Pelota a su pecho, control dirigido y zurdazo de gloria. El gol de Víctor Lugo, el que sellaba la primera estrella de América, el 19 de diciembre de 1979, fue una exacta premonición del que convertiría 37 años después un capitán emblemático.
Cinco años en la “B” y la hinchada americana no aguantaba más. Su sufrimiento parecía no tener límites. Un descenso llorado y un infierno extenso impensado, eso fue de América de Cali desde el 2011 hasta el 2016. Hasta aquel 27 de noviembre, cuando el Pascual Guerrero derramó lágrimas empapadas de un sentimiento que gritaba: “Ya no más, todo vuelve a la normalidad, América regresa a la A”.
Ese día, un hombre que flechó a los simpatizantes rojos por no temerle a jugar en la segunda división y afrontar el reto de regresarlos a donde pertenecen, anotó uno de los tantos más gritados en la historia del equipo escarlata. Él, esperando en su hábitat, el área, se merecía más que cualquiera sentir eso que solo explota por dentro de quienes anotan goles memorables.
Los ojos de Ernesto Farías se posaron en el centro de Jeison Steven Lucumí. Ellos aumentaron su nivel de brillo al ver que el sagrado objeto redondo se acercaba. Pelota a su pecho, control dirigido y zurdazo de gloria. La red se infló, mientras las gargantas americanas desataban un grito que pareció interminable. Un grito de alivio, de que ahora sí era el momento del ascenso. Después Quindío empató y Martínez Borja, de penal, decretó el 2-1. Sin embargo, el gol del argentino será el que nunca abandone las emociones escarlatas. (Prueba qué tan hincha de América eres)
“La verdad cumplí mi objetivo de subir a este equipo. Estoy muy emocionado y contento. Es mucha felicidad la que me da toda esta gente”, la que hoy le dice #GraciasTecla.