Comunicar la historia hecha a mano

Antonio Dinorio, de la comunidad indígena tikuna, talla madera palo sangre en su taller, ubicado en Leticia (Amazonas). / Andrés Velasco

“En este país, una artesanía es una baratija. En otros son consideradas productos de alta calidad, con una filosofía. Nos hace falta una conciencia de ese trabajo”, dice Andrés Velasco, caleño y director de cine que, preocupado por la memoria de los oficios propios de nuestro país, emprendió, con su esposa, un viaje que se convirtió en su proyecto de vida. Tras presentarse infructuosamente a varias convocatorias audiovisuales, se aventuró a cimentar las primeras piezas del proyecto que tenía claro: hacer una serie documental llamada Los oficios. Un viaje por los saberes ancestrales colombianos.

Lo primero fue conseguir, por su cuenta, dos convenios que le permitieron acercarse a dos comunidades: los fabricantes de tambores de San Basilio de Palenque y el resguardo indígena Katansama, donde habitan las tejedoras arhuacas. Una vez reunieron ese material audiovisual, crearon una página en Facebook, abrieron una cuenta en Instagram y lo publicaron. Lo acompañaron de infografías, de tal forma que los usuarios comprendieran el valor y el significado de una mochila tejida. Su propuesta tuvo tal acogida que en una semana ya tenían 2.500 seguidores. Ahí comprendieron que había mucho trabajo por hacer.

Con el tiempo, organizaciones gubernamentales y privadas los contactaron y financiaron otros proyectos enfocados también en rescatar los oficios colombianos. Fue sí como sacaron adelante una propuesta que busca ser memoria de la diversidad de saberes y generar mayor divulgación.

“En Colombia aún somos muy racistas. La historia que nos cuentan es la de otros, no la nuestra. Nos enseñan los nombres de los imperios occidentales, pero no el de nuestras comunidades indígenas, afrocolombianas, sus artesanías y saberes. Este proyecto nos hace mirar hacia las manos de nuestras raíces”, enfatizó Velasco.

Junto a su esposa y dos colaboradores han escrito, diseñado y divulgado este proyecto. A las zonas de trabajo, para no intimidar a las comunidades, Velasco viaja sólo con un asistente y con la ayuda de investigadores se sumerge en esas culturas. Esa mirada se ha convertido en una búsqueda por mostrar cada descubrimiento, con el fin de que deje de ser un diálogo de un “ellos” y pase a un “nosotros”, para que salga de la selva, de las comunidades alejadas y llegue a las pantallas de los celulares y computadoras, a las redes sociales, al ciudadano, al colombiano y al extranjero.

Así pues, las tecnologías se convirtieron en su mejor promotor y patrocinador. “Nos involucramos en lo transmedia, porque la gente está ahí”, aclaró el cineasta y fundador de la productora TamboLab. En un futuro, Velasco sueña con que sus producciones se conviertan en material educativo y en memoria digital para el país. Además que se conviertan en insumos de puntos digitales, así como en la motivación para que se abran en los colegios cátedras de tejidos ancestrales y musicales africanos, donde la historia de nuestros orígenes tenga lugar y se reconozca en el otro la riqueza que baña nuestra tierra.

“Acá estamos acostumbrados a referirnos a los indígenas o afros de forma despectiva, con expresiones como ‘este es mucho indio’, ‘este es mucho negro’. Pero amar a Colombia es no quedarse callado ante las injusticias, es frentearlas y no decir ‘esto fue lo que nos tocó’, sino, como ellos, decir ‘vamos a guerrearla’, como lo vienen haciendo desde la conquista”, finalizó Velasco.