Una de las grandes dificultades que desnudó la pandemia de covid-19 fue la desigualdad en el acceso a las oportunidades de estudio que, de hecho, se acentuó en la crisis sanitaria, ahondando las brechas globales de aprendizaje existentes. Más allá de esta y otras problemáticas de vieja data, la misma evolución de la humanidad y el mutable horizonte actual plantean grandes incertidumbres y encrucijadas, y supone importantes desafíos cada vez mayores para lograr una educación incluyente, de total cobertura, humanista y comprometida con la ciencia y el desarrollo integral de la sociedad.
Indudablemente, el advenimiento de las nuevas tecnologías, en especial las relacionadas con la inteligencia artificial y la internet de las cosas, implicará un cambio de paradigmas en los procesos de formación, con estrategias y mecanismos disruptivos que permeen estas nuevas oportunidades que nos brinda la revolución tecnológica 5.0.
Otro escenario lo constituye el cambio climático, pues si bien tradicionalmente el ser humano ha abusado de los recursos naturales para satisfacer sus necesidades, hoy la educación debe promover el uso racional de estos. Además, la creciente pobreza y la amplia desigualdad social son otras situaciones ante las cuales la educación tiene el deber de generar nuevas miradas y oportunidades, teniendo a mano diagnósticos como los informes económicos de la OCDE, que evidencian el estancamiento generacional de las poblaciones más desfavorecidas en términos de movilidad social. Igualmente, la educación tiene la responsabilidad de formar para la paz ante un panorama devastador como son las guerras Rusia-Ucrania y Palestina-Israel, y en nuestro país los conflictos activos con grupos armados ilegales.
Toda esta temática fue abordada la semana anterior en el X Simposio Internacional de Educación, Formación Docente y Práctica Pedagógica en Contextos de Incertidumbres. Educar el territorio: escenarios para la construcción de paz, en la Universidad Simón Bolívar, durante el cual se analizaron no solamente estos grandes desafíos y se plantearon caminos de abordaje para atenderlos, sino que se buscaron respuestas a interrogantes como: ¿qué se debe enseñar a las nuevas generaciones?, ¿cuáles son los límites que debe fijarse la humanidad en estos tiempos y cómo educar al respecto?, o, ¿es posible demarcar los avances tecnológicos y el crecimiento económico?
El consultor de la Unesco Cristovam Buarque, exministro de Educación de Brasil, se refirió en el simposio a la incertidumbre que embarga la democracia, que incluso ha sido manifestada por los más jóvenes con su creciente desconfianza frente a este sistema como la vía para solucionar problemas sociales. Al respecto, cuestionó cómo hacer sustentable la democracia ante problemas planetarios como las guerras, las hambrunas, la concentración de la riqueza, la pobreza extrema, el avasallamiento del medio ambiente, etc. En su concepto, la democracia tiene que ser reinventada y transformada en una “humanocracia”, donde primen los intereses vitales del ser humano en armonía con la naturaleza. Igualmente, planteó que es imprescindible enseñar a las nuevas generaciones a respetar los límites para garantizar su supervivencia.
Por eso se hace necesario superar la inacción que, con frecuencia, nos provocan las incertidumbres. Las instituciones educativas y los educadores debemos ubicarnos en el centro de la discusión y la acción de todas estas problemáticas y cuestionamientos, y generar alternativas para la construcción de una nueva sociedad.
*Rector de la Universidad Simón Bolívar.