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En el fútbol femenino, Brasil muestra el camino

Pia Sundhage, la entrenadora sueca de la selección verdeamarilla, advierte que todavía faltan muchas batallas para que esa disciplina se consolide en nuestro continente. “No hay que quejarse, sino tocar las puertas indicadas”. Este martes su equipo enfrenta a Paraguay, en la semifinal de la Copa América 2022.

26 de julio de 2022 - 02:24 a. m.
La entrenadora sueca Pia Sundhage dirigió la selección de Estados Unidos y ahora a la de Brasil. / AFP
La entrenadora sueca Pia Sundhage dirigió la selección de Estados Unidos y ahora a la de Brasil. / AFP
Foto: AFP - RAUL ARBOLEDA

Cuando Pia Sundhage habla, todos escuchan con atención. La entrenadora sueca de la selección de Brasil es una de las voces más autorizadas en el fútbol femenino. Tiene 62 años y toda su vida ha estado ligada al balompié de alta competencia.

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Conoce como nadie el duro camino al éxito en un deporte históricamente machista, que durante décadas relegó a la mujer, especialmente a este lado del mundo. Pero no se queja. Prefiere ser propositiva. Por eso aplaude el esfuerzo que se hace en Suramérica para consolidar el fútbol femenino: “El nivel se sube dentro y fuera de la cancha. Depende de las jugadoras y los entrenadores, pero también, y sobre todo, del apoyo de las personas correctas, que es lo que se ha hecho difícil acá”, dice sin titubeos.

Tampoco duda al reconocer que “Europa está varios escalones por encima”, incluso de su poderosa Brasil, campeona de siete de las ocho Copas América que se han disputado desde 1991 y gran favorita para vencer este martes a Paraguay y jugar el sábado la final en la cita de Colombia 2022.

Preparación física e intensidad son los factores que más marcan la diferencia entre la selección verdeamarilla y sus rivales continentales, pero también un mayor compromiso de la sociedad con el deporte que es el gran pasatiempo nacional.

“En el plano estrictamente deportivo, diría que el éxito de Brasil está en que tiene muchas buenas jugadoras, muy parejas. No depende de una figura, de dos o tres individualidades. Después están los recursos, mayores que en otros países. Y, agregaría, la increíble pasión de las chicas por la pelota. Nacen y crecen con un balón al lado”.

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Y eso que hasta 1979 en Brasil estaba prohibido por ley que las mujeres practicaran el fútbol y algunos otros deportes, sobre todo de combate, porque “atentaba con las capacidades reproductivas del género”.

Por eso, durante la segunda mitad del siglo pasado, el fútbol femenino fue “clandestino” y sus practicantes tuvieron que limitarse a manifestar su pasión solamente como espectadoras. Sin embargo, en los años 80 todo comenzó a cambiar. La generación de pioneras, encabezada por Fanta, Sussi, Marisa Pires, Sisleide, Lica, Danda y Pelezinha, tuvo que lidiar con reglamentaciones discriminatorias y hasta ridículas. Los partidos duraban menos tiempo, debían usar protectores pectorales y no podían tener el cabello corto.

No obstante, lucharon y se organizaron. Primero, jugaron torneos regionales y luego estatales, en los que se escogían las selecciones nacionales que lograron un subtítulo mundial en Estados Unidos 1999 y un tercer lugar en China 2007, además de cinco semifinales en Juegos Olímpicos, con dos medallas de plata, en Atenas 2002 y Pekín 2008, ya con Marta Vieira da Silva como su estandarte.

En Brasil el fútbol profesional femenino apenas está naciendo. El torneo se juega desde 2013, y aunque hay varios clubes con una buena estructura, la mayoría apenas se están organizando. “Lo más importante, que es el talento, está. Hay que seguir construyendo. Las condiciones siempre pueden mejorar. Las canchas, los hoteles, los desplazamientos. Es un proceso que en Europa vivimos antes y por eso se ven mayores resultados. Conmebol y las federaciones pueden hacer un trabajo más eficiente. Los directivos deben tocar las puertas indicadas”, agrega Pia Sundhage, convencida de que el ejemplo de Brasil, en donde algunas empresas privadas apoyan el fútbol femenino, puede ayudar a Suramérica.

La mayoría de las futbolistas brasileñas tienen contratos laborales básicos o temporales. Son todavía pocas las que ganan grandes sumas y tienen privilegios. Sin embargo, hay mucho más tiempo de competencia que en Colombia, pues las jugadoras tienen al menos ocho meses de actividad al año y el sistema de ascensos y descensos, con 16 equipos en primera división y 16 en segunda, incrementa la competitividad.

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“Hay mucho trabajo por hacer, pero vamos por el camino indicado. No hay que bajar los brazos, sino esforzarse más y dar ese salto de calidad que se necesita. Es una tarea conjunta de todos quienes estamos vinculados al fútbol femenino”, concluye la profesora Sundhage, que aspira a ganar la Copa América y seguir enriqueciendo su palmarés, con múltiples títulos internacionales y, sobre todo, una inmensa huella en el deporte.

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