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“Esperé tanto este partido y ya se terminó”, Maradona

Diego Armando Maradona no fue simplemente un jugador, no fue una persona más, no fue un adicto, fue un superhéroe del planeta fútbol, del pueblo argentino.

Lucas Martínez Melo
25 de noviembre de 2022 - 09:49 p. m.
Después de ganar el Mundial de México 1986, el argentino se convirtió en una leyenda del fútbol.
Después de ganar el Mundial de México 1986, el argentino se convirtió en una leyenda del fútbol.
Foto: AFA

“Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos, sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses”, dijo una vez el periodista uruguayo Eduardo Galeano.

Imagínese que está en México es el 22 de junio de 1986, es una de la tarde, 12 minutos y 20 segundos. “Le marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial. Puede tocar para Burruchaga, siempre Maradona. Genio, genio, genio. Tá, tá, tá. Goooooooool. Quiero llorar. Dios Santo, viva el fútbol. Goooooool. Diegooooooool”. Así narró Víctor Morales el gol del siglo tras 10,6 segundos, después de la jugada en ese involvidable Argentina 2-1 Inglaterra en el Mundial de 1986. El jugador que marcó una generación y otra, y otra, y otra. Y sin duda seguirá marcando a muchas más. ¡Gracias Maradona!

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Como ese día de gloria, el 25 de noviembre de 2020 Maradona se despidió del mundo. El corazón que tantas veces aguantó no pudo más, no dio más. Ese chiquitín, alegre, risueño, de cabello negro y desordenado, mago, bailarín, de piernas corticas, pero ágiles El mejor amigo de la pelota, de cejas gruesas, audaz, de vida desequilibrada, mujeriego, alcohólico, adicto, machista, el quinto entre ocho hermanos, poco formal, cero juicioso.

El mismo que como usted y como yo se equivocó. El mismo que luchó todos los días contra sí mismo, contra sus problemas y contra sus adicciones. El Diegote. “Tampoco muerto encontraría paz. Me utilizan en vida y encontrarán el momento de estarlo muerto”, dijo sabiamente el eterno 10 de la selección de Argentina.

¿Qué no era un santo? Claro que no lo era. Nadie en este mundo lo es, ni siquiera el Papa. Tampoco lo justifico. Muchos de los errores que cometió Maradona fueron terribles, y si usted me pregunta, todo el peso de la ley le debió haber caído encima. ¿Pero quién soy para juzgarlo? Hay que aprender a diferenciar entre la persona, Diego Armando Maradona Franco, y el personaje: Maradona. El personaje es el que quiero recordar.

Qué fácil es hablar mal de los otros y qué complicado es aceptar nuestros errores, ¿cierto? Qué sencillo es criticar al del lado y qué difícil es darme cuenta de que he cometido los mismos pecados.

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Maradona será recordado por todo lo que logró, por las marcas que dejó, por ser el alma de Argentina. Menos mal pudieron quedar grabadas muchas de sus genialidades porque fuimos muchos los que no lo vimos jugar.

“Muchas veces me dicen ‘vos sos Dios’, y yo les digo ‘están equivocados’. Dios es Dios y yo simplemente soy un jugador de fútbol”. El último líder de la selección Argentina que levantó la copa en un Mundial: el único de los pocos argentinos que sabe cuánto pesa la Copa del Mundo. El jugador que puso a soñar a pibes y grandes; el que trataba la pelota distinto a todos; el que hacía costumbre regatear a cuatro, cinco, seis o siete jugadores y terminar la jugada en gol. El que burlaba a los rivales y el mismo de la ‘Mano de Dios’.

El único que demostró en la cancha lo que todo hincha ha sentido en una tribuna. Él que iba al cielo y, mientras usted parpadeaba, pasaba al infierno. Él que marcó el mundo, la política e incluso la música en la famosa canción que lleva su nombre por el cantante argentino Andrés Calamaro. “Si me muero, quiero volver a nacer y quiero ser futbolista. Y quiero volver a ser Diego Armando Maradona. Soy un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra”, solía responder el jugador cuando le preguntaban sobre su muerte.

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No fue simplemente un jugador, no fue una persona más, no fue un adicto, fue un superhéroe del planeta fútbol, del pueblo argentino. Incluso cuando falleció se decretaron tres días de duelo nacional y se ofreció la Casa Rosada para que su cuerpo fuera velado.

Más allá de sus problemas marcó el mundo del deporte. Siempre con una pelota en los pies y una sonrisa en la cara. El único que pudo alegrar a Argentina luego de la Guerra de las Malvinas y que puso al país en el mapa mundial, el que estuvo al lado de los pobres y lejos del poder.

Aquí es donde nos damos cuenta la poca importancia de algunas cosas respecto al fútbol. Nos damos cuenta de lo frágil que es la vida y lo rápido que se va. Con la partida de Diego todos perdimos algo.

El ídolo de Argentinos Juniors, de Boca Juniors, del Napoli, un equipo que estaba hecho a su medida. Pasó por Barcelona, Sevilla y Newell’s Old Boys. Dirigió en Argentina, en Emiratos, en México. Ese 25 de noviembre de 2020 que se fue tocó a todos. Da dolor, tristeza y nostalgia, porque la última vez que pisó una cancha, en el día de su cumpleaños y un mes antes de su deceso, no estaba contento. Estaba ansioso, depresivo y luchaba contra sus pensamientos y su cuerpo. “Déjenme vivir mi propia vida, nunca pedí ser un buen ejemplo”.

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Gambeta, otra gambeta, picardía, genialidad. De pensamientos rápidos, de sueños cumplidos. El que iba a cien por hora en México 86, al que recibieron 75.000 personas en Napoli, el que estuvo al borde de la muerte más de una vez y al otro día estaba como si fuera una simple borrachera. El amado y odiado, el que le robó la cartera a los ingleses, el mismo que dijo: “¿Sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado cocaína? Qué jugador nos perdimos”.

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Descansa en paz, Diego. La 10 y la pelota siempre serán tuyas. “Gracias por haber jugado al fútbol porque es el deporte que me dio más alegría, más libertad (…) pondré sobre una lápida: gracias a la pelota”.Mañana, pasado mañana y, así sucesivamente, serán ‘nuevos días’ pero días en los que Maradona no estará. ¡Gracias eternas, Diego!

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Por Lucas Martínez Melo

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