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Cambio de frente en la historia de los Mundiales: la caída del Muro de Berlín

Nueva entrega de “Disparos a gol”, del especial de El Espectador sobre Catar 2022; la relación entre el balompié y la política.

12 de noviembre de 2022 - 04:21 p. m.
El muro de Berlín, que separaba a las dos Alemanias.
El muro de Berlín, que separaba a las dos Alemanias.

“Lo he conseguido. Ahora puedo decir que soy un hombre libre”, dijo un rubio exciudadano de Alemania Democrática, quien visitaba a su patria hermana Federal, la noche que el Muro de Berlín cayó. Aquel adulto sonreía para las cámaras, mientras era llevado de paseo en un automóvil clásico azul claro. History Channel inmortalizó aquella alegría en el documental La Caída del Muro de Berlín –captando entre otras cosas besos, llantos, gritos, bailes, sonrisas y abrazos–, cuando el 9 de noviembre de 1989 ciudadanos Federales y Democráticos derrumbaron la muralla que los separó.

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Era una fiesta callejera, digna del reencuentro con la libertad. Por primera vez en 28 años, a los ciudadanos de la República Democrática Alemana se les permitió cruzar el ‘Muro de la Vergüenza’, cuya construcción evitó el éxodo masivo y justificado de toda la Berlín comunista. La televisión internacional transmitió en directo marchas de alegría y desahogo que no tenían orden alguno, cuya hermosa fotografía estaba cálidamente iluminada por faroles de tungsteno.

Aquel día, miles de alemanes, antes encerrados en la dictadura comunista de Erich Honecker, entraron a la Berlín maravillosa que occidente construyó después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Requisitos para pasar? Tan solo enseñar el documento de identidad. El Gobierno de Alemania Federal recibió a sus hermanos con dinero para gastar y un pase gratuito en cada uno de los medios de transporte de la ciudad. Los Federales regalaron café a sus invitados.

Antes de aquella noche, pasar el Muro de Berlín era digno de una película de acción. Los más osados lograron esto gracias a fugas milimétricas, cuya recompensa fue reunirse con sus seres queridos o encontrar una mejor calidad de vida. Por ejemplo, 16 de septiembre de 1979, el ingeniero Peter Stielzyk cruzó con su familia a Alemania Federal por medio de un globo aerostático que diseñó en su hogar. Otros casos registran avionetas caseras, contorsiones en maletines y automóviles, e inclusive, túneles de casi 40 metros cavados con manos que extrañan abrazar un ser querido.

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Durante el régimen, quien intentase cruzar el Muro de Berlín tenía que hacerlo en serio o pagaría con su vida el intento de fuga. La estructura estaba diseñada para ser impenetrable: primero, una pared de hormigón de casi tres metros, resistente a cualquier embestida; segundo, una red de alambre de púas que activaban sensores de movimiento a los guardias; tercero, el Corredor de la Muerte, un campo minado debajo de un tapete de arena rastrillado de forma horizontal, para seguir las huellas de los disidentes; cuarto, un muro aún más alto que limitaba con Berlín Occidental.

Desde luego, los ciudadanos de Alemania Democrática querían escaparse a toda costa, porque su nación arrastraba problemas financieros desde su nacimiento. La ‘economía dirigida’ soviética nunca fue garantía de prosperidad. De hecho, mantener los muros en Berlín y en el resto de la frontera occidental estaba agujerando los bolsillos del gobierno Democrático. Tal era el costo de mantener a sus propios ciudadanos aislados que, en los meses anteriores a la caída del Muro de Berlín, Alemania Democrática vendió la sangre de sus prisioneros a Alemania Federal, según lo reportado por cadena de televisión germana ARP.

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La elección de Mijaíl Gorbachov como Secretario General del Partido Comunista de la URSS, en 1985, fue clave para la caída del Muro de Berlín y posterior la Reunificación Alemana. El político ruso, quien sería Presidente de la URSS después, habló de paz entre ambos territorios hermanos e ideológicamente enemigos. De hecho, cuando se abrieron las primeras fronteras de Alemania Democrática con Polonia, Hungría y Checoslovaquia en 1989, Gorbachov no movió ni un dedo para defender las barreras.

Cinco días antes de la caída del Muro de Berlín, un millón de ciudadanos secuestrados por la Guerra Fría se manifestaron buscando democracia para la Republica –jamás– Democrática Alemana. En menos de tres días todos los Ministros del gabinete comunista renunciaron, y en cuestión de horas se abrieron todas las fronteras. El éxtasis de los berlineses Democráticos se evidenció con el uso de la misma herramienta de su bandera: el martillo. Con golpes fuertes y repetitivos derrumbaron aquel muro que avergonzaba al mundo entero.

*Capítulo del libro Disparos a Gol

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Por Jhoan Sebastian Cote

Comunicador social con énfasis en periodismo y producción radiofónica de la Pontificia Universidad Javeriana. Formación como periodista judicial, con habilidades en cultura, deportes e historia. Creador de pódcast, periodismo narrativo y actualidad noticiosa.@SebasCote95jcote@elespectador.com

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