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La perífrasis es de un cuento de Jorge Luis Borges: “El Zahir”, la historia de un narrador que, para distraerse de la obsesión que lo consume —una moneda maldita—, se pone a escribir un relato fantástico lleno de alusiones enigmáticas tomadas de la tradición nórdica. Allí utiliza expresiones como “agua de la espada” para nombrar la sangre y “lecho de la serpiente” para referirse al oro, retomando las kenningar islandesas que describen la riqueza maldita de los Nibelungos. Es un tesoro que es custodiado por Fafnir, un enano transformado en dragón que yace enrollado sobre el oro que corrompe a todo aquel que lo desea. Una fascinación que seduce, transforma y devora a quien se atreve a buscarlo.
Jeison López admite su obsesión: la de oro. “Trabajo para ser campeón olímpico. El día que lo logre habré hecho todo en el levantamiento de pesas. Ahí miraré qué hacer, porque ya sería hora de dejar paso a los que vienen. Soy muy competitivo. Paso todo el día y la semana en el gimnasio tratando de mejorar para competir con los mejores y quedarme en el top. No soporto perder. Soy pésimo perdedor. Y ese oro olímpico es una obsesión que quiero cumplir”. Goku, el apodo que le pusieron por el personaje de Dragon Ball Z, quiere dormir en el lecho de la serpiente.
Su 2025 brillante empezó a encaminar el proceso rumbo a Los Ángeles 2028. Por sus resultados indiscutibles, de hecho, fue escogido por El Espectador y Movistar como El Deportista del Año. Fue precisamente en Noruega, tierra de la tradición vikinga que inspiró las ávidas lecturas de Borges, donde el chocoano se convirtió en campeón del mundo en los 88 kilogramos del levantamiento de pesas, al levantar 387 kilogramos. Un registro que se convirtió en récord del mundo, así como el que hizo en el primer movimiento, el envión, en el que marcó 177 kilos.
“Obviamente, la idea es mantener esa continuidad de ganar títulos, de hacer las cosas bien, de entrenar. Vengo de un año muy bonito, que fue el de los Juegos Olímpicos, pero este año también ha sido muy especial; cada año tiene su toque, y este ha sido bueno porque conseguí algo que me hacía falta en mi carrera deportiva, que era ser campeón del mundo en categoría de mayores”.

No fue la primera vez que Jeison López, oriundo de Chocó y desplazado por la violencia a sus 13 años, se colgó una medalla de oro mundial en el cuello, pues cuando competía en categorías juveniles ya se había subido al primer lugar del podio en el Campeonato Mundial de Halterofilia. En ese entonces, antes de 2018 —cuando empezaba a dar el salto entre los mayores—, el colombiano era una de las grandes promesas a escala global, pero una sanción por dopaje truncó el camino de una de las joyas deportivas más esperanzadoras que tenía Colombia.
Desde muy temprano, Jeison se obsesionó con los títulos. Casi desde que empezó, creció en su cabeza la ilusión de ser campeón olímpico. Se convirtió en el combustible que alimentó sus primeros años, cuando, recién llegado con su familia a Cali, vendía dulces para poder ir al gimnasio a entrenar con las pesas. Muchas veces, cuando las circunstancias se ponían duras, pensó en no volver a los entrenamientos, pero sus amigos, que lo empezaron a llamar Goku por su fuerza descomunal, lo convencieron de no rendirse en el intento. Entonces, llegaron las competencias, las victorias y la obsesión que casi creyó perdida.
Pasó el tiempo y la suspención. Goku pudo volver a competir. Empezó en tiempo exprés su ciclo de competencias rumbo a París 2024: los Olímpicos que marcaron su resurrección cuando ganó la plata en los 89 kilogramos. En la zona de prensa, el día de su coronación, se quebró cuando escuchó a su mamá. Esa voz pesó más que la barra que le dio el subtítulo. Cuando le dijo que le iba a cumplir todas las promesas que le había hecho, pues ya era medallista olímpico, las lágrimas fueron tan caudalosas como el río del Bajo San Juan, en Chocó, la tierra de sus ancestros de la que lo obligaron a salir huyendo.
Sin embargo, pasados los días, Goku no calmó sus ansias. Bonita la de plata, ¿pero y la de oro? ¿Dónde estaba el lecho de la serpiente que tanto se había prometido? “Estamos acostumbrados a conseguir títulos y cosas importantes en el deporte, y eso a veces hace que bajemos la guardia. ‘Ya conseguí la medalla olímpica, entonces debo darme un descanso’. Yo no soy así. Siempre quiero más, siempre he sido muy exigente y eso me ha mantenido entre los mejores. Si 2024 fue un sueño y 2025 fue bueno, estamos apuntando a que el 2026 sea mucho mejor. Y más cuando empieza la clasificación a los Juegos Olímpicos”.
Fafnir cuida el tesoro maldito, pero muy pronto tendrá que enfrentarse de nuevo con Goku, El Deportista del Año, la estrella del levantamiento de pesas colombiano, el hijo del Bajo San Juan que huyó a Cali para imaginar un futuro posible. No descansará hasta hacerlo real. Y 2026, cuando solo falten dos años para llegar a Los Ángeles 2028, promete ser un año aun más brillante.
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