
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El duelo de octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile no terminó dentro de la cancha, sino en las tribunas del Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini. Lo que debía ser una fiesta continental terminó convertido en una batalla campal que obligó a suspender el partido y dejó heridos de gravedad.
Diez personas resultaron heridas y 90 fueron detenidas durante la batalla campal de este miércoles en el partido entre Independiente de Avellaneda y Universidad de Chile por los octavos de final de la Copa Sudamericana 2025, informaron el club argentino y la policía.
El partido, que se disputaba en el estadio Libertadores de América, en Avellaneda, sur de Buenos Aires, estaba igualado 1-1 cuando fue suspendido al minuto 48.
“Tenemos 90 detenidos afuera del estadio porque intentaron hacer desmanes y ya fueron derivados a comisaría”, dijo una fuente del Ministerio de Seguridad. Un vocero de Independiente confirmó además que 10 personas resultaron heridas.
La chispa se encendió cuando un grupo de hinchas de la “U” arrancó y prendió fuego varias butacas de la tribuna Pavoni Alta. Desde allí comenzaron a lanzar los asientos, botellas y bombas de estruendo contra los simpatizantes locales que se encontraban en la parte baja. El detonante habría sido el robo de una bandera cercana a la popular de Independiente, hecho que desató la reacción de la barra brava del club argentino, aunque sin lograr llegar hasta el sector visitante por la separación de portones.
Pese a los anuncios de la voz del estadio, que pidió a los chilenos desalojar la tribuna bajo amenaza de sanciones, el grupo no se movió. Al contrario, irrumpió en un cuarto de limpieza, tomó objetos y continuó arrojándolos hacia abajo. La situación se tornó insostenible: hinchas locales debieron abandonar sus lugares, y algunos resultaron con heridas de consideración.
En la cancha, el clima se reflejó con dos suspensiones en el arranque del segundo tiempo. Primero se detuvo el juego por la lluvia de proyectiles; luego, cuando la violencia escaló, los planteles decidieron retirarse a los vestuarios. La incertidumbre reinó durante más de 20 minutos, mientras la Conmebol analizaba en Avellaneda qué hacer con el encuentro.
A pesar de la magnitud de los incidentes, la policía no intervino de inmediato. Había 650 efectivos bonaerenses y 150 agentes privados, pero por orden de la Conmebol se evitó el ingreso al sector visitante. Eso dejó a los locales expuestos, con apenas un cordón mínimo de seguridad privada como contención.
Cuando finalmente se inició el operativo de desalojo, la situación empeoró. Con parte de la parcialidad chilena aún en la tribuna, la barra de Independiente irrumpió. Hubo golpes, apuñalamientos y corridas que terminaron con varios heridos, algunos trasladados al hospital Fiorito. La escena más dramática ocurrió cuando un hincha visitante, acorralado, cayó desde la segunda bandeja de la tribuna Pavoni.
El árbitro decretó la suspensión definitiva. El campo de juego quedó invadido por algunos simpatizantes y el Libertadores de América se fue vaciando lentamente, mientras los heridos eran atendidos. Lo deportivo quedó en un segundo plano: la noticia no fue el resultado, sino la violencia desatada y la responsabilidad compartida entre barras, autoridades y organismos de seguridad.
“Hay 90 detenidos, todos de la parcialidad de la U de Chile. Se registran heridos leves y no hay fallecidos”, asegura el comunicado que salió desde prensa de Independiente.
Lo que debía ser una noche de fútbol sudamericano terminó como un recordatorio de los riesgos que aún persisten en las canchas de la región, donde las rivalidades se transforman en guerra y la pelota pasa a segundo plano.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador