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Un refugio de la lectura en Medellín que pide ayuda para no morir 


El mirador del colegio Antonio Derka, en el barrio Santo Domingo, dejó de ser un espacio de vicio para convertirse en uno en el que se fomenta la lectura. Aunque nació de una iniciativa pública, con el cambio de administraciones perdió el apoyo y ahora busca recursos para continuar.

Paula Andrea Baracaldo Barón

24 de abril de 2025 - 08:36 a. m.
El proyecto está ubicado en el barrio Santo Domingo Savio 2, sector La Torre. Puede atender, en el año, a más de 7000 personas. / Cortesía
Foto: Cortesía
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En un mirador de más de 400 metros, donde está la plaza del colegio Antonio Derka, en Medellín, hay una estructura a la que le llaman “Cubo”. Debajo hay un espacio en donde nadie se moja si llueve, en el que nadie se quema si hace sol y en el que cobra vida “Lectores a la hamaca”, un proyecto que busca recuperar un espacio público, que antes albergaba cuatro puntos de venta de droga, en el que ahora se promueve la lectura.

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Carlos Andrés Mesa es oriundo de Ituango. A los 14 años llegó a Medellín desplazado. Vivió en la calle y llegó a trabajar como vendedor de cigarrillos y betún. Tiempo después se fue a prestar servicio militar y vivió como soldado profesional durante año y medio. En Chiquinquirá terminó su bachillerato. Se casó con Marcela y tuvo dos hijos: Ángelo y Taylor.

En Santo Domingo Savio, el barrio en donde vive hoy junto a su familia, comenzó a trabajar en proyectos sociales (incluso organizaba fiestas y novenas). Recogió ayudas para dar mercados y hasta se embarcó en un proyecto para reconstruir casas de la zona. En medio de todo esto conoció a Alejandro de Zubiría, quien tenía una fundación de pedagogía conceptual. Allí se capacitó y fue parte del proyecto “Megaulas” por tres años, en los que guiaron a más de 1.200 en escritura, matemáticas y formación de líderes, con apoyo de la Alcaldía.

El mirador lo conquistó hablando con quienes tenían el control de las plazas de vicio, demostrando, con ideas que leyó de iniciativas en Suiza, que poniendo hamacas y organizando actividades alrededor de la lectura, podría hacer de ese un espacio seguro para la comunidad, pero especialmente para los niños, que no solo necesitan tiempo de esparcimiento. “Porque los colegios les dan ese refugio de lunes a viernes, pero el sábado y domingo hay un espacio, un hueco ahí de alimentación bien grave para ellos. Tratamos de hacer lo posible, de buscar empresas, amigos que nos ayudan”, explica Carlos.

Allí los niños llegan a leer, toman los libros que han donado voluntarios u organizaciones internacionales con las que ha logrado mantener el proyecto desde hace siete años. También participan de actividades como las que realizan los domingos, y a las que llegan hasta más de 200 pequeños. Pero no son los únicos. Carlos resalta que “tenemos un grupo de 60 abuelitos con quienes nos encontramos desde hace más de dos años todos los jueves. Trabajamos lectoescritura, les enseñamos a tejer, hacemos ejercicio, y con eso les garantizamos también un refrigerio o un almuerzo, porque sabemos que lo necesitan”.

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Las “megaulas” se acabaron con la llegada a la Alcaldía de Medellín de Daniel Quintero, por lo que centraron el trabajo en el proyecto “Lectores a la hamaca”, que es lo que nació de la recuperación del mirador y se financia con donaciones privadas y el trabajo voluntario de gente del barrio y asistentes, pero no es suficiente, pues temen que, pese a que también han tocado las puertas de la administración de Federico Gutiérrez, no han obtenido respuestas para asegurar la sostenibilidad.

“Considero que cuando una administración llega, lo hace con sus propios proyectos y con sus propias personas para que los ejecuten. Digo que ese es el mayor problema que tenemos los proyectos que nacemos desde lo empírico y desde el amor. En ciudades grandes los recursos son muchos, pero también muchas personas que hay que atender”, afirmó Carlos.

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El Concejo de Medellín aprobó para el presupuesto de este año $10,9 billones. De ese monto, $8.79 billones fueron asignados a inversión, y aunque el concejal Santiago Perdomo, uno de los ponentes, aseguró que a pesar de que este es un presupuesto progresivo, que tuvo en cuenta la planeación estratégica y la gestión financiera, pese a esto Carlos ni su equipo han logrado conseguir ser escuchados y tampoco hay claridad sobre qué sector podría acoger el proyecto, teniendo en cuenta que están en espacio público, en el que realizan actividades culturales, pero que responden a necesidades sociales.

“Ha sido imposible. Hemos buscado al gobernador por lo menos 10 o 12 veces para que se sume a esta propuesta. Estuvimos en el Congreso de la República, nos abrieron las puertas. Hablamos de lo que estamos haciendo y nos aplaudieron, pero hasta ahí. Porque nunca recibimos una respuesta ni de parte de senadores ni menos de Presidencia”, aseguró.

Desde la Alcaldía no había idea de quién se encargaría del tema. La Secretaría de Cultura nos señaló inicialmente que al tratarse de espacio público la responsabilidad estaba en la Secretaría de Seguridad, que indicó a este medio que si bien se están encargando de la recuperación de estos lugares, ese tipo de actividades no están dentro de su cartera. Luego de varias consultas, el secretario de Cultura de Medellín, Santiago Silva Jaramillo, aseguró que ya habían establecido contacto con el equipo del proyecto y que, si bien no es posible otorgar estímulos financieros en este momento por el cierre de las convocatorias 2025, existe la disposición de considerar apoyos para el año siguiente.

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Dentro de los estímulos del Distrito para el arte y la cultura hay dos líneas: la de fomento a la lectura, escritura y oralidad, que este año entregó 14 estímulos por un total de $413.000.000, y una destinada al fortalecimiento de bibliotecas populares y comunitarias, que otorgó cinco estímulos de $10.000.000 cada uno.

Por ahora, desde la Secretaría de Cultura de Medellín indicaron que plantearán la posibilidad de que Carlos y su equipo participen en eventos como la Feria del Libro de Medellín, prevista para septiembre, con la posibilidad de recibir una remuneración por su presencia y contribución en el espacio.

Carlos dice que el proyecto por ahora se mantiene con lo mínimo, pero se requiere inversión para garantizar que el espacio siga siendo un refugio cultural, en medio de las drogas y el conflicto. “Para tener dignidad, para pagarle al docente, que tenga su seguridad, su salud, garantizando los refrigerios y garantizando el aseo. Obviamente, ahora todo ha sido desde el voluntariado”.

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Por Paula Andrea Baracaldo Barón

Comunicadora social y periodista de último semestre de la Universidad Externado de Colombia.@conbdebaracaldopbaracaldo@elespectador.com

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