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Del histórico Acuerdo de Paz que se firmó entre el Gobierno y las Farc, para poner fin a una guerra que se extendió por 50 años, han trascendido muchos detalles. Se sabe, por ejemplo, que fue a partir de 2004, durante el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, que se contactó por primera vez al economista vallecaucano Henry Acosta, para explorar el camino secreto de la negociación política, mientras la declaración presidencial sólo prometía “mano dura”.
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Para ese momento, Acosta tenía acercamientos humanitarios con las Farc, en especial con Pablo Catatumbo, que integraba el Estado Mayor Central de la guerrilla. Lo que hasta ahora se conoce es el informe de sus actividades autorizadas por el Ejecutivo en 2004, 2007 y 2010 para tratar de establecer una zona de despeje militar y permitir un acuerdo humanitario. Cinco meses antes de concluir el segundo mandato, en marzo 5 de 2010, el gobierno Uribe envió con Acosta una propuesta para concretar una reunión directa, secreta y en el exterior, con una agenda para iniciar conversaciones.
Pero esta posibilidad se aplazó hasta el gobierno de Juan Manuel Santos, por el recrudecimiento de la guerra. Sin embargo, por pedido del nuevo mandatario, Acosta siguió intermediando y sólo pocos supieron las enormes dificultades que existieron para que la información llegara de forma precisa. Algo de eso quedó escrito en el acta alzada a mano, del 3 de marzo de 2011, durante el primer encuentro presencial que tuvieron el Gobierno y las Farc.
Allí se lee en el punto uno: “A las Farc se les había notificado que los delegados para el primer encuentro eran Sergio Jaramillo y Gustavo Bell”, y a Jaime Avendaño y Alejandro Éder, quienes habían llegado al rincón alejado y clandestino de Río de Oro, en la frontera norte del Catatumbo con Venezuela, les tocó aclarar el tema. Los delegados por las Farc para esa primera cita fueron Rodrigo Granda y Andrés París.
Fue allí que se pactó que sería Cuba la sede para el primer encuentro entre plenipotenciarios, así como se dijo que para el traslado de los plenipotenciarios a La Habana había dos posibilidades: que llegaran por sus propios medios a Venezuela, de donde saldrían a Cuba, o que lo hicieran en coordinación con el Gobierno y el CICR. En ambos casos, el Ejecutivo dio “las garantías, ida y vuelta, gestionando los salvoconductos necesarios”, dice el acta.
Pero la desconfianza era muy grande entre las partes, y sólo fue posible dar el paso cuando el presidente Hugo Chávez gestionó tres reuniones más, a través de su hombre de confianza: Ramón Rodríguez Chacín, y la presencia de los países garantes Cuba y Noruega. Se dieron en la isla de Orchila (Venezuela), primero el 16 de julio y, después, el 20 y 21 de julio de 2011; así como en los llanos de Barinas, también en territorio venezolano. Aquí se terminaron de ajustar los detalles del encuentro exploratorio de plenipotenciarios en Cuba y se acordó que el gobierno de Hugo Chávez “proveería” el transporte aéreo de la delegación completa de las Farc que viajaría a la isla.
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Ese año corrió en medio de la desconfianza y la guerra, con operativos de la Fuerza Pública tan duros para las Farc como el que terminó con la muerte de Alfonso Cano, el 4 de noviembre de 2011. La posibilidad de paz quedó en vilo. El 15 de noviembre del mismo año, el Secretariado de las Farc anunció que Timoleón Jiménez había sido designado como comandante. Pero es en la Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), del 2 y 3 de diciembre de 2011 en Caracas, Chávez pidió la autorización de Santos para establecer un diálogo directo con Rodrigo Londoño o Timoleón Jiménez. La reunión se concretó el 7 y 8 de diciembre de 2011 y fue el propio Chávez, quien ya estaba enfermo, quien lo convenció otra vez de retomar los diálogos de paz.
La foto inédita de los seis delegados de las Farc sonriendo en La Habana, en febrero de 2012, materializó el primer deseo de fase exploratoria. Allí estuvieron Mauricio Jaramillo, Rodrigo Granda y Andrés París, como plenipotenciarios, y los delegados Marco León Calarcá y Sandra Ramírez. El primer encuentro cara a cara se dio el 23 de febrero de 2012 y por el Gobierno estuvieron Sergio Jaramillo, Frank Pearl, Enrique Santos Calderón, Lucía Jaramillo Ayerbe, Alejandro Éder y Jaime Avendaño. De este período quedó la hoja de ruta que escribió Jaramillo, en la que aseguró que, tras la negociación con las Farc y el Eln (de sumarse, como lo hizo más adelante) “no reconocería ningún grupo armado más”.
Las agendasLa fase exploratoria avanzó y hubo intercambio de documentos y agendas con el fin de construir la ruta de cinco puntos que conocería el país. Las Farc, por ejemplo, presentaron una agenda denominada “Agenda común por el cambio hacia una nueva Colombia y otros documentos”, donde planteó dieciséis puntos, que podrían ser una síntesis de su plataforma del año 1993 y de la Agenda Común del Caguán suscrita en 1999. El Gobierno no la aceptó y les propuso la construcción de otra, acotada.
Entre el 11 y 15 de abril el Gobierno entregó el documento “Encuentro Exploratorio III”, donde expuso una agenda de siete puntos que incluyó la entrega de armas. Pero ante la negativa de las Farc de aceptar el punto sobre desmovilización y desarme, la delegación del Gobierno se levantó de la mesa y el proceso entró en una crisis que poco trascendió a la prensa. Con la ayuda de los países garantes, las dificultades fueron solventadas y las Farc aceptaron el término “dejación de armas”. Entre el 15 y el 20 de agosto de 2012, con un borrador del Acuerdo General, las Farc llevaron a cabo la “Reunión consultiva comandante Alfonso Cano, presente!”, donde discutieron el contenido del Acuerdo y determinaron avanzar hacia la fase pública, que arrancó el 15 de noviembre de 2012.
Estas y otras historias, documentos, actas, mapas y fotos inéditas del Acuerdo de Paz entre la guerrilla más vieja del continente y el Gobierno quedaron desclasificados con la “Biblioteca del Proceso de Paz con las Farc-EP” de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz. Un esfuerzo que recoge las memorias y el relato oficial de los siete años de conversaciones exploratorias secretas y públicas que terminaron con el pacto de La Habana.
Los diez tomos de la obra evidencian documentos que las delegaciones guardaron con el fin de mantener en reserva decisiones que, de hacerse públicas, hubiesen podido enfrascar a las partes en discusiones innecesarias. Hoy, esta colección se abre al escrutinio ciudadano, con datos valiosos de los años de conversaciones exploratorias; de los 51 ciclos de conversaciones, de los sucesos tras la derrota del plebiscito que refrendaba los acuerdos y de las rondas de discusiones con los voceros del Sí y del No, entre otros.
En su lectura se puede palpar desde la dura discusión que tuvieron las delegaciones cuando abordaron el tema de narcotráfico o los ajustes finales, así como la solicitud de 72 zonas en el país por parte de las Farc que terminaron siendo 26. Desde un principio se supo que los puntos críticos iban a ser la dejación de armas y la reincorporación. A diferencia de lo que entonces admitió el Gobierno.Este miércoles, de nuevo con el Teatro Colón de testigo, el presidente Juan Manuel Santos presentará la colección. Lo hará tras la posesión de siete parlamentarios de las Farc y a dos semanas de entregar su mandato. Lo hace convencido de que, pese a las incertidumbres que rondan por estos días el Acuerdo y los obstáculos de su implementación, ese será su legado.