Béisbol en Colombia: no todo lo que brilla es oro

El Espectador recorrió varios escenarios de la costa Caribe y habló con jugadores, técnicos y dirigentes del deporte de la pelota caliente para comprobar que, a pesar de los buenos resultados, falta más organización y trabajo en categorías de formación. Primera entrega.

Natalia Giraldo González
06 de marzo de 2022 - 02:00 a. m.
El estadio Rafael Naar, de Turbaco, cuna de beisbolistas // Fotos: Iván Muñoz
El estadio Rafael Naar, de Turbaco, cuna de beisbolistas // Fotos: Iván Muñoz

En el estadio Rafael Naar, de Turbaco, se siente la adrenalina que reflejan los jóvenes prospectos que sueñan con que el béisbol les dé la oportunidad de ser profesionales y llegar a las Grandes Ligas. En medio de un tryout, una prueba en la que jugadores se presentan ante scouts o cazatalentos con la expectativa de lograr la tan anhelada firma que los lleve a los equipos de los Estados Unidos, varios niños, que practican en un terreno aledaño que se puede observar desde lo alto de la tribuna, llegan a indagar qué está sucediendo.

De repente uno dice: “Seño, ¿cuánto es un dólar?”. Apenas escuchan la respuesta intentan calcular con los dedos de sus manos cuánto podría llegar a ganar alguien que juegue en alguna organización de las Mayores.

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Mientras suenan los nombres de los peloteros por el altavoz, desde la gradería se observa el ajetreo de quienes manejan la logística del evento y se percibe el nerviosismo que invade a los jóvenes que pisan la cancha. Para ellos y sus familias, ese sueño comienza, pero para la mayoría de sus predecesores fue una utopía.

La pelota caliente, una tradición

Los historiadores coinciden en que el béisbol llegó a Colombia por Cartagena, hace aproximadamente 120 años, gracias a inmigrantes cubanos y panameños que en las horas de descanso de su viaje en barco jugaban a la pelota y les enseñaban a los nativos los principios básicos de ese deporte. Sin embargo, se conoce muy poco de la evolución y el desarrollo del béisbol en el país. Se popularizó en la región Caribe gracias a las transmisiones radiales de los partidos de las Grandes Ligas de comienzos del siglo pasado.

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Poco a poco, el deporte de la pelota caliente se fue organizando de manera muy precaria. En 1946 Colombia ganó la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe disputados en Barranquilla, en un torneo todos contra todos, en el que superó en la fase final a República Dominicana y Cuba. En 1947 la selección nacional consiguió imponerse sobre Puerto Rico en la Serie Mundial Aficionada, título que repetiría muchos años después, en 1965, tras superar en una serie extra a México.

En medio de esos éxitos, en el convulsionado 1948, cuando el país afrontaba una crisis social como consecuencia del Bogotazo, se disputó la primera Liga Profesional de Béisbol en Colombia, que no se consolidó debido a la falta de patrocinios fijos para mantener los equipos y garantizar los costos de la organización.

Desde 1999 la competición se ha podido sostener, aunque con una corta duración y un número limitado de equipos. Caimanes de Barranquilla es el club que más títulos ha conseguido: once.

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Para los peloteros que tienen talento, sin embargo, ese torneo es simplemente el trampolín o la vitrina para acceder al sueño de llegar a la gran carpa, para lo que necesitan, más que una buena condición física y técnica, sobre todo disciplina y constancia.

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Más allá de la preparación específica para la posición en la que quiera jugar, además de un régimen adecuado de alimentación, que es clave, en Colombia un pelotero y su familia deben asumir los costos de la práctica deportiva, lo que complica el panorama.

José Mosquera, mánager de Caimanes, reciente campeón de la Serie del Caribe, tiene claro que esta no es una disciplina fácil. “El béisbol es un deporte caro. Por ejemplo, la cantidad de bolas que nosotros gastamos en una práctica es increíble: alrededor de cinco o seis docenas se pueden ir en una semana. Recorrer este camino requiere mucho apoyo de las familias y los directivos”. Y, por lo general, son los padres de algunos jugadores quienes tienen que asumir buena parte de los costos de su formación.

El entrenador fue enfático en señalar que los recientes logros conseguidos por Caimanes y la selección nacional no reflejan la realidad del béisbol en el país. “Somos campeones del Caribe, pero muchas de nuestras ligas regionales trabajan con las uñas. El apoyo que recibimos no es suficiente. Este es un deporte que requiere mucho dinero, en implementos y capacitación, tanto de jugadores como de entrenadores”. Y como no está regulado, a diferencia del fútbol, por ejemplo, quienes invierten o ayudan a un jugador generalmente no reciben una recompensa cuando el pelotero llega a algún equipo del exterior.

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Según Ramón León, vicepresidente de la Federación Colombiana de Béisbol, en el país hay doce ligas departamentales con cerca de 4.000 deportistas afiliados y seis clubes profesionales que cuentan con unos 200 peloteros. Es un colectivo aparentemente pequeño, aunque, si se le suman todos los practicantes recreativos, alcanza a mover cifras considerables para la economía.

Érika Crissón, amante del béisbol y directora de la Fundación Prospectos del Futuro, explica que una pelota puede costar, en promedio, $20.000, un guante se puede encontrar desde $100.000, el mismo precio que tienen los bates de aluminio. Los de madera no bajan de $300.000. Para un cácher (receptor) los implementos se consiguen desde $1 millón. Los cascos de los bateadores cuestan $120.000. Los uniformes de los niños se encuentran desde $80.000 y los de adultos por no menos de $200.000.

De vuelta a Turbaco

Sin embargo, no es la armadura la que hace al soldado. Estos niños y jóvenes que se juegan su futuro frente a veteranos ojeadores de varios países todavía tienen un reto más grande, lograr que alguno se fije en ellos y los firme para empezar a escalar y llegar a alguna liga de prestigio.

Quienes no lo logran deben conformarse con quedarse en el país jugando torneos aficionados, en los que reciben pagos simbólicos, o jugando sóftbol durante buena parte del año, mientras que otros van a probar suerte a México, República Dominicana, Panamá, Canadá, Italia e incluso a países asiáticos.

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Otra dificultad a la que se enfrentan los jugadores es la falta de escenarios adecuados para realizar sus entrenamientos, más allá de que existan algunos en los que han construido sus sueños quienes han llegado a la gran carpa. En Barranquilla, por ejemplo, está la cancha de La Victoria, que está en remodelación. Allí, José Mosquera, Luis Patiño (jugador de los Rays de Tampa) y el exbeisbolista y actual formador de jugadores Alfredo Docty Jiménez, entre otros, empezaron a practicar béisbol.

También están el estadio de Turbaco y el Rafael Baby Fernández en Arenal, además del Tomás Arrieta, que era el lugar donde jugaban los peloteros de la vieja guardia, algunos retirados y otros ya con muchos años de trayectoria. Ahora el epicentro del deporte de la pelota caliente en la capital del Atlántico es el espectacular diamante Édgar Rentería, de los mejores de Latinoamérica.

Pasaron décadas para que el béisbol volviera a hacer ruido a escala nacional e internacional. En el país se ha ido consolidando en ciudades como Medellín, Bogotá, Riohacha, San Andrés, Cali y Villavicencio. Ramón León, vicepresidente de la FCB, destaca la reciente reactivación de ligas como las de Chocó, Meta, Boyacá y Risaralda.

El presupuesto anual que maneja la entidad ronda los $5.000 millones, con los que se busca ampliar la cobertura y fomentar la disciplina en todos los rincones del país. En 2021 Mindeporte destinó $1.898 millones para la realización de la liga profesional y para este año se estima que esa cifra crezca, a pesar de que también existe el compromiso del Gobierno de remodelar algunos escenarios y construir un Centro de Alto Rendimiento de Béisbol en la costa Atlántica para aprovechar la fiebre por la pelota que han generado las buenas actuaciones en el ámbito internacional.

De hecho, el título de Caimanes en la Serie del Caribe, en República Dominicana, es fruto del trabajo de muchas décadas. Consecuencia del esfuerzo y la dedicación de varias generaciones de jugadores, formadores y dolientes del deporte en el país.

Contra todos los pronósticos, la novena dirigida por José Mosquera, ganadora de las dos últimas ediciones de la Liga Colombiana, superó con justicia a los equipos campeones de las ligas invernales más representativas del continente, e hizo historia, al igual que la selección sub-23 en el Mundial de la categoría alcanzando la medalla de bronce. Los jóvenes están creciendo con mentalidad ganadora, como lo confirman los integrantes del equipo campeón en los Juegos Panamericanos de la Juventud del año pasado, tras derrotar a República Dominicana.

Ganar es un verbo que se está conjugando seguido en el béisbol del país y esas gestas no solamente engrandecen el palmarés, sino que permiten que en otros lugares del mundo puedan fijarse en la cantidad y calidad de nuestros peloteros.

No obstante, no todo lo que brilla es oro. Mientras Caimanes hacía historia en Santo Domingo venciendo a los Gigantes del Cibao, la Liga de Béisbol del Atlántico se quedó sin reconocimiento deportivo y el comité ejecutivo renunció ante la imposibilidad de poder ejecutar sus planes por varias circunstancias. En otras regiones hay algo de actividad, pero más por la pasión de los jugadores que porque haya planificación o programas para ayudarlos.

Con los buenos resultados no se deben tapar las deficiencias del sistema. Falta inversión, mayor apoyo de los sectores público y privado, además de una mejor organización e infraestructura. El talento de los peloteros sigue siendo muy superior a la gestión de los dirigentes, y quienes triunfan lo consiguen más por mérito propio y de sus familias que por el resultado de un proceso de formación acorde a un deporte que identifica a todo el Caribe y es uno de los pocos que a escala colectiva ha conseguido títulos mundiales para Colombia.

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El cuanto a la Liga Profesional, será fundamental hacerla más sostenible y con al menos un par de clubes más, porque actualmente la juegan solo cuatro. Y también será importante que tenga mayor duración para que se les permita a los peloteros tener estabilidad laboral y económica. Con apenas dos meses de actividad es imposible que los beisbolistas de alto rendimiento cojan ritmo y tengan regularidad.

Natalia Giraldo González

Por Natalia Giraldo González

Estudiante de antropología con énfasis en salud y estudiante de comunicación social con énfasis en periodismo. Directora de Fútbol Local.@NatyGiraldo7ngiraldo@elespectador.com

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Alfredo(44610)07 de marzo de 2022 - 03:16 a. m.
Perdón, no había visto el vídeo, es muy bueno, aunque hay tema e historias amplias, pero es un artículo y un vídeo muy interesante. Felicitaciones
Alfredo(44610)07 de marzo de 2022 - 03:12 a. m.
Muy interesante, pero se queda corto en revisar escenarios y tradiciones....el béisbol ha Sido fuerte en Córdoba y Sucre, además de la tradicional rivalidad de Atlántico y Bolívar.... también preguntar a los gobiernos , por ejemplo, porque la Liga del Atlántico sufre está situación, y a la vez la Alcaldía de Barranquilla propone un centro de alto rendimiento para Béisbol...y que dicen los jugadores
Milton(95573)06 de marzo de 2022 - 03:43 p. m.
Muy buena reseña historica, y hasta la primera parte, descripcion de la actualidad. Seria importante que la investigacion no se quede en la emocion del logro de Los Caimanes, sino que haya un seguimiento constante al beisbol, y difusion local y nacional sobre el mismo. Ademas de nuevos equipos, debe pensarse en la calidad de la contratacion de todos y cada uno de los clubes; no sea siempre Caimane
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