Luis Díaz y su amor por el fútbol

El guajiro se ha convertido en pieza fundamental del Júnior de Barranquilla, que este miércoles debuta en la Copa Libertadores 2019, frente al Palmeiras (7:30 p.m. por Fox Sports). Su sueño es estar con Colombia en la Copa América.

Jesús Miguel De La Hoz
06 de marzo de 2019 - 11:00 a. m.
Luis Díaz, esta temporada en la Liga Águila, ha jugado ocho encuentro en los que marcó dos goles.  / Getty Images
Luis Díaz, esta temporada en la Liga Águila, ha jugado ocho encuentro en los que marcó dos goles. / Getty Images

Luis Díaz nació abrazando un balón. Primero caminó y después pateó una pelota. En sus primeros años de vida alegraba a todo el barrio Los Cerezos, de Barrancas, municipio al sur de La Guajira, con su habilidad y fantasía. Lo hacía en cualquier parte, en la puerta de su casa o en la Escuela Club Baller, centro de formación de futbolistas que manejaba su papá, Luis Manuel Díaz: de él aprendió la táctica; jugando fútbol de salón y emulando a Ronaldinho se volvió un malabarista con la pelota.

El 10 de la selección de Brasil, del París Saint Germain o del Barcelona le transmitió su gusto por la fantasía y la felicidad con la que practicó el deporte. Después de verlo salía a remedar los actos del brasileño en la puerta de su casa y algunos le salían. Todas estas destrezas las perfeccionó jugando microfútbol. “Me gustaba mucho. Gracias a eso aprendí a pisar el balón, mejoré mi gambeta. Fue algo que me caracterizó desde pequeño. Ahora son de mis más grandes características y cualidades dentro del terreno de juego”, dice.

Siempre fue un niño tranquilo, a veces tímido. Con sus amigos jugaba trompo, yo-yo, corría por todo el barrio, pero la mayor parte del tiempo se la pasó detrás de un balón jugando en canchas de arena, en andurriales o en lugares en los que simplemente se pudieran poner dos piedritas para simular una portería, hasta que caía la noche y la pelota se perdía entre las sombras. Con sus destrezas maravillaba a sus amigos, cada vez que se encontraban para echarse un picadito, y después hizo lo propio en la escuela de su papá.

El fútbol siempre llenó su corazón, aunque el tenis a veces roba su atención. Sin embargo, nunca se hizo hincha de ningún equipo. Admiró al América de Cali, que a comienzos de la década de los 2000 ganó tres campeonatos seguidos y en 2003 tuvo su última gran presentación internacional en la Copa Libertadores de América (llegó a semifinales). También siguió de cerca los pasos del Júnior de Barranquilla, como casi todos en la Costa Norte colombiana. Pero nunca se inclinó por una escuadra en especial, porque estaba enfocado en convertirse en futbolista, era su sueño más grande.

Su camino dentro del terreno de juego lo comenzó como delantero 9, ubicado en todo el centro, esperando la lluvia de balones de sus compañeros. Se acomodó, aprendió a definir, pero nunca se sintió cómodo. Su estilo de juego era diferente, por él tenían que pasar las pelotas antes de llegar al referente de área. Así que lo intentó por las puntas, primero por derecha, pero se dio cuenta de que cuando enganchaba no quedaba perfilado con su pierna más fuerte, por lo que cambió de banda. La izquierda fue perfecta, se convirtió en su autopista y por ahí se ha ido consolidando como una estrella que brilla con luz propia.

Su camino lo ha llevado por el equipo Juventud Albania en La Guajira, con el que jugó campeonatos sub-17 y sub-20. Después estuvo disputando un torneo nacional de pueblos indígenas en Bogotá, en 2014, en el que estuvieron más de 600 jóvenes entre los 17 y los 26 años. Luego conformó la selección de Colombia indígena, que quedó subcampeona en la Copa América de Chile en 2015. En la final perdieron frente a Paraguay 1-0 y en el campeonato marcó un gol. “Fue de tiro libre”.

Todo esto le abrió las puertas para llegar al Barranquilla FC. No superaba los veinte años cuando se probó con el equipo filial del Júnior. Fueron momentos difíciles, algunos amargos. Tuvo que combinar el estudio con los entrenamientos, así que su día era largo: comenzaba a las 5:00 a.m. y terminaba a las 10:00 p.m. Pero esa entrega vio rápido sus frutos: Arturo Reyes lo puso a debutar contra Jaguares en la Copa Águila en 2016. “Fue un sueño hecho realidad”, dice. “Al profe le gustó como jugué y a partir de ahí confió en mí y me empezó a tener en cuenta en las convocatorias”. Semestre y medio después llegó al Júnior y desde entonces su historia empezó a ser conocida por toda Colombia.

“Tranquilo, centrado en su trabajo, con hambre de gloria y que sabe para dónde va”, como lo define su agente, Carlos Van Strahlen, Luis Díaz tiene claro que el ídolo es ídolo por un ratico no más; cosa de nada. Cuando los años empiecen a pesar sobre las piernas, la estrella comenzará su viaje desde el fulgor hasta el apagón. Por eso trata de mantener siempre los dos pies sobre la tierra. Y como la carrera de un futbolista pasa en un abrir y cerrar de ojos, se entrega en alma y corazón a su deporte con un objetivo claro: “Ser el mejor jugador de Colombia y disputar diferentes torneos con la selección como Copa América, eliminatorias y Mundial, sin perder mi esencia como persona”. Con trabajo, humildad, amor y perseverancia va logrando, paso a paso, sus sueños.

@J_Delahoz

Si es deportista y quiere contarnos su historia, contactese al siguiente correo: jdelahoz@elespectador.com

Por Jesús Miguel De La Hoz

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