Quienes vivimos y sobrevivimos en el mundo del fútbol no podemos sustraernos al tema de Diego Armando Maradona. En su caso es necesario separar dos aspectos: el jugador grandioso que fue y la persona en su entorno familiar, social y caótico, por sus adicciones. En este punto resulta lógico respetar y no juzgar su comportamiento. Así lo quiso él y así lo entendió y vivió.
Eduardo Galeano, escritor uruguayo, quien tenía diez años cuando su Uruguay ganó el Mundial de 1950, estuvo inclinado a asociar el fútbol a su propia vivencia y pensamiento. En un texto dedicado al jugador escribió: “Maradona se convirtió en una suerte de dios sucio, el más humano de los dioses. Eso quizás explica la veneración universal que conquistó, más que ningún otro jugador. Un dios sucio que se nos parece: mujeriego, parlanchín, borrachín, tragón, irresponsable, mentiroso, fanfarrón; pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero. La exitoína es una droga muchísimo más devastadora que la cocaína”.
Por eso cuando murió Eduardo Galeano, Maradona le dedicó este mensaje: “Gracias por luchar como un cinco en la mitad de la cancha y meterles goles a los poderosos como un diez, gracias por entenderme también”.
Maradona como jugador fue generoso al ofrecer en el campo de fútbol todo su talento, su genialidad, su dominio de balón y proporcionar alegría, así fuera fugaz, a millones de personas que disfrutaron viendo fútbol bien jugado. En eso fue excepcional.
Revisando los mejores cinco partidos, en los que alcanzó dimensión sideral y trascendental, los entendidos los relacionan así: Argentina-Inglaterra en cuartos de final en México 86; Argentina-Italia, en semifinal del Mundial de 1990; Nápoles-Stuttgart, final de la Copa UEFA 1989; Argentinos Juniors-Boca Juniors en 1980 con marcador final 5-3, cuando anotó cuatro goles para el equipo de la paternal; y no podía faltar el clásico Boca-River en 1981, para un título y ganando Boca 3-0.
Hay muchos más juegos, más goles y más travesuras con el balón, porque era mago y mostraba alegría jugando y siendo capitán y líder de sus compañeros eventuales.Solo agregaría que hoy sabemos al recordarlo que fuimos felices viéndolo jugar.