
Se aproxima la visita del sol que nace de lo alto, Jesucristo, para iluminar nuestras tinieblas y colmarnos con el gozo de la salvación.
Oración para todos los días
Bondadoso Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen, naciera en un pesebre para nuestra salud y remedio. Nosotros, en nombre de todos los mortales, te damos infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él te ofrecemos la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
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(Se reza tres veces el Gloria al Padre)
Noveno día de Novena
Abrir la puerta
Leamos la Palabra de Dios
Por la gran misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 78 – 79)
Se aproxima la visita del sol que nace de lo alto, Jesucristo, para iluminar nuestras tinieblas y colmarnos con el gozo de la salvación. Nos disponemos a celebrar que Jesús viene al mundo como luz.
Jesús viene a nuestros corazones y es necesario que le abramos la puerta, que lo recibamos con fe y con amor. A veces en esta época navideña nos dejamos distraer por los elementos externos y olvidamos o dejamos un poco de lado el verdadero motivo de la fiesta: Jesús que viene. Es posible que las circunstancias de este año nos ayuden a no perder de vista lo realmente importante: la presencia salvadora del Señor, la celebración en familia, la alegría de las cosas sencillas; a entender que el mejor regalo es que nos convirtamos, a imagen de Jesús, en don para las personas que nos rodean y nos aman.
Recibamos a Jesús en la oración y en la meditación de su palabra, recibámoslo en la gracia de los sacramentos que este año nos ha costado más trabajo frecuentar, pero que nos unen con especial intensidad al Señor que viene. Jesús mismo llama a la puerta de nuestras familias, de nuestras vidas queriendo entrar y cenar con nosotros. Vendrá a nosotros en la persona de los que están más solos, de los que perdieron su trabajo, de los que viven el duelo de la pérdida de sus seres queridos, de los que carecen de lo necesario para subsistir, en el migrante y en el niño abandonado. No le cerremos en ellos las puertas a Jesús. Recibamos en ellos al Señor que golpea a nuestra puerta y suplica, como en otro tiempo lo hicieron María y José en Belén, que le demos posada y dejemos que la alegría de la acogida y del servicio penetren en nuestros corazones. Que nuestro corazón palpite al ritmo del corazón de Dios que nos ama y quiere renovarnos con la fuerza de su amor.
Demos un paso en dirección hacia la Palabra
“Abramos nuestra puerta, es Dios quién nos visita”
Gozos
Aspiraciones para la llegada del Niño Dios
Dulce Jesús mío, mi Niño adorado, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
(1) ¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
(2) ¡Oh Adonaí potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah! ven prontamente para rescatarnos, y que un Niño débil muestre fuerte brazo!
(3) ¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo!
(4) ¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
(5) ¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
(6) ¡Espejo sin mancha, Santo de los santos, sin igual imagen del Dios Soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y, en forma de Niño, da al mísero amparo!
(7) ¡Rey de las naciones, Emmanuel6 preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
(8) ¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce hermosa estrella, brota, flor del campo!
(9) ¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su Niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
(10) ¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi Dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
(11) ¡Véante mis ojos de Tí enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado8 en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases te dice mi llanto!
¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto!
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplicamos que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
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(Se reza tres veces el Avemaría)
Oración a San José
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abrases en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina Esencia le veamos y le gocemos en el cielo. Amén.
(Se reza tres veces el Padrenuestro)
Oración al Niño Jesús
Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Tí, oh Jesús, que eres la misma verdad, venimos a presentarte toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y responderás favorablemente nuestra súplica. Amén.
(Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo)

