La inclusión del desarrollo sostenible como enfoque transversal en la educación superior resulta necesaria no solo para afrontar la pandemia, sino también para atender el reto mayor que representa el cambio climático. La educación superior debe formar líderes del conocimiento y la acción que propicien, por ejemplo, el crecimiento acelerado de alternativas de energía renovable, el fortalecimiento de cadenas alimentarias sostenibles, nuevos modelos de desarrollo para los países pobres, medidas para la reducción de la desigualdad, inversión en educación para todos y salud pública de calidad.
Este mes, el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU) actualizó el Modelo de Acreditación en Alta Calidad para Instituciones y Programas de Educación Superior en Colombia mediante el Acuerdo 02 de 2020. Esto favorece el fortalecimiento del sistema de calidad de la educación superior, la homologación con estándares internacionales, el cambio de temporalidad de las acreditaciones, ampliándolas a seis, ocho y diez años, el acompañamiento y seguimiento a las instituciones, entre otros aspectos. En particular, hay dos cambios que se convierten en una oportunidad: el reconocimiento de las instituciones educativas colombianas en su contexto; determinado, entre otros, por la diversidad cultural, social y ambiental y la valoración del aporte de la educación superior a la transformación de los territorios para el bienestar a través de la investigación y la extensión.
Estas dos mejoras a lo que se considera alta calidad educativa en nuestro país podrían facilitar que, desde un enfoque territorial, se incorpore el desarrollo sostenible en todos los campos disciplinares.
En el espacio virtual llamado Encuentros por la Sostenibilidad de la Universidad de los Andes se recogieron varias perspectivas respecto al tema. Paula Moreno, directora de la Corporación Manos Visibles, desde su visión de liderazgo social, llama a la inclusión de las regiones del país, que histórica y sistemáticamente han sido ignoradas en este tipo de conversaciones. Así mismo, argumentó que “la sostenibilidad empieza desde la cooperación entre los diversos actores involucrados, quienes desde sus diversas experiencias pueden aportar y construir”.
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Uno de los retos consiste en “cambiar el discurso y transmitir la relevancia de descarbonizar la economía y reformar los patrones de consumo y producción. Ya no es posible, por los propios límites de la naturaleza, hacer una explotación infinita de la misma”, como lo indicó Manuel Rodríguez Becerra, profesor emérito de la Universidad de los Andes. Si bien el profesor reconoce que Colombia se destaca por tener regulaciones que velan por la sostenibilidad, indica que la puerta de entrada al verdadero desarrollo sostenible está en comprender que hay una crisis climática y ambiental que debe ser enseñada desde las aulas.
Al respecto, el viceministro de Educación Superior, Luis Fernando Pérez, señaló que la actualización del Modelo de Acreditación en Alta Calidad facilita la apropiación de este enfoque, pero que la excesiva focalización de las disciplinas está impidiendo que las coyunturas se puedan atender de forma transversal. Según explica, “la academia tiene una gran oportunidad de adelantar un liderazgo sostenible. Si comenzamos a concentrarnos en los retos generales y no en los particulares, podremos generar mayores sinergias que nos permitan avanzar como sociedad y como país”.
La coherencia institucional es otro aspecto crítico. Juan Luis Mejía, rector de EAFIT, coincide con la visión de Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes, señalando que “debe existir coherencia entre lo que se enseña y lo que se implementa institucionalmente; es decir, trabajar por campus verdes, sostenibles, incluyentes y diversos”.
Trabajar colectivamente es el camino, como señaló Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN, quien afirma que la conversación entre disciplinas, la acción colectiva y el trabajo en equipo son los componentes fundamentales que se pueden gestar desde la academia para aportar a una sociedad más sostenible.
Contamos con el incentivo, el marco normativo y la necesidad. ¿Qué nos detiene entonces para dar el paso histórico, trascendental de transversalizar el desarrollo sostenible en la educación superior? Muchos han avanzado en este camino, desde profesores hasta programas e instituciones educativas. Hacer visibles estas iniciativas, los aprendizajes y casos de éxito puede inspirar a quienes no han encontrado la forma de empezar.