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En Maceo diluvió: ¿no prometían calma después de la tormenta?

El Clásico RCN abandona Antioquia para dirigirse a Tolima. Aldemar Reyes es el nuevo líder de la carrera, tras una etapa que pintaba tranquila y terminó seccionando el pelotón y a los aspirantes al título. La bitácora de la carrera.

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Fernando Camilo Garzón
24 de octubre de 2022 - 12:54 p. m.
El pelotón del Clasico RCN abandonó Antioquia en la segunda etapa de la carrera-
El pelotón del Clasico RCN abandonó Antioquia en la segunda etapa de la carrera-
Foto: @Inalper
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Puerto Boyacá, 23 de octubre, noche

“¿Dónde está la gente de Maceo?”, preguntó alguien de la caravana al entrar al pueblo que recibiría la llegada de la segunda etapa del Clásico RCN. No había casi nadie y el pelotón ya estaba a una hora. Calles adentro, subiendo al centro, en una casa se escuchaba algarabía; panderetas, guitarras, cantos y alabanzas. En lo alto de la casa se leía: “Iglesia Cristiana Pentecostés, Movimiento Misionero Mundial”. El pueblo, silencioso, parecía acumular toda su bulla en esa casa. ¿Todo Maceo estaba congregado ahí? ¿Les importaba el paso de los ciclistas, héroes sufriendo colgados del cuadro de la bicicleta? Era domingo, Maceo hablaba con Dios.

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La entrada al pueblo es muy empinada. En las primeras calles, cuando se emprende el ascenso, las casas que parecen deshabitadas están pintadas por una paleta limón; amarillo limón, verde limón y azul limón. A veces aparecen una casa roja, alguna de ladrillo y una que otra blanca, pero predominan los colores lima. Sin embargo, a medida que se llega a la zona central, la gente empieza a brotar de todas partes.

Maceo no es muy grande, pero tiene mucho comercio. Y las casas color limón, cuando ya se empieza a llegar a la punta de la montaña, son reemplazadas por negocios; tabernas, tiendas de comida y de ropa, ferreterías y restaurantes. Es un pueblo en crecimiento, pero ya no tiene para donde más crecer. ¿Ayudará la Iglesia Pentecostés a poner más negocios en el cielo? ¿O el pueblo seguirá creciendo para abajo? Parece más factible la primera, pues abajo no le gusta vivir a casi nadie.

Allá arriba llegó Aldemar Reyes, el ganador de la segunda etapa del Clásico RCN. Un repecho duro que coronó con el grupo de favoritos, a los que atacó en el último kilómetro para coronarse con la victoria y la camiseta de líder. Tras su estela, un grupeto de rezagados que se quedaron en los últimos ascensos de una etapa que aparentaba ser tranquila.

Antes de la entrada feroz de los pedalistas, en el centro sí había pompa y festejo. El profesor de música dirigía la banda marcial del municipio, mientras los de la televisión le echaban madres por el ruido que no los dejaba locutar la etapa. “¿Entonces nos callamos?”, preguntaba confundido el profe, mientras se llevaba a sus muchachos a otra parte. Maceo estaba de fiesta. Hace una semana, ahí también había llegado una etapa de la Vuelta a Antioquia y ante un improvisto de la organización del Clásico, al pueblo, que ya estaba dispuesto para recibir la carrera, le tocó recibir la segunda etapa. Pero, el centro, que congrega a todo el pueblo, estaba saturado. Era muy pequeño y la magnitud del evento lo desbordó.

No obstante, la gente estaba feliz. Una señora animaba con sus palmas los compases de la música y coreaba un “¡upa!” cada vez que cualquiera le pasaba al lado. Y como todo estaba tan apretado, le pasaban al lado todo el tiempo. “Upa, upaaaa, upa”, gritaba cada dos segundos. Cuando los ciclistas estaban a media hora de entrar a la plaza, del cielo cayó un diluvio, de esos en los que parece que con el agua se cae el cielo. “¡Qué peligro!”, decían los entendidos. La entrada al último ascenso era angosta, al lado derecho había un abismo, un terreno estaba sin pavimentar y los últimos cinco kilómetros estaban llenos de polvo porque a ambos lados de la vía las obras de ampliación de la carretera tienen todo semidestruido. Y encima diluviaba en ascenso. “¿Pero quién hizo ese recorrido?”, preguntaban los expertos.

¿No prometían calma después de la tormenta?

La primera etapa del Clásico RCN fue candela. Se suponía que en la segunda habría más calma. ¡Carreta! El premio de montaña de segunda categoría antes de llegar a Maceo dejó colgados a los esperanzados y seleccionó a los verdaderos aspirantes para el título. Prometieron la calma tras la tempestad, pero en el pueblo seguía el diluvio.

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Antes de entrar al ascenso, el terreno sí ameritaba la conversa. La carretera cortaba la montaña como una cuchilla recta y plana. La caravana, directa, seguía el camino hacia la cima. Y en los carros, que acompañaban a los ciclistas, hablaban de otrora. De los tiempos pasados que fueron mejores. “Ahora las carreras se cubren en los celulares, pero antes nos tocaba con máquinas en las que tocaba presionar siempre un número para poder escribir una letra. ¡Era un gallo! Tan complicado que preferí hacerme experto en dictar las crónicas para no hacerlas”, cuenta uno de los periodistas vieja guardia que viaja en la caravana. Antes no había internet, pero “como los periódicos siempre han cerrado temprano”, dice, el internet era una moto, que se llevaba el texto directo a la redacción.

Cuando el terreno es llano atrás no pasa mucho y cada hueco trae una anécdota. Como la vez que, dice el mismo sabio, “me monté en un carro que alquiló un fotógrafo. El hombre decía que hace poco se había accidentado, pero no le presté atención porque necesitaba escribir una vaina rápida para enviar a Bogotá. ¡Y chas! El man se estrelló con una baranda y casi nos manda al precipicio. No nos fuimos de milagro”.

Y un cuento lleva al otro, como la vez que cubrió en el 84 un Tour de Francia en el mismo carro de Daniel Samper, José Clopatofsky y Joan Manuel Serrat. “Es un aficionado por el ciclismo y ese año comentaba la carrera. No parecía ni famoso, tomábamos vino, llegaba de camisa y bermudas, como si fuera uno más”. Quedaron de amigos, de volver a verse cuando él viniera a Colombia, pero cuando vino, “¿tú crees que me dejaron acercármele un metro?”.

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Ese ciclismo eran otros tiempos. Antes salía más gente. Ahora la caravana marcha por las calles de Antioquia casi sola limpiando el camino para el trasegar del pelotón. Recuerda, por ejemplo, el primer Clásico RCN al que fue, cuando tras el bus de la prensa atrás, en una chiva, iba Pablo Escobar, tirándole billetes a la gente que se agolpaba a lado y lado de la carretera.

Escobar se quería meter en el ciclismo e intentó un par de veces, en una ruta que pasaba por las islas del caribe, mandar bicicletas cargadas de cocaína en los tubulares. Sin embargo, una vez lo pilló la policía y nunca volvió a intentar la gracia, dicen. Lo abandonó y nunca se le volvió a ver en una carrera. No siempre todo pasado fue mejor.

La calma de la caravana no era la misma para los ciclistas. Los favoritos iban a tope. Todos los fugados fueron rápidamente cazados y los equipos sí sabían que el final de la etapa empezaría a definir los aspirantes del campeonato. Además, el terreno era llano hasta un punto. El grupo principal iba muy enfilado y cuando llegaron los asensos no más de 30 corredores respondieron al reto.

Aldemar Reyes ya había advertido el día anterior que tenía combustible para ponerse al frente desde el principio. En la primera etapa acompañó el ataque de Wilson Peña y Edgar Pinzón y poco les faltó para coronar la victoria. Fue en Maceo, en la punta de la montaña, donde se coronó el nuevo líder del Clásico RCN. El pueblo cercano al cielo que despidió la segunda etapa. Ahora, el pelotón se dirige a Fresno, final de la tercera etapa. La salida será desde Puerto Boyacá, “un pueblo pesado”, tanto que la lluvia ni siquiera moja, pesa.

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