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En Cundinamarca celebra un nuevo galardón internacional, que premia el esfuerzo de políticas públicas pensadas en la gente. Hace unas semanas, la Gobernación informó que la Organización de Estados Americanos (OEA) premió un programa de agua potable que se viene adelantando desde hace menos de cinco años, para que campesinos y familias rurales del departamento puedan preservar este recurso.
Se trata de Agua a mi vereda, una política diseñada entre el gobernador, Jorge Emilio Rey, y Empresas Públicas de Cundinamarca en la que se sientan los pilares para el cuidado del agua, a través de obras en el territorio y pedagogía en algunas de las latitudes más lejanas del departamento.
La iniciativa fue considerada la más impactante para la ciudadanía por parte de la OEA y, según resalta el máximo ente político de la región, es un ejemplo de innovación y gestión pública en los países del continente.
Para determinar el ganador, la OEA valoró postulaciones de 12 países, como Brasil, Argentina, México o Estados Unidos y recibió al menos 111 proyectos de innovación que, de acuerdo con los participantes, podrían acceder al galardón.
Sin embargo, la Organización determinó que Agua a la Vereda era la más destacada, al ser una apuesta de sostenibilidad e innovación duradera en el tiempo, que beneficia a los ciudadanos y se prepara para un futuro de estrés hídrico, como ha alertado el Ideam, a través de diferentes estudios.
“Esta experiencia es replicable en otros países de la región, pues demuestra que el trabajo conjunto entre las instituciones y las comunidades genera soluciones reales y duraderas para el acceso al agua, uno de los derechos más esenciales para el desarrollo humano”, reza el acta que ratificó como ganador la iniciativa en Cundinamarca.
El proyecto, que ya recorre su tercera fase, ha permitido que familias en municipios donde el servicio de agua potable es intermitente o nulo, pueda establecerse de manera continua a través de obras, pero también instruyendo a los habitantes y prestadores del servicio cómo cuidar este recurso y los acueductos que movilizan miles de litros de agua a diario para abastecer a las comunidades.
“Este premio internacional honra el esfuerzo de nuestras comunidades rurales y el compromiso de EPC con soluciones innovadoras y sostenibles. Agua a la Vereda es la prueba de que cuando se trabaja desde el territorio, con cercanía y corresponsabilidad, el agua se convierte en motor de bienestar y dignidad”, comentó Jorge Machuca, gerente de EPC, entidad que también está a cargo del cuidado del agua a través de obras en los 116 municipios del departamento.
Resultados que fluyen
De acuerdo con Empresas Públicas de Cundinamarca, Agua a la Vereda ha cambiado el paradigma de las obras veredales en el departamento e incluso en Colombia. Al crear el proyecto se propusieron, más allá de entregar obras, enseñar a los habitantes cómo funcionan los acueductos y todos los demás vericuetos legales y administrativos que se necesitan para que haya servicio en sus comunidades.
Machuca lo compara incluso con el viejo dicho de “enseñar a pescar en vez de entregar los pescados”. “El proyecto y el premio exaltan un modelo comunitario que implementamos en zonas rurales donde miles de familias hoy cuentan con acceso seguro a agua gracias a una participación activa de las mismas comunidades”, subraya Machuca.
En los registros de EPC hay resultados tangibles más allá del logro de poder llevar un servicio básico como el agua a algunas de las regiones más apartadas del país. Por ejemplo, la iniciativa ha ofrecido, a algunos por primera vez en su vida, servicio de agua potable continuo a más de 188.000 personas.
Con los COP 40.000 millones, no solo se benefician estas personas, sino que el conocimiento de cómo cuidar los proyectos y los acueductos se multiplica en los municipios. Tanto así que, otro de los logros que defiende EPC es que al menos 25.870 personas ahora saben cómo preservar este recurso.
Además, EPC explica que también hay un impacto ambiental notable con Agua a la Vereda: 30.380 especias de especies de flora nativas fueron sembradas como moneda de compensación ambiental frente a las obras.
“Esta experiencia es replicable en otros países de la región, pues demuestra que el trabajo conjunto entre las instituciones y las comunidades genera soluciones reales y duraderas para el acceso al agua, uno de los derechos más esenciales para el desarrollo humano”, concluye Machuca.
