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Polémica tras polémica. Así ha vivido el Santos FC el prolongado transcurso de la Copa Libertadores en los tiempos regidos por el covid-19. Más allá de la crisis económica ahondada por la pandemia, el equipo del corazón de Pelé empaña su fulgor futbolístico con su reciente ola de desaciertos.
El primero ocurrió el pasado 10 de octubre. El mismo día en que Brasil conmemora la lucha contra la violencia de género. Santos anunció la contratación de Robinho, un futbolista condenado en 2017 a nueve años de prisión por participar en la violación grupal de una mujer albanesa en Italia.
A pocas horas de ser anunciado, cientos de voces feministas, amplios sectores de la hinchada santista y un sector de los patrocinadores expresaron su rechazo a la incorporación del delantero, quien aseguró sentirse “maravillado” de regresar al club donde se había formado.
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La presión social hizo mella tras la divulgación de audios en los que Robinho minimizó el delito cometido. Su contrato fue suspendido el 16 de octubre, aunque el entrenador Cuca defendió al futbolista. La situación jurídica del delantero llevó a que los ‘torcedores’ recordaran el pasado afín del director técnico que hoy cumple su tercera etapa en el Santos y pelea la Libertadores de América.
Alexi Stival, mejor conocido como Cuca, tuvo su primer paso como jugador en el Gremio de Porto Alegre entre 1986 y 1989. En esa instancia con el equipo gaúcho, Cuca fue condenado junto con otros tres compañeros por abusar de una menor durante una gira por Europa. El episodio conocido como ‘El Escándalo de Berna’, llevó al hoy entrenador 30 días a la cárcel. La gestión del gobierno brasileño de la época le permitió cumplir su pena en libertad.
Aunque la contratación de Robinho se fue a pique, volvieron del pasado los señalamientos a Cuca y la responsabilidad social del Santos está en entredicho. Las campañas pasadas en las que el club alertaba sobre el incremento de la violencia contra la mujer durante el confinamiento resultan infructuosas pues, en la práctica, los hechos sobrepasan las buenas intenciones.
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A todo este embrollo, se le suma el revuelo desatado por el extraño acercamiento de los últimos meses entre el Santos y el presidente Jair Bolsonaro. El 20 de noviembre, en pleno Día Nacional de la Conciencia Negra, Pelé, el eterno símbolo del ‘peixe’, le regaló una camiseta autografiada del Santos al mandatario que ha sido distinguido por proferir varias injurias raciales desde su época como concejal.
Poco más de un mes después, Bolsonaro participó con la dorsal número 10 en el tradicional juego de beneficencia “Navidad sin hambre” organizado por Narciso, exjugador santista, y celebrado en el estadio del hoy finalista de la Libertadores.
El último coqueteo entre el ultraderechista y el Santos ocurrió el primero de enero de este 2021 cuando el presidente brasileño, reconocido por su negacionismo frente a la pandemia, se lanzó al mar portando la camiseta del conjunto albinegro mientras los bañistas se aglomeraban a su alrededor.
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A contados minutos de que ruede la pelota en el Maracaná, Santos sigue en el trance económico de no fichar jugadores por sanción de la FIFA, soporta la pifia de Robinho y las indecisiones frente al presidente Bolsonaro. Pero casualmente, el premio de la Libertadores de este año borraría todo y dejaría otra historia. De vencer al Palmeiras, solucionará parte de sus inconvenientes financieros, pero el ‘peixe’ tendrá que esforzarse también fuera de la cancha para afrontar su mayor desafío: recuperar el honor.