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Copa América: “El estridente encanto de la radio”, por Jorge Barraza

El periodista deportivo Jorge Barraza presenta hoy en Colombia su libro “Pioneros. Una historia de la Copa América”, disponible en librerías bajo el sello Ediciones B. Fragmento del capítulo en homenaje a las transmisiones radiales del evento continental.

Jorge Barraza * / Especial para El Espectador
17 de junio de 2021 - 03:22 p. m.
El chocoano Édgar Perea (1934-2016), en la foto,  Carlos Arturo Rueda C. (1918-1995) y el vigente tumaqueño Francisco 'Paché' Andrade son los narradores de nuestros medios radiales citados en el libro "Pioneros". 
/ Archivo
El chocoano Édgar Perea (1934-2016), en la foto, Carlos Arturo Rueda C. (1918-1995) y el vigente tumaqueño Francisco 'Paché' Andrade son los narradores de nuestros medios radiales citados en el libro "Pioneros". / Archivo

¿Cómo podría pagarle el fútbol colombiano a Carlos Arturo Rueda o a Édgar Perea por su fabuloso aporte difusor? No hay forma de establecer el precio del ingenio, de la tenacidad, del entusiasmo. Teófilo Cubillas lo tiene claro: “Si el domingo se jugaba el clásico entre Alianza y la U, Pocho Rospigliosi empezaba a fogonear desde el lunes en la radio con comentarios y entrevistas y polémicas todo el día, y dale y dale toda la semana; cuando llegaba el domingo el estadio reventaba de gente y el país se paralizaba”, nos contó. (Recomendamos: Prográmese con la Copa América, hoy Colombia contra Venezuela).

“Patea Kempes diciendo ‘yo a este lo mato’, y ataja Fenoy contestando ‘esta es mía’…”, gritaba Pablo Zaro, un showman del relato que hacía hablar a los protagonistas y describía situaciones inexistentes pero graciosas que la audiencia disfrutaba. Inventaba frases y palabras que luego los hinchas distribuían en la vida diaria.

El clásico rosarino era un bostezo, pero el speaker lo elevaba a la categoría de espectáculo vibrante para quienes no estábamos en el estadio. En los setenta, la Argentina entera sintonizaba a José María Muñoz. Un clásico de sus transmisiones eran los “pip” que sonaban en medio del relato. Cada “pip” indicaba un gol en otra cancha. Cuando terminaba la jugada, Muñoz daba paso a estudios centrales con la noticia. En los segundos que mediaban, uno cruzaba los dedos y rogaba a Dios que, tras el locutor, que decía “Informa Thompson y Williams”, apareciera Juan José Lujambio y dijera: “Gol de Independiente, Bertoni a los 25, Independiente 2 - Banfield 0″. (Más: La colección de El Espectador de la Copa América).

Otros recuerdos inamovibles: ir varios en el auto en completo silencio mientras se oye la voz del fútbol; el mutismo al que están sentenciadas también las mujeres en la casa, en las casi dos horas que demandan la narración y el comentario. Los chicos de hoy pertenecen a la era de la imagen, la comunicación digital y la televisión, no se deleitan con el relato radial en la misma proporción que antes. Se lo pierden.

Naturalmente, no es igual escuchar un partido en Europa que aquí. Allá parecen oficinistas del micrófono. Sin contar con que un relator francés dice escuetamente: “But, Platini”; en cambio, los nuestros gritan, como estuviesen siendo torturados: “¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOL… GOOOOOOOOOOOOOOOOOOL… GOOOOOOOOOOOOOOOOOOL…!”.

Un individuo con micrófono estropea un treinta por ciento de sus cuerdas vocales gritando un gol de Excursionistas. Se pone pasión. Además, el relato latinoamericano tiene un sello distintivo, como el estilo de nuestros futbolistas. Hay una impronta, una gracia, una inquietud por “vestir” el mensaje, por la frase chispeante y creativa, preconcebida durante la semana. También una preocupación por el uso del lenguaje. Se nota en la preparación casi científica de la transmisión, en el cuidado de la garganta.

Si el vestuario es el recinto sagrado donde reina el linimento, la cabina posee el encanto de los cables cruzados, los papeles pegados al vidrio con recordatorios, los termos con café, los guiños cómplices entre el comentarista y el relator. Un ámbito fascinante. No soy el más adecuado analista del tema, aunque, en ese marco, es posible que colombianos y uruguayos sean los reyes del micrófono.

Paché Andrade, sin embargo, adjudica la piedra basal a “la escuela rioplatense”: “Los argentinos han tenido exponentes fabulosos, como Fioravanti, cuyo relato poseía una elegancia notable. Personalmente, es el estilo que me gusta, no alocado, sino con pausa”, nos dijo cuando lo entrevistamos.

En todas las ciudades de nuestra América del Sur la radio ha sido un vehículo difusor excepcional. Y más que eso, un arte surgido desde lo popular. En cada una hay relatores y comentaristas cuya chispa los elevó a la categoría de mitos, como es el caso de Cucho Vargas en Bolivia, Julio Martínez en Chile y Petronio Salazar en Ecuador. Los narradores son trapecistas sin red, los escritores tenemos un colchón abajo. El “barrilete cósmico, ¡¿de qué planeta viniste…?!”, de Víctor Hugo Morales tras el gol de Maradona a los ingleses encabeza, sin duda, cualquier antología periodística.

Hasta la semifinal del Mundial ’54, un pequeño país de poco más de un millón y medio de habitantes marchaba futbolísticamente invicto en el mundo. Era Uruguay. Se había coronado sin caídas en los Juegos Olímpicos de París (1924) y de Ámsterdam (1928), que equivalían entonces al torneo universal. Luego fue campeón sin derrotas en el primer Mundial, en 1930. No volvió a participar hasta 1950, cuando otra vez ganó el título sin perder ningún partido. Y en Suiza mantenía su increíble marcha victoriosa. En la semifinal le tocó la máquina húngara de Puskás, Kocsis, Czibor, Hidegkuti, Bozsik… Los Magiares Mágicos ganaban 2 a 0. Parecía sellado y embalado; sin embargo, un cambio cambió las cosas: entró Juan Eduardo Hohberg, argentino nacionalizado uruguayo, y marcó dos goles, cuando expiraba el juego. Hazaña celeste, emoción sin límites, Hohberg se desmayó de la emoción. En ese instante, el célebre narrador oriental Carlos Solé, en medio de gritos de euforia en la cabina, acuñó una frase para la historia: “El león vencido sacude su melena…”. Hizo llorar a un país.

Cualquier narrador del mundo, sin pecado de plagio, podría recurrir en idéntica situación a la preciosa metáfora de don Carlos: se tomará como un homenaje. Solé fue un personaje nacional en Uruguay. En Montevideo le adjudican al joven uruguayo Claudio Sapelli la primera transmisión radial de un partido, en 1922, del choque que disputaron Brasil y Uruguay en Río de Janeiro por la Copa América. Sapelli se había subido a la terraza del diario El Plata, en Montevideo, y con un equipo primigenio comentaba las mínimas incidencias que llegaban por cablegrama. Lo hizo para los setenta y cinco receptores que había entonces en la ciudad. Se desconocen la calidad y continuidad de la emisión, pero la idea fue precursora. Y la Copa, su inspiración.

La transmisión inaugural desde el mismo lugar del encuentro deportivo se realizó en Buenos Aires el 2 de octubre de 1924 en cancha de Sportivo Barracas, en el sensacional choque de Argentina y Uruguay, rotulado de “amistoso” (una mentira piadosa). Los Celestes volvían de ser campeones olímpicos y la expectativa superó imaginaciones. Se emitió en directo por Radio Prieto. Se improvisó una cabina en los techos de chapa del vestuario visitante. La narración estuvo a cargo de un radioaficionado, Hugo Martínez Seeber, con los comentarios de Atilio Casime, periodista del diario Crítica.

La transmisión fue anunciada y se repartieron en los días previos cientos de cartones con un croquis de la cancha, dividida en cuarenta zonas. Martínez Seeber no nombraba a los jugadores, decía por qué zona circulaba la pelota y los escuchas, con la cartulina en la mano, imaginaban los movimientos de cada equipo. El comentarista sí daba impresiones de cómo era el juego. Fue el puntapié inicial de las transmisiones radiales formales en el fútbol.

A partir de allí, la Copa América fue motivo de miles de emisiones para todo el continente, las cuales fueron mejorando con cada avance tecnológico. Con un peculiar mérito de la radiodifusión: para llevar la noticia y el relato había que estar en el lugar de los hechos. Eso hizo Tito Martínez Delbox. “Habrá que esperar hasta 1927 para contar con el primer relato integral tal y como lo conocemos. Esto sería obra de Tito Martínez del Box, un libretista, humorista e intérprete de banjo quien convenció al titular de la vieja Radio Nacional (luego Radio Belgrano y hoy CNN Radio), Jaime Yankelevich, de transmitir partidos de fútbol desde la cancha y utilizando la línea telefónica”, escribe Gerardo Cadierno, periodista que buceó en las profundidades del tema.

El mismo Martínez del Box no se pone de acuerdo con sus recuerdos, y según pudo investigar Cadierno: “Como relator deportivo, fui el primero de todos. En 1927 transmití para Radio Nacional el partido que jugaron Sportivo Barracas y Estudiantil Porteño, algo inolvidable. De micrófono, ni hablar. Apenas un teléfono candelero con el cual relaté todo el partido”, recordaba Martínez del Box al diario Crónica en 1978. Una respuesta que difiere de la que seis años antes había dado al semanario Siete Días: “Para Radio Belgrano, que era de Manuel Penelas —después la compró don Jaime Yankelevich, con quien seguí trabajando—, hice la primera transmisión deportiva del país: Sportivo Barracas contra Huracán. Pero no teníamos micrófono; usábamos un teléfono, de esos de pie. Esto fue en 1926″.

Contemporáneo suyo es Roque Sillitti, a quien se reconoce como el primer especialista en fútbol. Ya desde 1926 Sillitti narraba partidos por Radio Prieto con un micrófono en la mano como toda herramienta, parado o a veces en cuclillas, desde el borde mismo del campo de juego.

En estos tiempos en que la Champions League magnetiza al mundo y la eliminatoria sudamericana recobra vida cada tres meses, la televisión es la estrella mediática. La radio quedó rezagada; no obstante, acercará las incidencias a millones que estarán trabajando, conduciendo o en lugares donde no hay una TV. La radio es como el cigarrillo: acompaña. Años atrás le hicimos una entrevista a Fernando Niembro, quien, a manera de sentencia, preguntaba: “¿Qué sería del fútbol sin la prensa?”. La extrapolamos: ¿qué hubiera sido del fútbol sin la radio?

* Se publica por cortesía de Penguin Random House Grupo Editorial, sello Ediciones B.

Por Jorge Barraza * / Especial para El Espectador

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