Uno tenía 17 años y ya deslumbraba por su capacidad atlética, por su entrega en la cancha y por el espíritu combativo. El otro, con 22, era el número uno del mundo, el máximo favorito a quedarse con el título en el Masters 1.000 de Miami y el jugador que encantaba por su tenis perfecto, por la soltura de sus goles y la naturalidad única.
El 28 de marzo de 2004 Roger Federer y Rafael Nadal jugaron por primera vez, el capítulo inicial de una rivalidad que ahora hace parte de la historia de este deporte, de una confrontación que durante 16 años ha paralizado al mundo, o lo ha mantenido entretenido.
En esa ocasión, el español, de pelo largo, pantaloneta larga, camiseta más grande que su humanidad, superó al suizo con un doble 6-3 en una hora y 10 minutos de partido. Federer, ya elegante no solo en su estilo sino en su manera de vestir, tuvo que lidiar con un rival que le jugó alto al revés, con tanto efecto que lo hizo lucir incómodo, ir un paso atrás de la línea de fondo, luego dos y hasta tres y, por ende, perder la iniciativa en los puntos.
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El más joven tenía, en lo que iba de su carrera, una bolsa de premios de 424 mil dólares, el otro ya iba por los 10 millones. Ese día Federer se dio cuenta que había un oponente capaz de devolverle los tiros que parecían ganadores, que lo hacía pegar una pelota más y que, al final, lo llevaba al error.
“Jugué uno de los mejores partidos de mi vida”, dijo Nadal. “El partido se jugó en sus términos. Ha tenido puntos increíbles y tiene un gran despliegue físico. Su carrera impresionante si sigue por ese camino”, apuntó Federer.
Desde ese instante, se han enfrentado en 40 oportunidades con un saldo de 24 victorias para el español y 16 para el suizo. Y hemos visto, gracias a dos de los mejores de la historia, duelos que parecieron inverosímiles, con Nadal desplomándose en la cancha central de Wimbledon en pleno ocaso en 2008 tras cinco sets a tope para sumar su primera corona en césped.
A Federer llorando tras caer en la final del Abierto de Australia en 2009, también un par de veces en Roland Garros, el único lugar en el que nunca ha podido vencer a su rival de siempre.
La perfección y la garra, los golpes de manual y los tiros de otro mundo. Tan diferentes en su manera de jugar, pero tan parecidos en su camino a la cima. Ambos lo han ganado todo, bueno casi todo, en un deporte en el que antes pensar en sumar los cuatro torneos de Grand Slam era una osadía.
Federer y Nadal, por donde quiere que se me mire, es una de las rivalidades más grandes del tenis, un choque que ha sacado lo mejor de cada uno, lo peor, y que siempre ha divertido a los aficionados que, aún hoy, 16 años después, se siguen emocionando cuando los dos coinciden en la misma parte del cuadro de cualquier torneo.