El reacomodo del narcotráfico en un contexto en que las Farc son también jugador importante, explica la cadena de hechos violentos de los últimos días. Y en el centro de estos acontecimientos está el capo de la droga hoy más buscado en el mundo: Daniel El Loco Barrera. Sus últimos movimientos con avanzada terrorista, su mano invisible en otra sucesión de crímenes pero en Argentina, y en especial la muerte de Héctor Saldarriaga, alias El Mojarro, constituyen una voz de alerta sobre una nueva fase de la violencia en Colombia.
A este diagnóstico han llegado los organismos de investigación judicial y de inteligencia que, atando los cabos sueltos del atentado terrorista en Bogotá del pasado 15 de mayo, con el decomiso de un poderoso arsenal en el departamento del Meta dos semanas después, más la captura de varios desmovilizados de las Farc que portaban explosivos en la capital, creen entender que se están tejiendo nuevas alianzas en los bajos fondos del delito. Y todo tiene que ver con la configuración de rutas para el tráfico de droga y lavado de activos.
Una tarea en la que desde hace más de una década el experto ha sido El Loco Barrera. Basta recordar que desde los tiempos en que el jefe guerrillero conocido como El Negro Acacio dejó evidenciar cómo las Farc se lucraban del negocio de la droga, los hallazgos de las autoridades probaron que Barrera era el principal comercializador de su coca. Es más, en otro momento consiguió que los hermanos narcoparamilitares Miguel Ángel y Víctor Mejía Múnera hicieran a un lado sus prevenciones ideológicas y les compraran droga a las Farc.
Sigue a El Espectador en WhatsAppVasos comunicantes del delito en los que el personaje clave de El Loco Barrera para perfeccionar esas vueltas o deshacerse de los enemigos a sangre y fuego fue Héctor Jairo Saldarriaga Perdomo, alias El Mojarro. ¿Y de dónde salió este narcotraficante y asesino? En los archivos de inteligencia tienen claro cuál fue su derrotero. Se inició con las Farc, fue hombre de confianza del extinto jefe guerrillero alias El Mono Jojoy, ayudó a estructurar la Red Urbana Antonio Nariño en Bogotá, pero fue capturado en 2000 y fue a dar a La Modelo.
Desde mayo de 1999, a la misma cárcel había llegado preso otro coloso del narcotráfico, presentado como el jefe del cartel de los insumos químicos. Ni más ni menos que Miguel Arroyave. Mientras este individuo reconfiguraba su papel en la violencia sumándose a las filas del paramilitarismo, Héctor Saldarriaga era mencionado como uno de los canjeables que las Farc querían sacar de la cárcel. En 2001, Miguel Arroyave salió libre para convertirse en el jefe del bloque Centauros, pero antes logró que Héctor Saldarriaga cambiara de bando.
En la clandestinidad, mientras Arroyave le daba forma a su tenebrosa maquinaria paramilitar en el Meta, Saldarriaga entró a trabajar con el otro asociado desde el ala narcotraficante, Daniel El Loco Barrera. Entre ellos se movía el cuarto asesino: Pedro Oliverio Guerrero, alias Cuchillo. Y como en las combinaciones del narcotráfico y la guerra los amigos de hoy un día pueden volverse enemigos, así sucedió con este cuarteto. Arroyave entró en conflicto con El Loco Barrera y Cuchillo, y en 2004 este último mató al jefe del bloque Centauros.
El asesinato de Arroyave se dio en momentos en que el proceso de paz entre el gobierno Uribe y los grupos de autodefensas ya dejaba ver sus grietas. Por eso alias Cuchillo, quien llegó a desmovilizarse, optó por volver a la guerra, esta vez bajo la fachada del Ejército Revolucionario Popular Anticomunista de Colombia (Erpac). En cambio El Loco Barrera, que nunca le jugó al proceso de paz, siguió en lo suyo: el narcotráfico. Con una vasta zona de influencia en el oriente del país y una mano derecha para defenderse: Saldarriaga.
Con una ventaja: las peleas internas en el bloque Centauros terminaron por atomizarlo, el Erpac no pasó de ser una banda criminal más y, en cambio, El Loco Barrera y Saldarriaga afianzaron su dominio con una estrategia típica de los narcotraficantes: la corrupción de hombres de la Fuerza Pública y el sicariato para quitarse de encima a competidores y enemigos. Además, el pasado guerrillero de Saldarriaga también obró en su favor. Ya no era El Guajiro de sus tiempos en las Farc, ahora era El Mojarro, pero igual presto a negociar coca.
Una alianza que les permitió a El Loco y El Mojarro ir apoderándose del narcotráfico en todo el oriente de Colombia, desarrollando acciones dentro y fuera del país para fortalecer su imperio. Por ejemplo, el asesinato del narcotraficante Leonidas Vargas en enero de 2009 en España, perpetrado por un joven sicario y una reducida estructura que se desplazó al Viejo Continente, pero con la mano directa de El Mojarro y, por supuesto, de El Loco Barrera. La idea fue cerrarle el paso a todo aquel que intentara quebrantar su monopolio.
Incluso las autoridades sostienen que ante la nueva postura del zar de las esmeraldas Víctor Carranza, de distanciarse totalmente del delito y convertirse en un aliado del Estado, éste se volvió un estorbo para El Loco Barrera y en su momento Cuchillo. Eso explica los dos intentos de asesinato de los que fue objeto. El primero en julio de 2009, entre Puerto Gaitán y Puerto López, en el Meta, y el segundo en marzo de 2010, entre Puerto López y Villavicencio. Los analistas sostienen que detrás de las dos acciones estuvo alias El Mojarro.
Después de la muerte de alias Cuchillo en diciembre de 2010, el camino parecía despejado para la dupla El Loco-El Mojarro, pero sucedió lo inesperado: por desaveniencias frente al destino de un cargamento de cocaína que debía llegar a México, entraron en conflicto. Y esas pugnas en el narcotráfico sólo se saldan a bala. El primer intento de El Loco por deshacerse de su socio ocurrió en junio de 2011 en una cancha de fútbol cinco en Villavicencio. Seis personas perdieron la vida en el ataque. El Mojarro logró eludir el cerco de la muerte.
Desde entonces entró en una disyuntiva personal: o hacer las paces con El Loco o enfrentarlo. En la primera tarea, el camino utilizado fue volver a acercarse a sus viejos aliados, los comandantes de las Farc. Al fin y al cabo él no había entrado en guerra con ellos y, por el contrario, existen evidencias en los computadores incautados a la guerrilla de que incluso participó en reuniones entre El Loco Barrera y El Mono Jojoy. El nexo era la comercialización de la droga. Pero las Farc le pusieron precio a su intento de salvaguarda.
Como ya estaba en marcha el objetivo de causar golpes de alto impacto para presionar acercamientos políticos, los coqueteos de El Mojarro le llegaron como anillo al dedo. Saldarriaga era un probado mercenario. Los organismos de inteligencia llegaron a calificarlo como el sicario estrella de El Loco Barrera. La tarea por desarrollar fue la creación de un grupo urbano capaz de desarrollar acciones temerarias. Los organismos de inteligencia creen que su visión criminal fue definitiva para orquestar la nueva amenaza terrorista.
Pero al mismo tiempo, El Mojarro activó su plan B: Argentina. Aunque inicialmente viajó a Venezuela, Brasil y Uruguay, desde 2008 Héctor Saldarriaga ya sabía moverse en Buenos Aires. De hecho, su nombre quedó asociado al asesinato de Héctor Duque, alias Monoteto, y Jorge Quintero, ejecutados en el estacionamiento Shopping Unicenter Mall, en el sector de Martínez, en julio de 2008. En ese momento se dijo que Monoteto era un hombre del extraditado jefe paramilitar Macaco y que la mano de El Loco Barrera le había llegado.
Meses después, en abril de 2010, en el sector de Palermo fue capturado Luis Agustín Caicedo, luego extraditado a Estados Unidos. En sus confesiones, Caicedo reconoció sus nexos con El Loco Barrera. Saltaba a la vista, por vía de la DEA y desde la justicia colombiana, la conexión de El Loco con Argentina. Por eso El Mojarro tomó el mismo camino. Cambió su identidad por la de Carlos Brausin García, llevó a Buenos Aires a su compañera, también con identidad falsa, y se hizo rodear de una escolta de viejos conocidos.
De paso, como lo confirmaron a El Espectador fuentes de inteligencia, trató de hacer contacto con autoridades colombianas y norteamericanas para dar pistas sobre el paradero de El Loco Barrera. Por este camino y con los datos aportados por otros capturados, se fue estrechando el cerco sobre la gente de El Loco en Argentina. El golpe final llegó el pasado 6 de abril, cuando en desarrollo de la ‘Operación Luis XV’, cayeron en Buenos Aires 28 personas, 11 de ellas colombianas. Entre los detenidos, la viuda de Cuchillo y la exesposa de El Loco.
Esta captura masiva dejó al descubierto una bien organizada banda de narcotraficantes que enviaban droga a Europa y Estados Unidos. Hoy, la investigación ha permitido identificar a más de 80 vínculos de la organización y 42 empresas que les prestaban apoyo logístico. Y nuevos nombres han salido a relucir. Como Ignacio Álvarez Meyendorff, socio de Luis Caicedo. La prensa argentina informó que uno de los capturados fue uno de sus hijos. Además, cayó el nuevo compañero de la exesposa de El Loco, un negociante inmobiliario.
Pero no habían cesado los ecos de la redada en Buenos Aires, y apenas se cotejaban con Colombia las identidades de los capturados, cuando vino otra noticia. Al caer la tarde del pasado 17 de abril, en el sector de La Recoleta en Buenos Aires, momentos después de descender de una camioneta Honda CVR, fue asesinado a tiros Héctor Jairo Saldarriaga Perdomo, alias El Mojarro. En ese momento portaba nueve celulares, 30 tarjetas sim card, US$5.000 en efectivo y $5.000 argentinos. Demasiada información por procesar.
Ahora la colaboración entre las autoridades colombianas y las argentinas es total. En ambos frentes la hipótesis común es que el nuevo jefe de sicarios de El Loco Barrera, identificado como Carlos Angulo, alias El Pollo, logró silenciar al hombre que más sabía del más poderoso capo colombiano. Pero también hay intercambio de información para establecer los alcances del narcotráfico en el sur del continente, sin descartar otras conexiones con los grupos armados ilegales de procedencia colombiana.
Con un antecedente a tener en cuenta: en agosto de 2008, junto a cuatro milicianos de las Farc, fue capturado en Bogotá Jairo Alfonso Lesmes Bulla, conocido con el alias de Javier Calderón. En ese momento el entonces ministro de Defensa y presidente Juan Manuel Santos lo señaló como orquestador de un plan fallido para atentar contra el exministro Fernando Londoño Hoyos. El director de la Policía, general Óscar Naranjo, ratificó que había sido neutralizado un propósito terrorista en Bogotá, que además incluía un ataque contra un medio de comunicación.
Javier Calderón ha sido reseñado como uno de los llamados embajadores de las Farc en el exterior y durante buen tiempo su sede habitual fue Buenos Aires. Un dato más que lleva a pensar a las autoridades que a pesar del asesinato de El Mojarro, en sus intentos de acercamientos con las Farc luego de su pelea con El Loco Barrera pudo dejar en marcha una nueva acción terrorista en Colombia. De cualquier manera, queda en evidencia una vez más que, gracias al narcotráfico, las Farc y El Loco Barrera han tenido más afinidades que diferencias.
La última noticia señala que esta semana, cerca del municipio de San Martín (Meta), la Policía y la DEA encontraron 150 fusiles AK47 que pertenecían a El Loco Barrera. Las autoridades creen que está en marcha una reactivación del Erpac que otrora lideró alias Cuchillo, que El Loco está incursionando en otra faceta ilegal como traficante de armas o que sus negocios con las Farc tienen ahora un nuevo interés: posicionarse en un escenario común para negociar aparte pero también encontrarse en un futuro estrado político.
Lo cierto es que mientras las autoridades colombianas siguen apuntándole a la hipótesis de que las Farc con algún tipo de alianza en el bajo mundo estuvieron detrás del atentado terrorista del pasado 15 de mayo, una incógnita mantiene muy ocupados a los investigadores en Colombia y Argentina: ¿Quién mató a El Mojarro? ¿Qué tanto sabía de los nexos entre El Loco Barrera y las Farc? ¿Fue solamente una vendetta del narcotráfico? ¿Pudo dejar andando el grupo urbano que estremeció a Bogotá? Los analistas de inteligencia no descansan.
El atentado del 15 de mayo
A las 11 de la mañana del pasado 15 de mayo, a la altura de la calle 74 con Avenida Caracas, en Bogotá, un individuo activó una bomba tipo lapa contra el vehículo blindado en que se movilizaba el exministro del Interior Fernando Londoño Hoyos. La bomba hizo explosión segundos después, causando dos muertos y más de cincuenta heridos.
En la acción terrorista perdieron la vida el conductor José Ricardo Rodríguez y el intendente Rosemberg Burbano. El exministro Londoño se salvó milagrosamente. Ese mismo día, en el barrio Eduardo Santos, fue desactivado un carro bomba. Desde entonces, las autoridades están en alerta frente a eventuales nuevos ataques terroristas.
Violencia en una cancha de fútbol
El 1° de junio de 2011, en el sitio conocido como “Fútbol Cinco”, situado en el kilómetro siete de la vía entre Villavicencio y Acacías, un grupo de seis sujetos vestidos de negro y armados ingresó al establecimiento y abrió fuego contra un grupo de personas que hacía deporte en una de las canchas.
Como resultado de la acción perdieron la vida seis personas. Dos más quedaron heridos. El objetivo de la acción, según pudo establecerse después, fue asesinar a Héctor Saldarriaga Perdomo, alias El Mojarro. La acción fue atribuida a sicarios al servicio del narcotraficante más buscado de Colombia: Daniel El Loco Barrera.
En el episodio murió por una bala perdida el jefe de prensa de Ecopetrol en el Meta, Richard Hoyos Alcántara. Nada tenía que ver con la guerra del narcotráfico. Desde entonces, alias El Mojarro decidió viajar al exterior buscando la forma de protegerse con las Farc y de armar su propio proyecto en el narcotráfico.