El paro campesino se amplió. Pocas veces se han integrado tantos sectores en una movilización. En Cundinamarca, lo que comenzó con demandas de agricultores se transformó en una causa minera y camionera. En Tausa, Sutatausa, Ubaté, Zipaquirá, Nemocón y Pacho, durante esta semana, las jornadas transcurren con un fervor inusitado. No era para menos. Así lo demuestran los testimonios de los hombres que desde hace una semana acampan y protestan en las calles de los municipios de Cundinamarca.
Las causas, algunas, pueden llegar a ser contradictorias. El beneficio de uno podría afectar al otro. Como en el caso de los transportadores y los campesinos. Unos piden que se suba el precio del servicio, los otros quieren pagar menos. Sin embargo, el deseo de estar mejor y de ver al otro de la misma manera no permite que se incurra en discusiones técnicas.
En un mismo punto confluyen diferentes historias. En El Boquerón, en medio de 300 personas, con cacerolas, ollas comunitarias, banderas y ruanas, hay tres caras de un abandono que tocó fondo.