Radiografía del arbitraje colombiano

El Espectador habló con Wílmar Roldán y varios miembros de la Comisión Arbitral Nacional para mostrar la realidad que viven los colegiados en nuestro país. Estos son los pasos que hay que dar para dirigir en el país.

Luis Guillermo Montenegro - Camilo G. Amaya
29 de octubre de 2017 - 02:46 p. m.
Wílmar Roldán, el mejor árbitro colombiano en la actualidad. Estuvo en Brasil 2014 y sueña con dirigir en Rusia 2018. / AFP
Wílmar Roldán, el mejor árbitro colombiano en la actualidad. Estuvo en Brasil 2014 y sueña con dirigir en Rusia 2018. / AFP
Foto: AFP - AIZAR RALDES

“El problema en Colombia es que, a diferencia de jugadores y entrenadores, nosotros no nos podemos dedicar de lleno a esta profesión”, dice Wílmar Roldán, uno de los mejores jueces que tiene nuestro país, si no el mejor. Lo cierto es que mientras los otros actores del fútbol profesional pueden entregarse de lleno a perfeccionar lo necesario para cumplir con su trabajo, un árbitro debe, por necesidad, tener otra entrada para poder sobrevivir, para darse el lujo de aceptar dirigir un encuentro y no ver alterada la economía del hogar. “Lo que nosotros ganamos en 10 partidos, en otros países de Latinoamérica lo obtienen en dos”.

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Aunque más preparación no es la garantía de una erradicación total de los errores, sí sería la manera de disminuir las equivocaciones no sólo en la primera división, sino en las otras categorías de nuestro fútbol. “Uno dedicado de lleno a leer reglamento, a aplicarlo y a prepararse físicamente sería lo ideal”. En el juzgamiento no se nace equipado, se arma conocimiento con base en lo vivencial. Pero, ¿cómo se puede ser árbitro en Colombia y cuál es el camino para ascender? El Espectador se dio a la tarea de contar paso a paso, teniendo como eje la historia de Roldán, el trayecto que debe recorrer la persona que quiera llegar a tener la escarapela FIFA, la máxima distinción para el que demuestra ser cortés y correcto.

Así empieza el camino

Para cumplir con lo que exige el artículo 16 del reglamento sobre la organización del arbitraje en Colombia para ser juez profesional, el primer paso es afiliarse a un colegio que tenga reconocimiento ante la Federación Colombiana de Fútbol (FCF) por medio de las respectivas ligas. Actualmente nuestro país cuenta con 35 entidades repartidas en los 32 departamentos (Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca tienen más de una). “Tuve que irme de Remedios porque el colegio no tenía el aval. Terminé pitando en el de Segovia hasta los 17 años cuando me radiqué en Medellín. Allí me hicieron unas pruebas y quedé”. Los test a los que se refiere Roldán son físicos, teóricos y prácticos. Si se superan es necesario cumplir un año en cada escalón del fútbol aficionado (infantil, prejuvenil, juvenil, sub-23 y sénior máster) antes de llegar al profesionalismo, o mejor dicho, hacer el recorrido por la llamada Categoría C de los jueces, la cual sólo pueden integrar personas menores de 22 años.

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“Puede que algunos tengan una carrera rápida como me pasó a mí. En un partido de un torneo nacional sénior máster, entre Quindío y Risaralda, pité tres penaltis, eché a tres jugadores y nadie refutó mis decisiones, una muestra del respeto que me iba ganando por aplicar correctamente el reglamento. Tenía 21 años”.

Ya con este proceso hecho, la Comisión de Arbitraje Nacional dividió en tres la clasificación de los jueces: Categorías B, A y FIFA. Entre la primera y la segunda la única diferencia es la edad, pues para poder ser parte de la B es necesario estar entre los 27 y 31 años, mientras que en la A el requisito es superar ese umbral. Además, ninguna persona podrá ejercer actividades de periodismo, de manera directa o indirecta, y tiene que permanecer ajeno de toda cuestión política. Igualmente, está prohibido desempeñar cargos de directivo, entrenador, preparador físico, miembro del cuerpo técnico o jugador de algún club inscrito a la FCF. En cuanto a la escarapela que portan los mejores jueces del planeta, es la misma comisión la encargada de seleccionar, cada año, quiénes son los acreedores a los 14 cupos (siete centrales y siete líneas) que tiene nuestro país ante el máximo ente rector. El número de plazas se define por el rendimiento previo en competiciones internacionales. Por ejemplo, una de las potencias en esta región, Brasil, tiene 20 casillas.

¿Un buen negocio?

La pasión no resulta rentable. Y dedicarse a ésta puede ser contraproducente para el bolsillo. Por ejemplo: un central en Colombia, en un encuentro de la primera división, recibe cerca de $1’800.000, mientras que un línea cerca de $900.000. Hasta ahí todo bien. El problema es la periodicidad con la que son elegidos por la comisión. “Puede que te toquen tres partidos al mes o uno. Nosotros no tenemos contrato con nadie y la forma en la que trabajamos es por prestación de servicios. Eso no permite tener una estabilidad”. Pese a lo que se cree, el dinero no sale ni de la Federación ni de la Comisión Arbitral. Son los mismos clubes los que tienen que cancelar el servicio. De hecho, en cualquier encuentro es el equipo que oficia de local el encargado de recibir y ejecutar la cuenta de cobro.

La situación en la B es más apretada. Un central apenas devenga cerca de $920 mil y un asistente de banda la mitad ($460 mil). Sin contar que el que dirija en la segunda división tiene derecho a transporte, mas no a hospedaje. Si se cuenta con la escarapela FIFA la cosa cambia. Fuentes consultadas por este medio aseguran que cuando un central dirige un partido de Conmebol recibe US$3 mil ($9 millones), más estadía, tiquetes y alimentación. Ya en un evento FIFA hay, adicional a lo que se gana por partido, viáticos diarios de US$150 en promedio ($451 mil).

Controles y sanciones

Hoy en día la Comisión Arbitral Nacional está integrada por cinco miembros: Luis Ernesto Vargas, Gustavo Alberto Lenis, William Parra, Carlos Ernesto Camargo y Humberto Rodríguez. Además, hay dos instructores técnicos (Ímer Machado y Luis Fernando Avendaño) y un secretario (Émerson González). Ellos son los encargados de evaluar el nivel de los árbitros en Colombia (escalafón nacional) y de tomar las medidas correspondientes cuando se cometen errores. Una vez a la semana se reúnen en la sede de la FCF, en Bogotá, para analizar el rendimiento de los colegiados tras la fecha de los campeonatos de la Dimayor (Torneo y Liga Águila). Ese mismo día eligen quiénes son los designados para la fecha siguiente y toman las medidas correspondientes ante las fallas en el rendimiento.

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Si el error es muy grave, el juez no podrá dirigir durante tres fechas y luego de la sanción deberá, primero, hacer una escala en un juego de la B si quiere volver a la A. En caso de ser reiterativo la posibilidad de ser llamado disminuye, al punto de no ser tenido en cuenta. Pero está la opción de perdón y olvido cuando el árbitro demuestra que se ha preparado física y teóricamente supliendo así sus deficiencias. Claro está que primero deberá pasar un examen de reglamento que se hace una vez al semestre, es decir, comenzar de nuevo el proceso (se presentan 80 personas, aproximadamente). Pero no todo es sanción. También hay promoción y reconocimiento para los jueces que demuestren capacidades y temple a la hora de dirigir. Si hay una serie de duelos con buenos resultados en la B, el central o línea entra de inmediato en la lista de los que son tenidos en cuenta en la A. Y si en la primera división las actuaciones son impecables, la probabilidad de dirigir partidos más importantes es alta.

“La gente no sabe que mientras que el futbolista va en Ferrari nosotros vamos en Renault 4. Nuestras equivocaciones son duramente criticadas y podemos ser odiados por muchos sin saber que la intención siempre es hacer las cosas bien. Pero somos seres humanos y no máquinas. ¿Que se puede mejorar? Sí, pero siempre habrá insatisfacción de un lado u otro. Sólo nos resta tener de nuestro lado al mejor aliado: el reglamento”.

 

Por Luis Guillermo Montenegro - Camilo G. Amaya

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