Thibaut Pinot, el ciclista que tiene dividida a Francia

La actuación de capo del equipo Groupama-FDJ en los Pirineos hizo que muchos que apoyaban a Julian Alaphilippe ahora griten su nombre. Este jueves vuelve la montaña al Tour 2019.

Camilo Amaya - Enviado Especial a Nimes
25 de julio de 2019 - 03:00 a. m.
Thibaut Pinot ganó el sábado en el Tourmalet y es uno de los grandes favoritos para llegas vestido de amarillo a París, el domingo. / AFP
Thibaut Pinot ganó el sábado en el Tourmalet y es uno de los grandes favoritos para llegas vestido de amarillo a París, el domingo. / AFP

A Thibaut Pinot no le gusta cuando le dicen que representa a la Francia profunda y rural, que los agricultores de la región de la Planche des Belles Filles se sienten cercanos a él como los de todo el país. Y no es prepotencia, solo que prefiere no generar esperanzas que después él mismo puede destruir. “Estoy cuarto en la general y no quiero ilusionarme”, dice el ciclista del Groupama-FDJ, equipo que es la sensación en cada población a la que llega el Tour (de sus ocho corredores, seis son locales).

Pinot se aparta del bullicio, no accede a tomarse fotos con nadie y en cuanto puede se sube al bus para huirle al calor, a las entrevistas y a las miradas expectantes. Ocultarse parece el mecanismo escogido no solo por él, sino por su director Marc Madiot, el efusivo hombre que casi se queda sin voz cuando su pedalista ganó en el Tourmalet. “Que esté tranquilo, es lo único que necesitamos”. Su hermano Julian, quien hace las veces de mánager, también lo blinda de las presiones externas.

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Pinot ha demostrado, en lo que va de carrera, que es el escalador más sólido, o por lo menos el de los arrancones a más de dos mil metros sobre el nivel del mar. Y esa emoción, que no lo deja tener la cabeza fría, es lo que ha dado espectáculo, pues hasta ahora, cuando ha cambiado de relación, el resto se ha quedado pegado. De las jornadas largas y desgastantes, el francés emerge más fuerte. Y se pega al tren del Ineos porque a veces su escuadra no tiene lo suficiente para llevarlo y se aprovecha de la fortaleza de los otros y ataca, gana y festeja con enojo como en los Pirineos, el día en el que Egan Bernal tuvo que ver su dorsal alejándose.

Aún hoy, una semana después de los abanicos que lo cortaron en la décima etapa, Pinot no olvida el descuido y habla de este con uno de los mecánicos, y el hombre de anteojos grandes le dice que ya no vale la pena, que hay que ir para adelante, que su terreno predilecto ya viene para que rompa todo otra vez. “Potente y ligero”, exclama el personaje antes de alcanzarle su bicicleta para que vaya a la firma de planilla. Para hacerse una idea: el lunes 15 de julio estaba a 2:33 de su compatriota Julian Alaphilippe y ahora está a 1:50; es decir, que luego de la primera tanda de ascensos descontó 43 segundos, un montón si se piensa en subir y en lo que resta de la última semana.

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Pinot, que dedica su tiempo libre a pescar, y a cuidar las gallinas y las cabras que tiene en una casa enclavada en las montañas, siempre ha sido solitario, desde muy niño, y disfruta de la vida ermitaña, del campo y el aislamiento de la civilización. Y odia el ruido de las ciudades, y los afanes y los horarios, y las citas y los trancones y el aire contaminado. “Le encanta la naturaleza. Se resguarda en esta. Y por eso es callado, tímido y pasa de grosero, pero es muy noble”, resalta Manuel Martínez, periodista del diario L’Equipe. Los medios franceses creen que es su oportunidad para triunfar en la carrera más importante del mundo. Que si neutraliza a Egan Bernal en los Alpes tendrá muchas opciones de vestir de amarillo en París. De hecho, los más arriesgados se atreven a decir que hoy le quitará el maillot jaune a su compatriota Julian Alaphilippe, o por lo menos quedará muy cerca de ser líder.

Pero, aunque todo suene perfecto, hay algo que podría dañar todo: el clima. Thibaut disfruta del frío y la lluvia, pero sufre con el calor y la humedad. Y es muy frágil cuando el sol es inclemente, y, además, es alérgico al polen. “Es una de las cosas con las que no se puede pelear. Es un mal que lo ha dejado sin grandes triunfos, pero él mismo dice que está más fuerte, que su preparación fue ardua y que puede que el cuerpo resista hasta los Campos Elíseos”, añade Martínez. Pinot tiene a Francia dividida: están los pulsionales que no cambian a Alaphilippe y su manera de ser, y los más racionales que le apuestan todo a Pinot, pues creen que pasó de ser débil a implacable.

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Los aficionados mayores, que hablan de las batallas entre Bernard Hinault y el holandés Joop Zoetemelk (el francés le ganó tres veces el Tour), alientan a Pinot, pues para ellos es el único que intenta romper el método y cambiar el ritmo de una prueba que se limita al imponente paso en el comienzo de los ascensos y al sufrimiento de las piernas al final. Hay fascinación y admiración, algo a lo que Thibaut espera responder no con fotos y autógrafos, sino con el título de una competencia esquiva para los franceses desde 1985, cuando Hinault ganó su quinta corona en la Grande Boucle. “Sería el mejor regalo que me puedo dar y que puedo dar. El más importante para todos”.

Por Camilo Amaya - Enviado Especial a Nimes

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