
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Apenas me enteré de tu caso Jazmín, le escribí a mi hermana menor, diciéndole que anotara de inmediato los datos de mi tarjeta de crédito para que descargara la aplicación de Uber. Hace unas semanas habíamos tenido un incidente con un taxista en Cartagena. Como tú, salimos de una discoteca y abordamos el primer taxi que pasó. No miramos la placa y tampoco había nadie despidiéndonos para anotarla. Eran las dos de la mañana.
Mientras nosotras queríamos llegar a casa, el taxista tenía una mejor idea. Empezó por hacernos preguntas que respondíamos con monosílabos. Como insistíamos en hablar entre nosotras, bajó el volumen de la música, y en ese momento las dos entendimos que ese hombre estaba demandando también nuestra atención. El taxista soñaba con ser cantante, y le pareció que era un buen momento para demostrarlo.
Justo cuando pasábamos por la zona más oscura, también le pareció buena idea disminuir la velocidad del carro. Nunca nos habíamos sentido tan expuestas, tan vulnerables y aún así, con el corazón a mil de mi boca solo podían salir palabras para halagarlo: ¡Qué bien cantas! ¡Tus canciones serán un éxito! le decía, haciendo esfuerzos para que no se me quebrara la voz. Cuando por fin llegamos a casa, mi hermana y yo empezamos a reír, esa risa nerviosa, esa risa de alivio, de saber que esa noche, tal vez, por andar juntas, nos habíamos salvado.
Jazmín, yo tengo miedo. Vivo paranoica de que cualquier hombre me pueda atacar, que quiera violentar mi humanidad. Aún en el Uber, siempre voy siguiendo la ruta, sabes asegurándome que el conductor no se desvíe. No recuerdo la cantidad de veces que les he escrito a mis primas, a mis amigas, diciéndole que si me pasa algo estaba con fulanito, que si algo ocurre me quede a dormir con sutanito.
Vivo con temor, dejando pistas, preparándome para lo peor. Yo no quiero vivir así. No estoy dispuesta a seguir callando, a dejar que esos hijos malcriados por esta sociedad machista y sexista nos arrebaten el derecho a vivir libres, de ponernos mini-faldas, de salir hasta tarde de la noche, de andar solas. Jazmín, no hiciste nada malo, no te recrimines, no te culpes.
Levántate pronto de esa cama, te queremos ver sonriendo, saliendo a bailar nuevamente. Te necesitamos pronto, porque juntas hacemos más, porque encerrarnos en casa no es una opción, porque tenemos que enseñarle y exigirle a esta sociedad, a que nos respeten. Los derechos de las mujeres son también derechos humanos. A ti, a mi hermana, a mis primas y amigas, las exhorto a que no vivamos con miedo. No es tiempo de retroceder, muchos menos de callar.
*Esta carta hace parte de la serie de #CartasAJasmín, publicada por El Espectador, en la que amigos y desconocidos le envían un mensaje de fortaleza a Jasmín Álvarez Romero, quien está en coma inducido tras ser víctima de una brutal agresión en Cartagena. Si quiere publicar una carta puede enviarla a pcuartas@elespectador.com
#CartasAJasmín: “No queremos mujeres encerradas en casa, muertas de miedo”
#CartasAJasmín: "No deberíamos andar arrinconadas, rogando que un hombre nos acompañe"
#CartasAJasmín: “Uno nunca pensaría que la maldad podría recaer sobre quienes conocemos”
#CartasAJasmín: “No podemos seguir viviendo bajo la lógica tiránica de no dar papaya”
#CartasAJasmín: “Hoy te llamas Jasmín, pero pudiste ser Cecilia, o Claudia"
#CartasAJasmín: “Pude ser yo, una amiga, una hermana, prima o conocida”
#CartasAJasmín: “No habrá verdadera paz mientras se crea que una minifalda justifica una violación”
#CartasAJasmín: “Quiero que despiertes y encuentres un mundo que se ha sacudido”