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“¿Narcisista yo? Obvio, no”: Así puedes identificar a un enamorado de sí mismo

Los narcisistas secundarios, aquellos seres enamorados de sí mismos, poseen la confianza y el magnetismo para llenar con su presencia el espacio donde se encuentren. Sin embargo, la búsqueda insaciable de reconocimiento puede causar desgarraduras internas difíciles de tramitar. Con ayuda de un psicoanalista, exploramos esta forma de ser, sus consecuencias y sus alternativas de superación.

Por Redacción Cromos
25 de enero de 2025
Narcisismo
Fotografía por: pixabay

El psicoanalista Juan Fernando Pérez ha recibido en su consultorio en Medellín pacientes que hacen de la belleza el eje central de sus vidas. Son hombres y mujeres incapaces de aceptar que pueden haber personas más atractivas que ellas. Son hombres y mujeres que han inflado en exceso el amor por sí mismos, al punto de encender el televisor y caer aplastados por ver cuerpos que ellos no tienen. La existencia se les vuelve una obsesiva comparación en función de la belleza y una carrera sobre otra carrera, cuya sombra, su propia sombra, es la única y desleal competidora.

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Formado en la Universidad de París y miembro actual de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, Pérez explica que existen dos tipos de narcisismo: el primario y el secundario. El narcisismo primario es el amor por sí mismo que una persona construye durante los primeros años de vida, el cual le permite reconocerse, aceptarse y amarse. Este es fundamental para la vida colectiva, porque una persona no puede ser responsable con los demás si no tiene una relación adecuada consigo misma. Por otro lado, está el secundario, que es la manera en que el sujeto convierte el amor por sí mismo en algo exagerado o despreciable, como lo hacen los hombres y mujeres adictos a la belleza.

El narcisismo, entendido como el amor por sí mismo, está en todas partes: define nuestro estilo, nuestro campo laboral y hasta las parejas que elegimos.

El narcisismo, entendido como el amor por sí mismo, está en todas partes: define nuestro estilo, nuestro campo laboral y hasta las parejas que elegimos.

Fotografía por: pixabay

Cuando alguien comienza a ser hipercrítico consigo mismo, porque cae en la comparación obsesiva con sus pares o considera que no está a la altura de sus objetivos, se produce una deflación de su narcisismo, que puede desembocar en depresión. Pero una persona también puede hacer una hiperinflación de su narcisismo, que consiste en imaginarse como un ser extraordinario, todopoderoso, que nunca necesita ayuda. Esa arrogancia perpetua puede derivar en autoexplotación −todas las decisiones importantes de un proyecto deben recaer en mí− o en vacío −los seres psicorrígidos en demasía se van quedando solos−.

El narcisismo secundario está ligado estrechamente con el imperativo de autenticidad que exige la sociedad contemporánea. En el libro La expulsión de lo distinto (Herder, 2017), el filósofo surcoreano Byung-Chul Han lo explica de esta manera: “Hoy se habla mucho de autenticidad. Como toda publicidad del neoliberalismo, se presenta con un atavío emancipador. Ser auténtico significa haberse liberado de pautas de expresión y de conducta preconfiguradas e impuestas desde fuera. De ella viene el imperativo de ser igual sólo a sí mismo, de definirse únicamente por sí mismo, es más, de ser autor y creador de sí mismo. El imperativo de la autenticidad no conduce a la formación de un individuo autónomo y soberano. Lo que sucede es, más bien, que el comercio lo acapara por completo. El imperativo de la autenticidad engendra una coerción narcisista. No es lo mismo el narcisismo (secundario) que el sano amor a sí mismo, que no tiene nada de patológico. No excluye el amor al otro. El narcisista, por el contrario, es ciego a la hora de ver al otro. Al otro se lo retuerce hasta que el ego se reconoce en él. El sujeto narcisista solo percibe el mundo en las matizaciones de sí mismo. La consecuencia fatal de ello es que el otro desaparece. La frontera entre el yo y el otro se difumina. El yo se ahoga en sí mismo. Un yo estable, por el contrario, sólo surge en presencia del otro. La autorreferencia excesiva y narcisista, por el contrario, genera una sensación de vacío”.

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Esta presión por ser distintos se ha canalizado en redes sociales, donde algunos han decidido montar puestas en escena para mercadear su identidad o, mejor, eso que no son y aspiran ser. El afán por ser validados y celebrados constantemente por medio de likes obliga a exprimir los cerebros y los cuerpos hasta la última gota, conduciéndolos a un pozo de agotamiento parecido al del burnout laboral. Los narcisistas secundarios se comportan en el mundo digital como marcas comerciales, produciendo contenido diario para significar y reafirmar su existencia. De lo contrario, temen desaparecer.

Pero ¿cómo se constituye el narcisismo en una persona? Pérez explica que, tanto el primario como el secundario, dependen especialmente de experiencias infantiles básicas, del amor que se reciba y de la forma en que ha sido dado. “Si el padre y la madre, o las figuras principales, tuvieron la capacidad de poner límites al niño frente a su narcisismo, seguramente este adquirirá un sentido positivo. Pero si las figuras optan, en cambio, por hacer una exaltación abusiva de las cualidades del niño, este se puede convertir en una patología”. Para aterrizar esta explicación, el psicoanalista pone un ejemplo: una cosa es que los padres inviten a su hijo a que se esfuerce por ser el mejor de la clase y otra, muy distinta, es que, al considerarlo el ser más excepcional del planeta, le exijan ser el mejor de la clase. Son dos maneras de comunicar el mismo punto de partida.

Las personas que adquieren un narcisismo nocivo suelen caer en cuenta de sus patrones cuando arriban a entornos sociales nuevos. Por ejemplo, imaginen a una persona que era un genio de las matemáticas en el colegio, resuelve estudiar ese campo en la universidad y allí nota que existen cinco o seis compañeros más habilidosos que él. Ese tipo de experiencias, esa clase de tropiezos que demuestran que su posición narcisista es equivocada, pueden precipitarlo a dos escenarios: se hunde en la amargura o empieza a replantear su visión de mundo, para componer una relación con la vida más sana.

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Vencer el narcisismo es bastante difícil, según el psicoanalista. Primero, porque alguien que se considera extraordinario y deidad rara vez busca ayuda terapéutica, pues está convencido de que nadie puede saber más de él mismo que él. Y segundo, porque requiere de un proceso de autocrítica sostenido que puede resultar doloroso, ya que aquella persona puede tener ante sus ojos el desmoronamiento de su vida ejemplar, de su proyecto de identidad. Juan Fernando Pérez recomienda que este último proceso se lleve a cabo con delicadeza: un interrogatorio despiadado solo conducirá a la deserción, mientras que una reflexión compasiva puede ayudar a corregir conductas y fundar otro yo.

El objetivo en psicoterapia es aprender a relacionarse mejor con los demás, para construir vínculos gratificantes y generosos que trascienden del enamoramiento propio, trazarse metas realistas y comprender el origen del impulso a competir, a desconfiar de los demás y a despreciar sus diferencias. Se trata, al final de todo, de aceptar la derrota y poder ser uno mismo con sus grietas.

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