El amor y el cariño pueden ser condicionados a la forma en que cada uno vive y expresa su sexualidad.
¿Y por qué cada uno puede y debe expresarla? Porque la sexualidad humana se manifiesta de varias maneras, es construida, es decir, no hay nada de natural o instintivo en ese proceso, desde la identidad, el deseo, las fantasías o el erotismo, poco a poco se van formando a partir de las experiencias, los aprendizajes, los gustos individuales y las emociones sentidas, o sea, es un momento íntimo que cuenta la historia individual de cada uno de nosotros.
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Durante siglos fue controlada, condenada, castigada y amedrentada. Mucho tiempo pasó, pero desafortunadamente sigue siendo blanco de ataques, como si aún estuviéramos en el medievo.
Hacerse respetar en su forma de ser y de vivir se tornó en una lucha individual, familiar y social. El poder ser, poder identificarse y elegir cómo sentir en su placer debería ser un derecho de todos. No hay nada de patológico en la forma de expresar la propia sexualidad ni en la identidad.
El respeto al otro, la empatía y la aceptación de que el ser humano es único y que no hay una sola verdad sigue siendo un desafío. Muchas culturas y muchos pensamientos estimulan el prejuicio, y no aceptan lo que se salga de sus libretos, prefieren eliminar que incluir en su mente. Por eso es necesario abandonar la ridícula idea de controlar la vida de otros.
Basta de tantas historias innecesarias de sufrimientos, mezquindades, crímenes y dolor. Vivir tiene sentido si las personas son capaces de ver a todos los demás desde el verdadero amor y comprensión, no desde el odio que sienten por lo que es diferente de uno y por eso atacan, eliminan, ignoran…
Autora de la columna: Flavia Dos Santos.