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Taylor Jesús Rincón aprovecha cada minuto de su vida para hablar sobre San Vicente del Caguán. A través de las historias que le cuenta su familia o desde sus propias vivencias, construye un discurso que le hace contrapeso al estigma que históricamente ha cargado ese municipio del Caquetá por haber zona de despeje durante el proceso de paz fallido entre la extinta guerrilla de las FARC y el gobierno de Andrés Pastrana. Tras ese suceso, el territorio quedó marcado como un lugar de violencia, conflicto y terror.
Con la desobediencia a los discursos que le quieren imponer, Taylor está convencido de que su tierra tiene mucho por entregar, más que una historia del pasado que guarda momentos dolorosos. Cree fielmente en que a través del relato oral puede entregar una mirada de paz.
Por eso, atendiendo a sus convicciones, él hace parte de la red Compaz, asociación juvenil de comadres y compadres constructores de paz, y es uno de los guías de la Trocha por la memoria, un recorrido por los lugares que cuentan la historia de San Vicente del Caguán. La diferencia entre la trocha y un tour de cualquier otro lugar es que los relatos se cuentan desde las buenas cosas del territorio. Para este joven, la idea es que el visitante conozca que el Caguán es una tierra distinta a la que le han mostrado en las noticias.
“Lo que procuramos hacer es desestigmatizar el territorio. A los turistas que visitan nuestro territorio podemos ofrecerles una imagen diferente a la que los medios de comunicación se han encargado de fomentar con una cantidad de noticias que consideramos amarillistas y obviamente insanas para nosotros. Eso nos desprestigia y nos cataloga como personas agresivas y antisociales. Ese ha sido un discurso que hemos tratado de transformar con el transcurrir del tiempo”, explica antes del recorrido hacia las nueve comunas del Caguán.
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Taylor es víctima directa de ese hecho que marcó un antes y un después para el territorio: el fin de la zona de despeje en el 2002. Para ese momento en la región se dieron fuertes enfrentamientos que provocaron desplazamiento forzado y reclutamiento.
“Durante la zona de despeje salimos desplazados a Bogotá y no quisimos volver al territorio, entonces nos fuimos a Arauca y después regresamos a San Vicente del Caguán con la convicción de que la única manera de que la guerra no nos vuelva a afectar es hablar y que la gente se lleve un mensaje para toda Colombia”, dice.
Todos esos sucesos de violencia le pusieron una marca casi indeleble al territorio, pues por años lo han señalado con discursos revictimizantes como un territorio “guerrillero”. De ahí la necesidad de contar una historia diferente, esta vez desde sus propios jóvenes por medio de un recorrido por tres puntos específicos, cada uno con un discurso alrededor de la paz.
Primera parada: La colonización
Antes de comenzar a hablar de la paz, Taylor primero hace un recuento de la violencia que ha tenido que sufrir su territorio. Lo hace mientras divisa San Vicente del Caguán desde la parte alta de un barrio. Le gusta iniciar la ruta en ese punto para, como lo explica, georreferenciar a las personas. Señala hacia la cordillera y cuenta que Neiva está detrás de las montañas que se ven a lo lejos con una estela de nubes por encima. Luego gira hacia atrás y señala otro punto en dirección a las Sabanas del Yarí.
“San Vicente del Caguán, no solo para los grupos armados y para el Gobierno, sino también para todas las personas que han estado acá, está en la mitad del país, más o menos somos el centro. Aquí había dónde y cómo fundar un nuevo pueblo”, dice Taylor.
Esa antesala le da paso para hablar de las tres colonizaciones que ha tenido el Caguán. La primera que menciona es la colonización armada en la que cuenta que para ese tiempo, comandantes guerrilleros fundadores de las FARC se enfocaron en construir las llamadas “repúblicas independientes”, como también denominó Álvaro Gómez Hurtado a pueblos que buscaban soberanía y ser ajenos al Estado.
Luego Taylor se refiere a la colonización dirigida y explica que esta vino por parte del Estado. “Le inculcaron a nuestros abuelos algo de lo que hoy nos quejamos, la deforestación. A ellos les daban un crédito en la Caja Agraria para que pudieran talar árboles, sacar madera y que el Gobierno la comprara”, relata.
Precisamente, ese ha sido uno de los grandes estigmas que busca cambiar la comunidad porque históricamente han sido señalados como “deforestadores”.
Si bien solo en Caquetá desde 2017 se han deforestado 850.000 hectáreas, la mayoría en San Vicente del Caguán y Cartagena del Chairá, ahora los sanvicentunos le quieren apostar a otras prácticas que cuiden el medio ambiente y abandonar la ganadería extensiva para poner en práctica la ganadería sustitutiva o restaurativa.
Esa apuesta de las comunidades nace en medio de los diálogos de paz que adelanta el Gobierno con la disidencia Estado Mayor de Bloques y Frente, que también buscan un cambio en la producción agropecuaria, es clave para la transformación territorial del Caguán. Ambas prácticas consisten en darle prioridad a lo sostenible y armonizar la vida con los animales.
La última fase de colonización que identifica Taylor hace referencia al desplazamiento forzado por el que familias de diversas regiones llegaron a San Vicente del Caguán y en ese punto rememora las vivencias de su familia que llegó al territorio para radicarse porque corría la voz de que en el Caguán había manera de sobrevivir, aunque fuera de la madera.
Pero para Taylor, una de las grandes consecuencias de tantas colonizaciones, como él lo llama, le han hecho daño al municipio. “Este territorio debe tener una autonomía y una manera de desarrollarse. Vivimos estancados en el tiempo. Por eso queremos transmitir este mensaje para que se acaben los estigmas”, explica.
Segunda parada: un viaje en el tiempo a la zona de distensión
En el centro de la plaza Los Fundadores, Taylor recuerda lo que fue y lo que les dejó haber sido zona de despeje. En junio de 1998, el entonces presidente Andrés Pastrana decretó dichas zonas para negociar un acuerdo de paz con las extintas FARC, por lo que ordenó despejar militarmente cinco municipios del país, entre ellos, San Vicente del Caguán.
Esta es la segunda parada del recorrido de la memoria porque para él es importante reconocer la realidad del territorio y hacerle frente a los recuerdos que le son dolorosos.
“La zona de distensión se prestó para que muchas personas cercanas a lo ilícito vinieran a parar acá. Por ejemplo, muchas personas a las que las estaba buscando el Gobierno llegaron a radicarse en el Caguán. En ese tiempo imperó la ley del más fuerte”, dice.
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Precisamente en esa plaza se instalaron las mesas de diálogo entre el gobierno Pastrana y las FARC, e incluso fue el escenario de la polémica “silla vacía”, cuando el entonces jefe guerrillero Manuel Marulanda Vélez incumplió la cita con el Gobierno para iniciar el proceso.
📹La "Trocha por la memoria" es un recorrido que se hace por los lugares que cuentan historias positivas de San Vicente del Caguán.
— Colombia+20 (@EEColombia2020) April 22, 2025
Taylor Rincón, uno de los guías, mantiene viva la esperanza de que su territorio sea visto más allá del pasado doloroso. 🔗https://t.co/ld0FUnab79… pic.twitter.com/D7ULVJKFlx
Más allá de esos sucesos que marcaron la historia de San Vicente del Caguán, Taylor recuerda que la comunidad fue una víctima directa. Cuenta que antes de que se instalara la zona de distensión, en el Caguán todas las familias se conocían entre sí, pero después de eso, el tejido social se rompió. Para él lo menos peor que le pudo pasar al pueblo fue que las FARC pavimentaron toda la plaza para llevar a cabo los diálogos, pero en realidad, “nadie quería saber de nadie. Hoy día pasa como en la ciudad, no se sabe quién es el vecino. Ese fue uno de los cambios más abruptos que pudo haber tenido la región”, dice.
“La zona de distensión fue algo que ni siquiera se le consultó al pueblo. Nadie dijo: “vamos a hacer una consulta popular en San Vicente del Caguán para saber si quieren que sea zona de despeje”. Aquí solo se dijo: “vamos a despejar San Vicente”. Ese tipo de acciones legítimas por parte del Estado que desconocen el territorio, fueron dinámicas impuestas, más no propuestas”, agrega.
Además de esa imposición, las comunidades también tuvieron que cargar con el estigma de pertenecer al territorio, que fue señalado como una “zona guerrillera”, luego de que los diálogos fracasaron. “Este territorio siempre ha querido sobresalir de todos esos temas bélicos, pero desafortunadamente ha sido el mismo Estado con su estigma el que no lo ha permitido. Lo complejo de este territorio es que tenemos dos Estados y los dos Estados, cada quien a su manera, quiere imponer su verdad”, explica Taylor.
Tercera parada: llevarse una buena noticia del Caguán
El recorrido finaliza con Taylor sentado encima del puente colgante sobre el río Caguán. Mientras contempla el agua que corre con palos y ramas, él ofrece una arepa de maíz fresco con dulce de guayaba por ser la fruta de temporada. Cuenta que para él la memoria histórica no es la memoria oficial, sino la memoria de las vivencias, del sentir de la gente.
“La idea es que la gente se lleve la imagen de que en el territorio sí se está trabajando y se le está apostando a la paz. A pesar de que los grupos armados quieran imponer su hegemonía y su ley, hay personas que están de acuerdo con deslegitimar la violencia. Tenemos esperanza de que las cosas cambien aunque parezca que estamos retrocediendo en el tiempo. Este territorio puede cambiar”, relata Taylor.
Ese impulso por construir paz fue el que los llevó a trabajar en conjunto con Caguán Expeditions, un proyecto de ecoturismo creado por firmantes de paz del Acuerdo de 2016, en conjunto con comunidades campesinas que en los últimos años movilizó a más de 3.000 visitantes a San Vicente. Una de sus apuestas más reconocidas es el rafting con el grupo Remando por la paz, pero su actividad se vio en riesgo luego de que el agosto del año pasado las disidencias de las FARC los amenazaran y desplazaran del ETCR Miravalle.
“Con su participación en el mundial de rafting, vimos una ventana para visibilizar al territorio y poder gritar que no somos lo que la gente piensa. Podemos ser un potencial turístico y un potencial económico. Pero con lo que pasó perjudicaron al turismo y dejamos de existir prácticamente. Ahora que se desmanteló Miravalle, con más obvias razones menos gente va a querer venir a hacer turismo acá”, explica.
Sin embargo, Taylor mantiene viva la esperanza de que su territorio puede ser visto desde otras perspectivas y esa premisa se reafirma cuando sabe que la gente se lleva una imagen menos amarillista del Caguán.
“Aquí hay mucho por contar, hay mucho por hacer. Yo sé que este territorio es un territorio de muchas oportunidades para personas que vienen de la parte centro del país, porque nosotros tenemos mucho que ofrecer. Aquí, aparte de los derivados de la leche y los derivados de la carne, tenemos muchos espacios para sembrar, tenemos muchos lugares donde trabajar, tenemos el río Caguán. Somos un territorio emergente”, concluye Taylor.
* Esta pieza periodística hace parte de una coproducción entre periodistas de El Espectador y de medios locales de Caquetá que fue producto de un diálogo social llevado a cabo en San Vicente del Caguán. Esto se enmarca e la iniciativa “Comunidades que transforman” de El Espectador, el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ por su sigla en inglés) y la Embajada de la Unión Europea.
**Periodista local de Ecos del Caguán
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