La paz que se construye en la Amazonia

Académicos, campesinos e indígenas de Amazonas, Caquetá, Huila y Putumayo se reunieron para idear una propuesta que sirva para contarle al país lo que están haciendo desde las regiones para consolidar paz.

Leonardo Botero
11 de octubre de 2017 - 02:30 a. m.
Entre el 2 y el 4 de octubre, una treintena de líderes de Amazonas, Huila, Putumayo y Caquetá se reunieron en Florencia. / Sandra Botero.
Entre el 2 y el 4 de octubre, una treintena de líderes de Amazonas, Huila, Putumayo y Caquetá se reunieron en Florencia. / Sandra Botero.
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Un año después de la cita en las urnas, el plebiscito sigue generando preguntas: ¿Por qué perdió el Sí? ¿Por qué fue en las grandes ciudades y no en las zonas más golpeadas por la guerra que ganó el No? ¿Por qué 63 % de los colombianos no votaron? Y mientras surgían preguntas, empezó el proceso de implementación del acuerdo suscrito entre el Gobierno y la guerrilla, las Farc se desarmaron y formaron un nuevo partido político, se conocieron los nombres de los magistrados de la JEP e, incluso, se declaró el cese al fuego temporal con el Eln.

Pero, más allá de lo que pasó en las grandes ciudades, en las regiones más apartadas, en la “Colombia profunda”, se siguió trabajando, como desde hace décadas, en procesos de construcción de paz. Una labor que allí se aleja de discursos demagógicos, de la burocracia y de los intereses políticos de lado y lado. Son procesos que no surgieron como política de Estado, sino en la inclemencia del conflicto y que buscan eternamente una ventana para mostrarse según las particularidades de cada región.

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Pasó así, por ejemplo, entre el 2 y el 4 de octubre en Florencia, Caquetá, en donde una treintena de líderes provenientes de los departamentos de Amazonas, Huila, Putumayo y, por supuesto, Caquetá, se reunieron con la intención de responder varias preguntas: ¿Cómo contarle al país lo que han hecho desde hace años? ¿Cómo mostrar que la paz para ellos no es un discurso reciente? ¿Qué hacer, además, para unir todos esos esfuerzos?

“La paz hay que desmenuzarla”

Al encuentro asistieron líderes representantes de sectores sociales un tanto disímiles: evangélicos, indígenas, campesinos, académicos, quienes, a pesar de sus diferencias, de lo distante que puede ser su forma de ver el mundo, se encontraban en un punto similar: que la paz se construye desde los territorios y no en las grandes ciudades. Que son ellos quienes conocen sus necesidades.

Por ejemplo, Zereyda Romero, miembro del comité de mujeres de la Asociación Campesina del Suroriente del Putumayo (Acsomayo), insiste en la necesidad de discutir la paz con quienes han vivido la guerra. Para ella, este tipo de encuentros son claves, pues “la paz hay que desmenuzarla, ver de dónde viene, si es conveniente para nuestras comunidades. Es importante poder sentarnos y escuchar por qué se crearon estas guerras, para poder así hacer un trabajo digno, que no haya engaños, que se diga la verdad”.

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Romero cuenta que desde hace 20 años hace parte de Acsomayo para “hacer exigibilidad del respeto de la vida y del territorio” y que se ha dedicado a denunciar las violaciones de los derechos humanos. También dice que su trabajo ha sido el de la paz en medio de la guerra y que ahora que ya no tienen que “soportar las armas, las minas, las bombas, los helicópteros y los enfrentamientos”, buscan mantener la paz.

Y no es simple retórica. Cuando las Farc se dirigieron a los puntos de concentración, narra, más de 50 mujeres se unieron para darles la bienvenida a los entonces guerrilleros que estarían en la zona veredal La Carmelita, en Puerto Asís. “Nosotros fuimos y los esperamos en Puerto Vega, hicimos una calle de honor, todas las mujeres contentas porque ellas entraban al proceso de paz. Les dimos la bienvenida a la paz”.

Una idea compartida por Henry Yalanda Fernández, del pueblo indígena Misak, quien asegura que el fin del conflicto con las Farc “nos ha dado la posibilidad de recontarnos y encontrar un solo objetivo: ¿Para qué el territorio? ¿Sólo para vivir en paz o para qué? Al territorio hay que hablarlo, hay que protegerlo, y eso es lo que estamos buscando hacer aquí, buscando ese medio, esa palabra de vida”.

Yalanda, de 39 años y quien desde los 20 ha participado en los “procesos político-organizativos” de su pueblo y de las otras 24 autoridades departamentales del Huila, reafirma que la paz se encuentra en reivindicar sus costumbres como pueblo indígena y que “se hace en los territorios. No se hace en las ciudades y con los grupos armados, sino con nosotros mismos y con el gobierno nacional”.

Procesos claves de inclusión en los que, como lo asegura Martha Tapias –una mujer que desde hace 21 años pertenece a una iglesia evangélica en Leticia (Amazonas) y que ha trabajado con población carcelaria y con jóvenes en su comunidad–, la clave del éxito será precisamente el conocimiento de la verdad. “En el proceso de paz se han jugado muchas cartas bajo la mesa. Hemos heredado dolores de nuestros padres y venimos a vivir en un país lleno de guerra, de muertes y de situaciones difíciles, estamos viendo cómo los jóvenes perdieron la esperanza. Eso se sana desde la verdad: si nos hablamos con verdad, usted y yo vamos a tener confianza y la paz se fabrica desde la confianza”.

Un fogón para la paz

El encuentro celebrado entre el 2 y el 4 de octubre en Florencia (Caquetá) - por iniciativa de la Oficina del Alto Comisionado para La Paz con apoyo de las embajadas de Suecia y Canada, Usaid y OIM-, tuvo como objetivo consolidar una “acción colectiva para movilizar la región hacia la sensibilidad con la implementación de la paz”.

Por eso, en el denominado Nodo Amazonia (en el que confluyeron Amazonas, Caquetá, Huila y Putumayo) se discutió la fórmula para visibilizar ante el país lo que se construye desde las regiones.

De ahí surgió la idea de realizar una acción: “¡Un, dos tres: a prender el fogón!”, un evento disruptivo que se realizará a finales de febrero de 2018 y consistirá en un recorrido de varios días por el río Putumayo hasta llegar al municipio de Puerto Leguízamo. En las embarcaciones habrá “un fogón espacial o tulpa, en el que se irán cocinando recetas regionales por parte de personas de la comunidad, que ofrecerán sus platos con mensajes de paz y perdón a lo largo de la travesía”.

Por Leonardo Botero

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