A Joselito siempre lo entierran y siempre revive. Pero eso nunca lo hacen Carmelo, Plutarco y Aude. Ellos entierran a otros. Diez y hasta quince personas en un mes.
Los Crisoles cargan tres guitarras, tres voces y muchas canciones que usualmente los dolientes acompañan con llantos y gritos. Y experimentan muchas veces lo que dice la canción de Garzón y Collazos: ‘‘Todo ha muerto, la alegría y el bullicio’’.
Son las cuatro de la tarde del jueves 7 de febrero. Es el entierro de Marta Montoya. La tarde está algo fresca por la brisa que inunda la ciudad y unas 35 personas están en el cementerio acompañando a la familia durante la misa de despedida. Una vez terminada la ceremonia, el Trío los Crisoles recorre con la familia y los amigos de la difunta una larga distancia detrás del féretro. Todos salen del salón y caminan, algunos lloran, parecen con el corazón destrozado, pero la música les transmite diversos recuerdos y emociones, y a algunos les da paz. Las voces también le cantan a la muerte. Llegan al lugar donde se va a enterrar Marta, al jardín número 57, e inicia la ceremonia.
(En contexto: Para Joselito no hubo Carnaval).
‘‘Como quisiera, ay que tú vivieras, que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca y estar mirándolos, amor eterno’’.
Los amigos de la difunta se paran frente al ataúd, mientras penetra un olor a arena húmeda. Hay lágrimas y recuerdos. Los Crisoles cantan a un público que pueden ver reflejado en la fachada brillante del ataúd.
Marzo 4 de 2019: las viudas gritan en las calles de la ciudad. Pero no las acompañan Los Crisoles. La reina del Carnaval vestida de luto y ambientada por grandes tambores y flautas llora al eterno Joselito. Ahí no se escuchan las voces de Plutarco y Aude acompañadas por punteo de Carmelo en su guitarra. El calor no los abandona, pero eso no es impedimento para que una gran cantidad de personas que ha disfrutado del gran carnaval, camine y llore en un alegre luto por la clausura de los días que tanta euforia les dieron. Es otro martes que cierra el jolgorio con sonrisas, licor y desorden. La gente acompaña el supuesto entierro del hombre, pero el trío los Crisoles no aparece por las calles.
Dolor y angustia o tal vez expectativa y alegría. Son dos escenarios en los que las personas caminan detrás de un muerto, pero los sentimientos no siempre son los mismos.
Para muchos es una pérdida de tiempo, para otros la particular despedida de un carnaval y el inicio de la cuenta regresiva para el otro. Un juego con la muerte, el alcohol y la gozadera. “Mito”, llama Plutarco a Joselito, porque su experiencia y el dolor, que han aprendido a controlar, no se asemeja al luto que se le hace a un hombre que ‘‘no murió, sino que andaba de parranda’’.
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Mucha música acompaña la caminata de duelo de las viudas de Joselito. Un espectáculo dedicado a la muerte que, como todos los años, no cuenta con las las voces, las guitarras y las canciones de Los Crisoles, quienes ven este día como lo ve Carmelo, ‘‘una fiesta al eterno Joselito, que es un encarte’’.
Allí están Carmelo, Plutarco y Aude, tres artistas que reunió la vida y que se han dedicado a la música por más de 35 años, en el parque de los músicos donde todas las tardes esperan sentados a que los llamen para rendirle un tributo a otra muerte.