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El estadio Libertadores de América quedó convertido en un paisaje de destrucción tras los graves incidentes ocurridos durante el partido de vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile. Lo que debía ser un enfrentamiento deportivo se transformó en una batalla que dejó secuelas visibles en cada rincón del estadio.
Imágenes aéreas captadas muestran la magnitud del desastre: pedazos de mampostería, butacas arrancadas, baños destrozados, palos, caños y otros objetos dispersos por toda la cancha. Los pasillos y sectores de tribunas, especialmente cerca de la grada sur y la tribuna Pavoni alta, quedaron convertidos en escenarios de caos, con restos de objetos arrojados desde las alturas y vestimentas de hinchas visitantes dispersas entre charcos de sangre.
La violencia comenzó durante el primer tiempo, cuando hinchas arrojaron elementos desde las gradas superiores, y recrudeció al inicio de la segunda mitad. A los dos minutos del segundo tiempo, el árbitro uruguayo Gustavo Tejera suspendió el encuentro ante la imposibilidad de garantizar la seguridad de los presentes. En total, al menos 23 personas resultaron heridas, dos de ellas con traumatismos craneoencefálicos graves y hospitalizadas en estado crítico.
El operativo de seguridad, compuesto por 800 efectivos entre policías y seguridad privada, resultó insuficiente para controlar la situación. La barra local atacó directamente a un grupo de hinchas chilenos que permanecía en la tribuna después de que la policía iniciara su desalojo. Además, se reportaron destrozos en portones, rejas, puestos de comida y hasta en el micro del plantel visitante. Entre 125 y 300 personas fueron detenidas, según distintas fuentes.
Conmebol decidió cancelar el encuentro y derivó el caso a sus Órganos Judiciales. Por su parte, la justicia argentina se prepara para intervenir y determinar responsabilidades, mientras que la cancha de Independiente permanece como un testimonio silencioso de la magnitud de los desmanes.
Lo sucedido plantea un desafío urgente para los clubes y las autoridades: garantizar que los estadios vuelvan a ser espacios seguros para el deporte y no escenarios de violencia. Mientras tanto, la reconstrucción del Libertadores de América será un proceso que implicará más que la reparación física; también requiere una reflexión sobre la seguridad, la convivencia y el respeto entre hinchadas.
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