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"Esa fundación es una payasada"

¿Usted perteneció al grupo de novicios de la Compañía de Jesús en Medellín entre los años 2002 y 2003?

Cecilia Orozco Tascón
09 de noviembre de 2013 - 09:00 p. m.
John Jairo Jácome.  / Archivo particular
John Jairo Jácome. / Archivo particular

Sí, fuimos novicios en esos años que usted menciona. Éramos 26 novicios el primer año y 16, el segundo.

¿Fue compañero de Javier Suárez Pascagaza?

En la Compañía de Jesús el noviciado dura dos años. Fui compañero de Javier Armando Suárez durante ese período. Luego pasamos a la siguiente etapa de formación, que se denomina el juniorado en la Javeriana, en los años 2004 y 2005. Me retiré en 2007 y él salió un poco antes, hacia 2006.

¿Cómo es la personalidad de Suárez Pascagaza, el que usted conoció?

Es una persona muy extrovertida y muy habladora. Yo nunca tuve problemas con él, pero algunos compañeros sí y eso, según tengo entendido, terminó desencadenando su salida de la Compañía de Jesús.

¿Cuál tipo de problemas tuvo con los demás?

Ciertamente uno sabe quiénes son sus compañeros y cuáles son sus aficiones o sus gustos. Javier, curiosamente, era muy reservado en este aspecto, contrario al resto de sus intereses. De acuerdo con lo que se supo entonces, se le invitó a retirarse. El término técnico que se usa en esos casos es el de ‘presentar la dimisión’. Javier terminó ‘dimitiendo’ y la Compañía de Jesús aceptó.

¿Lo que se dijo, entonces, era que a Suárez lo habían rechazado en la comunidad de los jesuitas?

Sí. Incluso hubo problema para que él entregara un carné con el que nos identificábamos como jesuitas. Ese carné es preciado porque tiene ciertos privilegios. Varias veces le pidieron que lo devolviera, pero, por el contrario, lo usaba hasta para presentarse en comunidades de los propios jesuitas con el objeto de seguir haciendo uso de los bienes de la Compañía. Y otro detalle: se dijo entonces que él aprovechó, ya retirado, los servicios médicos prepagados a los que ya no tenía derecho, para hacerse una cirugía correctiva y también estética en la nariz.

¿Lo volvió a ver después de su propio retiro o no supo más de él?

No, jamás volví a saber de él. Yo terminé mis estudios de filosofía en la Javeriana y me vine a vivir a Cúcuta. Ahora soy periodista y trabajo en el diario La Opinión. Pero supe que intentó ingresar al Seminario Mayor de Bogotá y no lo recibieron; que quiso entrar a otra comunidad religiosa, al parecer no católica, y tampoco lo admitieron; que también probó con una de esas diócesis del exterior que viven pescando vocaciones en América Latina. Y hasta ahora me entero que es abogado.

Curioso que Suárez niegue tener motivaciones religiosas, entonces.

En el caso de él, es como negar a la mamá. Creo que él le está haciendo un ‘mandado’ a alguien.

¿Cree que alguien lo impulsa a hacer lo que hace en esa supuesta ONG contra la comunidad gay?

Exactamente. Piense que él viene de una familia muy pobre. Alguien debe estarlo financiando, porque se requiere plata para dedicarse a una fundación y a interponer tutelas. Entiendo que un hermano de él, que es un soldado, figura como representante legal suplente. Todo parece un montaje. Le repito, lo que nos sorprende a los compañeros de la época es la pasión con la que está atacando una causa que no puede atacar si es sincero consigo mismo.

¿Por qué? ¿Por haber estado en una comunidad jesuita?

Sí, entre otras razones, porque los jesuitas son de mente abierta, tal vez la más abierta y liberal que haya entre las comunidades religiosas. Por la formación que tuvo no está bien que enarbole la bandera de la discriminación sexual en nombre de la Iglesia. Claro, tendríamos que preguntarle a cuál iglesia representa, porque puede ser a la del procurador. No soy quién para juzgarlo por el hecho de que él hiciera parte de un grupo al que yo no pertenecía, pues soy heterosexual. Pero otras personas que sí estuvieron más cerca de él pueden dar fe de que lo que está haciendo Javier Suárez es una payasada.

Entre ustedes, los que hacían parte del grupo del noviciado o del juniorado, ¿sabían cuáles personas tenían una preferencia sexual diferente a la única de “marido-mujer” que pregona y defiende Suárez?

Desde luego que sí. Entre nosotros sabíamos cuáles compañeros nuestros y también cuáles sacerdotes eran homosexuales, porque no se ocultaba. Varios eran homosexuales, pero, ojo, también eran castos, en desarrollo de la gran apuesta de los jesuitas: no se le cierra la entrada a ninguna persona por su orientación sexual siempre y cuando usted sea capaz de cumplir el voto de castidad. Conocí sacerdotes jesuitas homosexuales y castos. Y son excelentes jesuitas, excelentes apóstoles de la Iglesia, excelentes formadores de gente con vocación.

Y, ¿los mismos parámetros rigen para los novicios?

Son los mismos y también esos parámetros son iguales a los que se exigen a los heterosexuales. El voto de castidad es uno solo para todo el mundo. Cuando uno termina su noviciado hace tres votos: los de pobreza, castidad y obediencia. Y hay que cumplirlos sin excepción. En cuanto al de castidad, si uno puede con él, bien sea heterosexual u homosexual, es bienvenido a la vida religiosa. Si no puede, tiene que retirarse.

 

Por Cecilia Orozco Tascón

 

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