas.

¿Qué apoyo reciben estos emprendimientos o ideas para llegar a ser una realidad?

Tenemos un día al final del programa donde llevamos inversionistas, ellas presentan sus proyectos y consiguen diferentes tipos de apoyo. Algunas reciben capital semilla, otras reciben asesorías, o inversiones para equipar emprendimientos, que pueden ser más tradicionales, con herramientas tecnológicas que les ayuden a mejorar su operación y sus procesos.

En su experiencia liderando este proyecto, ¿cuáles son las ventajas de invertir en mujeres que hagan ciencia en los territorios?

Lo primero es que pueden verse más allá de los roles que toda la vida les han asignado. Más allá de mamás, amas de casa o de tener oficios del hogar. Algunas mujeres de otras generaciones hubieran querido hacer otra cosa, pero no tuvieron los espacios para hacerlo. Esta es una ventana a otras posibilidades para las mujeres. Lo segundo es que les da independencia económica. Esto significa mayores oportunidades para que sus hijos puedan acceder a la educación, oportunidades para tener un sustento digno, una mejor calidad de vida, evitar la violencia de género.

Tercero, porque las mujeres en el Pacífico son el pilar de las comunidades, ellas las sacan adelante. Cuando formamos una mujer se forma una comunidad completa, si dejamos perder a esas mujeres, muchos avances se pueden perder para toda la comunidad.

Y, por último, porque por medio de este programa creamos una red de sororidad, nos apoyamos entre todas. Uno de los requisitos de los emprendimientos es que dentro de su cadena de valor se empoderen a otras mujeres y así lo hemos hecho. Y de nuevo, así se fortalecen las comunidades, los jóvenes de las comunidades que siguen estando amenazados por la violencia y la falta de otras oportunidades.

Por María Reyes Mesa

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