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Este no ha sido un proceso fácil ni para los damnificados ni para los que llegaron a atender el desastre. Es una experiencia difícil, porque al ser la primera de este tipo para Colombia debieron buscar apoyo y asesoría internacional con países que han tenido situaciones similares. Eso hizo que el proceso fuera más difícil para los damnificados: sobrevivir a un huracán con la falta de planificación del Gobierno en cuanto al proceso, poco conocimiento sobre el sistema de vida de las islas, ignoraron al alcalde municipal y a la voz del pueblo, con poca noción sobre los materiales para la supervivencia de la gente, poca participación de los trabajadores locales y sistema de pago, sin hospital hasta hoy, sin refugios, etc.
¿Cómo estamos hoy? Todavía hay gente en carpas y refugiados. Todavía hay casas en últimas etapas de reparación, y ahora están adelantando la construcción de otras nuevas que tuvieron que subdividir en dos modalidades, creo que porque no han podido conseguir suficiente material para las casas seguras que impusieron. Pareciera que no hay suficiente mano de obra, porque hay casas en reparación a la espera, como las nuevas.
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Además de problemas emocionales, gente sin vivienda y la idea de una nueva forma de vivir, con la amenaza de futuros huracanes, la reconstrucción ha traído mentiras, deshonestidad, robo de materiales, dificultad para conseguir artículos de construcción, aumento del costo de vida para arriendos y comidas, beneficios al poderoso, personal continental traído con engaños y mal pagado para la reconstrucción, intereses particulares que priman sobre el colectivo. Tampoco tuvieron en cuenta a nuestros líderes raizales, porque se mostraron inconformes con el proceso. No es lo que realmente debe ser, ayudar a los necesitados y damnificados de un huracán de categoría cinco.
Cuando el presidente Iván Duque llegó, inmediatamente después del huracán, la presidenta de la veeduría cívica local le solicitó que las casas que nos dieran tuvieran un búnker, con estilo y diseño arquitectónico del pueblo raizal. Fuimos por todo un proceso de concertación para los diseños y de un momento a otro lo cambiaron todo para una casa “segura”, según ellos. Nada tenía que ver con el búnker, los materiales locales y demás. Hoy, de las más de 900 casas por construir nuevas, solo están construyendo 300 que impusieron y las otras se harán, pero reparándolas o ajustadas al lote.
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El presidente Iván Duque también dijo que volvería a construir lo que el huracán se llevó. Findeter, la encargada de este proceso, parece que ni tiene políticas ni criterios y solo es a consideración de los que ahí trabajan y no de lo que se debe hacer. Personas con casas de dos pisos y otras donde hay dos familias y tienen que conformarse con un piso, mientras otros que no tenían nada se les da una casa o se les instala un segundo piso. No se entiende esto.
Hay tantas incongruencias en el proceso, a veces uno aparece en el EDAN (Evaluación de Daños y Análisis de Necesidades) y a veces no. Ya no se sabe nada. El dilema que tiene a todos pensando es la parte de seguridad que no ha sido resuelta por el Gobierno con estas casas. Ahora, por ahorrar plata, no importa a dónde vamos a ir si otro huracán llega o si hay una zona segura real en nuestras casas. Para apaciguar el clamor de la comunidad han decidido que la zona segura sea un cuarto de baño pequeño (que solo serviría para resguardarnos durante un huracán y no después, cuando no hay refugios verdaderos). Los estándares internacionales de una zona segura no consisten en el baño, son un cuarto y un baño que aseguran a la persona su estadía después de que pase un huracán, para que se resguarde mientras se hacen los arreglos.
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Los escombros, después de un año, todavía se siguen acumulando en diferentes áreas y en las aceras. Se ven pasar ratas y el proceso de salida es bastante lento por problemas de transporte. En los últimos días se ha acelerado un poco la recolección, creemos que es por un rumor de que habrá visita del presidente. Sigue sin haber un hospital ni refugios construidos, casas sin seguridad después de un año, pero sí ha habido arreglos en el aeropuerto, de peatonales y obras que vemos innecesarias en estos momentos de calamidad en los que priman la salud y la seguridad.
Hoy se ha acelerado un poco más la construcción, avanzan las casas nuevas, ya sean las impuestas por el Gobierno o las reparadas o ajustadas, con muchos peros por parte de Findeter y los contratistas. También la traída de una barcaza con algunos materiales, pero que tampoco suple las necesidades de todos los contratistas en la isla. Ya se dio comienzo al proceso de recolección y envío de escombros, y la construcción de la hotelería que había quedado bajo Fontur.
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Mi reflexión al respecto es que como país y como lo enuncia la Constitución, debemos respetar las diversidades y dar participación a la comunidad. ¿Quién conoce mejor su entorno sino la propia gente que vive en él? Muchas de las dificultades que el equipo de reconstrucción ha tenido han sido por pensar que lo saben todo, que tienen la razón y poco parece importar el pueblo local damnificado. Debieron planificar, organizar y priorizar para unos logros diferentes y Providencia hubiera avanzado un poco mejor en economía, seguridad, etc.
*Veedora comunitaria de Providencia.
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